En realidad Santiago Nasar no caía porque ellos mismos lo estaban sosteniendo a cuchilladas contra la puerta


El título -como ha señalado Daniel Samper- contiene todos los elementos básicos de la fatalidad: hay una muerte (un final ineludible), esa muerte ha sido anunciada y hay un relato testimonial que se limita a contar lo que ha pasado, pero sin capacidad de intervenir en los sucesos. *Santiago Nasar, el hombre asesinado, muere en circunstancias terribles, «destazado como un cerdo» a la puerta de su casa. Todo el pueblo sabía que el crimen iba a producirse (en determinado momento el narrador afirma que «nunca hubo una muerte más anunciada«), y sin embargo nadie lo impide, lo cual sugiere la presencia de un DESTINO fatal ineluctable (el denominado Fátum).  El tratamiento de este tema se remonta a las tragedias griegas, en las que es un componente esencial.  En ellas es constante la presencia de personajes que están condenados fatalmente, como consecuencia de fuerzas incontrolables –el DESTINO, el Fátum-, a un final desgraciado, inevitable. Ahora bien, a diferencia del fátum de las tragedias clásicas, en Crónica encontramos una serie de elementos más ocasionales y anecdóticos, menos “fatales”, por así decirlo. Se trata de un conjunto de contradicciones, ambigüedades, coincidencias y presagios erróneamente interpretados, que analizaremos a continuación.

La CONTRADICCIÓN central de la obra es que todo el pueblo sepa que los Vicario van a matar a Santiago Nasar, excepto él. La contradicción se presenta como una realidad de la trama, la torpeza humana,  y no como una consecuencia del novelista; por ello es convincente y contribuye a crear la atmósfera trágica que se respira en el libro. *La segunda contradicción es que, en una sociedad tan cerrada y puritana donde todos se enteran de todo, A. Vicario hubiera podido perder su virginidad con un joven del pueblo, y que tal hecho no se supiera. *A estas contradicciones se suma el resultado de las AMBIGÜEDADES. La ambigüedad esencial es quién cometíó el “crimen” de honor del que es víctima A. Vicario. La sensación que queda en el lector es que S. Nasar fue asesinado por algo que probablemente no cometíó. Cuando A. Vicario, años después, podría revelar la verdad, ratifica con convicción su versión: “Ya no le dé más vueltas, primo –me dijo-. Fue él”. Pero nadie le cree.

Junto a esta ambigüedad aparecen otras que contribuyen a crear ese ambiente de fatalidad: hay versiones contradictorias sobre el tiempo atmosférico que hacía el día que murió S. Nasar, si Victoria Guzmán y su hija sabían o no que lo iban a matar, o si los Vicario estaban borrachos o sobrios antes de cometer el crimen. *El narrador no comenta nada sobre las contradicciones ni sobre las ambigüedades, pero sí es explícito acerca de las CASUALIDADES que se observan en el relato de los hechos (“nadie podía entender tantas coincidencias funestas”). Recordemos algunas: Santiago, que nunca salía de casa por la puerta del frente, ese día lo hizo; Luisa Santiaga, que era capaz de presentir cualquier tragedia, ese día falló, lo mismo que Plácida Linero; Cristo bedoya, el amigo que podía avisarle, no supo encontrarlo; el mensaje deslizado debajo de la puerta avisándole del peligro no es visto hasta mucho tiempo después, etc. *Finalmente, los habitantes del pueblo son especialmente torpes a la hora de interpretar los hechos que les rodean, estas INTERPRETACIONES EQUIVOCADAS posibilitan también la tragedia. Así, los carniceros no atajaron a los Vicario porque pensaron que no lo matar, que solo estaban borrachos; Plácida Linero cierra la puerta de su casa a su hijo, creyendo que está dentro; Cristo Bedoya no logra dar con Nasar cuando se dispone a avisarle, le pierde el rumbo; Nadie le avisa: unos porque creen que ya sabe que lo buscan, otros porque lo odian; Plácida Linero no ve el papel que alguien había dejado bajo la puerta; Lázaro Aponte, el alcalde, no detiene a los Vicario porque se entretiene en el Club Social.


Ahora bien, dicho todo esto, también cabe considerar los sucesos desde otro punto de vista ajeno al del destino fatal. Analizando detenidamente muchas de las «fatalidades», podemos llegar a la conclusión de que se pudo hacer mucho más para evitar el asesinato de lo que se hizo, y de que aquí el destino no actuó de forma ciega e imparable (que eso sería el fátum de la tragedia clásica), sino que en el desgraciado final de Nasar participaron, irresponsable o interesadamente, algunas personas.

Por ejemplo, Victoria Guzmán, la cocinera, no le advierte de la amenaza, porque «en el fondo de su alma quería que lo mataran«; además, no cree capaces a los gemelos de matar a nadie. El alcalde, Lázaro Aponte, debíó impedir la desgracia pero «había resuelto tantos pleitos de amigos la noche anterior que no se dio ninguna prisa por uno más«; por otro lado, se entretiene más de la cuenta concertando una partida de dominó, en un alarde de frivolidad, y se olvida de la amenaza de los gemelos Vicario. En lo que constituye un caso de trágica ironía, el padre Carmen Amador se muestra más preocupado por la inminente llegada del obispo que por las noticias que recibe del deseo de venganza de los gemelos, y, en cualquier caso, las circunstancias del caso le parecen más propias de la autoridad civil que de la suya. Prudencia Cotes, la novia de Pedro Vicario y la propia madre-de los gemelos les alientan a consumar el asesinato. Parece que Polo Carrillo se mueve a impulsos de la envidia, ya que considera a Nasar un cínico y un prepotente: «creía que su plata lo hacía intocable».


Por último, hay que señalar la presencia entre los habitantes del pueblo de pueblo de la creencia en augurios, premoniciones  y supersticiones. Curiosamente, todos o casi todos fallan, en especial de la madre se Santiago Nasar. Quizá sea esta una forma del autor de criticar estas creencias. En esta línea, el final de la historia, con el amor entre Ángela y Bayardo, quizá sea la apuesta del autor a favor de la libertad, en contra de las supersticiones, en contra de la persistencia de valores y prácticas sociales tan bárbaras e injustificables.

En definitiva, como observa el narrador, se trata de «una muerte cuyos culpables podíamos ser todos», lo cual hace pensar que en realidad el destino que pesa sobre el final de Santiago Nasar no es tanto resultado de la pura fatalidad como de una serie de torpezas humanas encadenadas, y de ciertas carácterísticas del personaje protagonista y de la sociedad en la que vive.



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