Fernando SAVATER (San Sebastián, 1947)
Fernando Savater es el ensayista más pura sangre que han dado las letras españolas desde la Guerra
Civil. Probablemente -y después de Ortega y de Ferrater Mora-, también el más consciente de que el ensayo y
La filosofía o se practican como géneros literarios o se convierten en letra muerta. «Desde siempre quise ser
Escritor», afirma en el mejor de los monólogos de Criaturas del aire (1979), y no es preciso acudir a su obra no
Ensayística para creer en confesión tan inequívoca. Es memorable el artículo «Leer (I)», de su Diccionario
Filosófico (1995) o los que reuníó en Despierta y lee (1998), además de su brillante autobiografía razonada de
2003 Mira por dónde. Savater sin embargo es también autor de teatro (Juliano en Eleusis. Misterio dramático,
1981) y de relatos y novelas como Caronte aguarda (1981), La escuela de Platón (1991) y de una novela
Adulta para público juvenil como El gran laberinto (2005).
Tanto sus ensayos más ambiciosos como su temprana, continuada y prolífica colaboración en la
Prensa -espoleada por esta abyecta declaración política, ese descerebrado acto terrorista, aquella sosa
Intervención televisiva o el tradicional Derby de Epsom (El juego de los caballos es de 1984)- son testimonios
De un talento genuinamente literario. Savater ha hecho de la imaginación documentada, el estilo y la opinión
Irreprimible las mejores armas de un ensayo inconfundiblemente propio. Pero no se debe al azar: uno de sus
Mejores libros, Ética como amor propio (1988) nace de la necesidad de explicar abiertamente que el origen de
Cuanto uno pueda hacer reside en un querer ser fundamentado racionalmente y siempre imposible, es decir,
Trágico. Ese ha sido un pivote esencial de su reflexión ética, que nunca ha ocultado sus raíces nietzscheanas,
Pero tampoco los accesorios estrictamente racionalistas que han refrenado un temprano interés por el
Pesimismo más negro y lúcido –
Ensayo sobre Ciorán (1975)-, perfectamente compatible con un vitalismo Practicante.
Ensayo sobre Ciorán (1975)-, perfectamente compatible con un vitalismo Practicante.
Los primeros libros de Savater partían de actitudes de radicalidad e independencia más o menos
Libertarias, muy chocantes con el doctrinarismo de la izquierda marxista y, por supuesto, con la aprendida
Docilidad de una vieja derecha en trance de cambios necesarios. La vivacidad estilística, la versatilidad
Reflexiva, la lucidez racionalista y la imperiosa voluntad de construir una ética civil y valiente caracterizan
Libros con títulos siempre expresamente desafiantes (conforme a una actitud incondicional en el ensayo de
Savater): Apología del sofista y otros sofismas (1973), Escritos politeístas (1975), La filosofía como anhelo de
La revolución y otras intervenciones (1976) o, por seguir citando básicamente libros de artículos y ensayos
Breves, Contra las patrias (1984, tantas veces oportunamente reeditado), Instrucciones para olvidar el
«Quijote» y otros ensayos generales (1985) o Perdonen las molestias: crónica de una batalla sin armas contra
Las armas (2000).
Más próximos al ensayo filosófico están algunos de sus títulos iniciales, como Nihilismo y acción o
La filosofía tachada, reunidos en un mismo volumen en 1972, o ese «contrarrevolucionario» Panfleto contra el
Todo, en el que se leía que «cambiarlo todo equivale, por lo visto, a cambiar de Todo» (1978). Sin desatender
Su propia reivindicación del articulismo como su mejor género (por eso tantas veces termina sus libros
Seleccionando unos cuantos), los dos libros donde se sostienen y traban más sosegadamente ideas que
Impregnan su pensamiento son La tarea del héroe. (Elementos para una ética trágica) (1981), que obtuvo el
Premio Nacional de Ensayo y constituye una versión dura de su Invitación a la ética (1982), y el ya citado
Ética como amor propio (1988). Intereses más didácticos e incitadores han estado en la raíz de Ética para
Amador (1991) y Política para Amador (1992), como después El valor de educar o El valor de elegir, títulos
Que han conocido un bendito éxito comercial. Su Diccionario filosófico (1995) se pone en la estela de otro
Clásico diccionario, el de Voltaire, de quien por supuesto también se ha ocupado, y sus títulos son tan buenos
Que a veces parecen resumirlo entero, como el que puso a El contenido de la felicidad: un alegato reflexivo
Contra superticiones y resentimientos. Es lo que explica que le revienten las ortodoxias, incluidas sobre todas
Las de la pereza gregaria y la vacuidad disfrazada de sublimidad.
Pero esta síntesis deja fuera algunas variantes de un pensamiento (que aquí equivale a un ensayismo)
Todavía más diverso y múltiple. Por eso resulta inexcusable mencionar por último un libro tan magnífico y
«descocadamente subjetivo» -según el propio Savater- como La infancia recuperada (1976), tan afín a su
Combativa actitud contra proteccionismos de toda ralea, tanto si proceden del estado clínico como de quienes
Lo combaten con las armas del terrorismo: su actividad política en los últimos años ha sido muy destacada
Contra la hegemonía nacionalista en el País Vasco, pero ni ha abandonado otras áreas de la actividad política
(como su respaldo a la ciudadanía como base formativa de un sistema educativo democrático) ni ha dejado de
Escribir. La vida eterna (2007) recupera para el ensayo español y por la misma vía de siempre de la lúcida
Alegría a uno de sus nombres mayores.