Teatro de Posguerra (1939-1955)
La Guerra Civil española marcó un punto de inflexión en el panorama teatral. La desaparición de autores (por muerte o exilio), la situación económica y la censura impusieron nuevas condiciones para la creación dramática. En los primeros años de posguerra, se pueden identificar varias líneas teatrales:
- Teatro de continuidad: Siguiendo la línea de Jacinto Benavente, este teatro buscaba la evasión y la defensa de valores tradicionales. Se caracterizaba por una escenografía realista, el respeto a las normas aristotélicas y el tratamiento de temas como la infidelidad matrimonial o la rebeldía juvenil.
- Teatro de humor: Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura se consolidaron como los máximos representantes de este género. Jardiel Poncela, con obras como Eloísa está debajo de un almendro o Los habitantes de la casa deshabitada, buscaba la risa a través de situaciones absurdas e ilógicas. Mihura, aunque con cierta preocupación existencial en obras como Tres sombreros de copa, también acabó cediendo a los gustos del público con comedias más convencionales como Melocotón en almíbar o Maribel y la extraña familia.
- Teatro existencialista: Centrado en las preocupaciones humanas y sociales, este teatro tuvo como figuras de referencia a Antonio Buero Vallejo (Historia de una escalera, 1949) y Alfonso Sastre (Escuadra hacia la muerte, 1953). Ambos autores iniciaron un cambio en la escena española, introduciendo temas más profundos y críticos.
Teatro de Protesta y Denuncia (1955-1965)
Las inquietudes de un nuevo público, joven y universitario, junto con la relajación parcial de la censura, favorecieron la consolidación del realismo social. Se desarrolló un teatro crítico, comprometido con la realidad social y con la intención de transformarla. Los autores denunciaban la injusticia, la desigualdad y la alienación del individuo. Buero Vallejo continuó siendo una figura clave, adoptando tonos de denuncia más directa (El tragaluz), más simbólicos (La fundación) o recurriendo al contexto histórico (El concierto de San Ovidio). Junto a él, destacaron autores como Laura Olmo, José María Rodríguez Méndez y José Martín Recuerda.
Teatro Renovador (1965-1975)
A mediados de los años 60, el realismo fue perdiendo fuerza y comenzaron a proliferar nuevas fórmulas vanguardistas y experimentales, inspiradas en autores como Bertolt Brecht, Samuel Beckett o Antonin Artaud. La temática seguía siendo crítica, pero el tratamiento dramático era distinto: se utilizaba un enfoque simbólico y alegórico, se daba importancia a los recursos extraverbales, etc. Junto al teatro comercial, surgió el llamado “teatro independiente”, que mantenía la crítica social pero a través de fórmulas innovadoras. Grupos como Els Joglars, Els Comediants y Teatre Lliure recurrieron a la farsa, lo grotesco, lo visual, etc., preocupándose por los aspectos lúdicos del espectáculo.
El Teatro desde 1975
Con la llegada de la democracia, el teatro español recuperó la comedia realista, con matices irónicos y humorísticos, y abordó temas de actualidad como la droga, la corrupción o los conflictos amorosos. La intención principal era reflejar el mundo contemporáneo, buscando historias actuales, con tensión dramática y personajes reconocibles. En esta línea, destacaron autores como José Luis Alonso de Santos (La estanquera de Vallecas, Bajarse al moro), Fernando Fernán Gómez (Las bicicletas son para el verano) y José Luis Sanchís Sinisterra (¡Ay, Carmela!).
En los últimos años, el panorama teatral español se ha diversificado. Se ha consolidado la representación de obras clásicas, se mantiene el gusto por el teatro de humor (con fórmulas como el monólogo), ha proliferado el teatro musical (con adaptaciones de obras internacionales y creaciones propias) y siguen surgiendo autores y grupos con nuevas propuestas escénicas.