Evolución económica
La evolución económica de España entre 1939 y 1959 se desarrolló bajo el signo de la autarquía. La política autárquica llevada a cabo por el régimen, de inspiración fascista, fue un completo fracaso, sin apenas crecimiento económico durante la década de los años cuarenta. La política autárquica fue incapaz de recuperar el tejido productivo destruido durante la Guerra Civil –destrucción que afectó sobre todo al sector agrario, pero también al industrial, energético e infraestructuras– debido a sus limitaciones ideológicas –negación del mercado– y a las dificultades que el aislamiento produjo a la economía española. La inflación se disparó –creciendo hasta el 234% en 1941, tomando como referencia los precios de 1930–, la cotización de la peseta se desplomó y las divisas desaparecieron. La política autárquica era incapaz de abastecer los mercados de productos básicos, lo que estimuló la aparición de un activo mercado negro.
El régimen franquista apostó por la industrialización, creando en 1941 el Instituto Nacional de Industria (INI), cuya labor, lastrada por el intervencionismo y la burocracia, fue escasamente eficaz.
Paralelamente se nacionalizaron las comunicaciones telefónicas, el transporte aéreo y las explotaciones mineras, en unas prácticas intervencionistas que impedían cualquier recuperación. De igual modo, el Estado intentó reactivar la economía mediante la aplicación de un programa de obras públicas que encontró en la construcción de pantanos su principal plasmación.
En una situación de quiebra económica, se presentó en 1959 el plan de estabilización. El plan era una operación para sanear, liberalizar y racionalizar la economía española. El plan pretendía, en un primer momento, frenar la inflación y rescatar a la peseta. Se bloqueó el gasto público y se favoreció la inversión extranjera –España había ingresado en 1958 en la Organización Europea de Cooperación Económica y en el Fondo Monetario Internacional–. Los resultados del plan no tardaron en llegar. Tras una inicial contracción del consumo y de la inversión y un aumento del paro –en 1960 comenzaría el éxodo masivo de trabajadores hacia Europa–, la economía española se recuperó. El Estado contó con superávit ya en 1959, las reservas de divisas aumentaron rápidamente; la devaluación de la peseta favoreció el turismo –que se convertirá en el nuevo motor económico– y redujo también el déficit comercial.
Evolución social
La España del primer franquismo vivió bajo la constante sombra de la Guerra Civil. La represión política fue muy dura. El número de ejecutados se calcula entre 30.000 y 50.000 personas.
La aplicación conjunta de represión –a partir de 1951, ésta se hizo más selectiva– y propaganda tuvo como consecuencia la despolitización completa de la población española y la aceptación resignada del régimen, rota únicamente por excepcionales muestras de hostilidad –rebelión estudiantil de 1956 en Madrid, huelgas ese mismo año en Asturias, Cataluña y País Vasco– que apenas alteraron la estabilidad del régimen.
La oposición al régimen
Franco había eliminado a la oposición política durante la Guerra Civil, de modo que todos los opositores se vieron obligados a exiliarse.
Algunos republicanos españoles habían luchado en la Resistencia Francesa contra los nazis. En 1944, con la liberación de Francia, estos combatientes pasaron a España y formaron el maquis, la lucha guerrillera contra el Franquismo. El maquis pretendía desgastar al Régimen de Franco, y fue muy activa entre 1944-48, pero apenas tuvo consecuencias dado el escaso apoyo popular que suscitó y el respaldo exterior que recibió el régimen a partir de 1950.
En los años 50 la oposición continuaba desarticulada y sólo el PCE mantuvo una activa oposición dentro de España (huelgas en Cataluña y País Vasco, protestas universitarias de 1956 en Madrid)
La profunda transformación de la sociedad española en los años 60 reforzó la oposición política al Régimen: El PCE y CCOO (Marcelino Camacho) fomentaron numerosas huelgas, la agitación universitaria arreció en Madrid en 1965 y parte de la iglesia retiraba su apoyo al Franquismo.
Entre los partidos opositores el más importante fue el PCE. El PSOE se reorganizó en España tras el Congreso de Suresnes (1974) y nombró como dirigente a Felipe González. Otros partidos fueron Izquierda Democrática de Joaquín Ruiz Jiménez y los nacionalistas del PNV, ERC y Convergencia Democrática de Cataluña (CDC) de Jordi Pujol (1974). Junto a esta oposición pacífica surgió una oposición violenta ya en los años 60 (ETA) y en los 70 (FRAP)