El Teatro Español de la Segunda Mitad del Siglo XX


Teatro de preguerra

Durante la segunda mitad del siglo XX, el teatro español se mantuvo al margen de la cultura europea, resistiendo la evolución y aferrándose a la tradición. Esto resultó en su división en dos ramas:

  • Teatro comercial: Con tres modalidades principales: alta comedia, teatro en verso y teatro cómico.
  • Teatro innovador: Con obras más complejas y transparentes, debido a la simplificación de la acción y la escenografía, la supresión de personajes tipo y la reducción del costumbrismo.

Teatro Comercial

La alta comedia criticaba la forma de vida y los valores de la burguesía, buscando la reflexión del público a través del realismo escénico. El autor más significativo es Jacinto Benavente, quien, con obras como «Los intereses creados», defendió los valores tradicionales y una dramaturgia de calidad. José Echegaray continuó la línea de Benavente.

A partir de 1910, el teatro poético en verso surgió como oposición al teatro realista y tradicional. Creaba entornos de belleza alejados de la realidad, con una fuerte influencia del modernismo romántico. Destacan autores como Eduardo Marquina («Las hijas del Cid»), Francisco Villaespesa («El Alcázar de las Perlas») y los hermanos Machado.

El teatro cómico, dirigido a las clases populares, mostraba una visión idealizada de este grupo social. Sus principales cultivadores fueron Carlos Arniches («El santo de la Isidra»), los hermanos Quintero («Mariquilla Terremoto») y Pedro Muñoz Seca, creador del astracán («La venganza de Don Mendo»).

Teatro Innovador

Influenciado por la cultura europea y las vanguardias, este teatro se limitó a círculos minoritarios, con la excepción del esperpento de Valle-Inclán y la tragedia de Lorca.

Dentro de la Generación del 98, destacan:

  • Miguel de Unamuno: Buscaba la renovación escénica con personajes simbólicos y filosóficos, con una acción mínima («Fedra»).
  • Azorín: Se centró en el paso del tiempo y el miedo a la muerte («Lo invisible»).
  • Valle-Inclán: Pasó por diversas etapas, desde el modernismo hasta el esperpento, una nueva interpretación de la realidad con una estética que mezcla lo trágico y lo grotesco («Luces de Bohemia»).

En la Generación del 14, destaca Ramón Gómez de la Serna y su afinidad con la vanguardia («Los medios seres»).

La Generación del 27 se caracterizó por la purificación del teatro poético, la incorporación de las vanguardias y el propósito de acercar el teatro al pueblo. Destacan:

  • Pedro Salinas: Con sus temas humanos, divididos en piezas rosas (amor) y piezas satíricas (existencia) («El dictador»).
  • Rafael Alberti: Con una obra de contenido poético («El adefesio») y político («Noche de guerra en el Museo del Prado»).
  • Federico García Lorca: Considerado el mayor representante del teatro español, abordó temas como la confrontación entre deseo y realidad, el amor, la soledad, el dolor y la muerte. Su obra se divide en tres etapas: modernista («Mariana Pineda»), vanguardista («El público») y la etapa de madurez, con un enfoque en la situación de la mujer («La casa de Bernarda Alba», «Yerma», «Bodas de sangre»).

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