Decadencia Política y Social
La decadencia política del régimen de la Restauración en el primer tercio del siglo XX en España se manifestó en varios hechos clave:
- El pesimismo tras el desastre del 98 y la falta de consenso para regenerar el sistema político.
- El fallecimiento de líderes como Cánovas del Castillo y Práxedes Mateo Sagasta, que interrumpió el turno de partidos. La muerte de José Canalejas en 1912 provocó la fragmentación interna de los partidos Conservador y Liberal, impidiendo las reformas necesarias.
- La neutralidad de España en la Primera Guerra Mundial, que reflejó su decadencia industrial y militar, aislándola de las potencias europeas.
- El creciente abstencionismo, alcanzando un 50%, debido a la manipulación electoral y a la ausencia de participación popular. Al mismo tiempo, la ideología anarquista y partidos de oposición como el Partido Radical y el PSOE ganaron fuerza.
En el ámbito social, la oligarquía conservadora controlaba el parlamento y el estado, manteniendo el desorden y la violencia a través del caciquismo, la represión militar y la influencia de la Iglesia.
España, en su mayor parte rural, contaba con 19 millones de habitantes, incluyendo un millón de campesinos con pequeñas parcelas y un millón y medio de jornaleros explotados. Este descontento se reflejó en huelgas y ocupaciones. La legislación, poco intervencionista, permitía abusos de los empresarios con salarios bajos y falta de seguridad social. Aunque algunos gobiernos implementaron leyes laborales entre 1903 y 1920, las medidas fueron insuficientes y los sindicatos, como UGT y CNT, ganaron fuerza. Durante la Primera Guerra Mundial, la neutralidad de España benefició a los empresarios, que se enriquecieron a costa del incremento de precios, empobreciendo a los trabajadores con salarios fijos. Este contexto propició un aumento significativo de huelgas, llegando a 463 en 1918.
La crisis del 98 impulsó a la burguesía catalana a distanciarse de los partidos tradicionales y apoyar el regionalismo, creando en 1901 la Lliga Regionalista, que abogaba por la autonomía de Cataluña. La Solidaritat Catalana incluía republicanos y carlistas y, gracias a la Ley de Mancomunidades Regionales de 1912, se inició la Mancomunidad de Cataluña en 1914 bajo Enric Prat de la Riba, que administraba servicios comunes a nivel municipal. Su disolución en 1925 por Miguel Primo de Rivera y la negativa del rey a reformar la constitución para otorgar autonomía a las regiones, ocasionó la ruptura definitiva de la burguesía catalana con el centralismo de Alfonso XIII.
El Partido Nacionalista Vasco (PNV) también experimentó un aumento en sus resultados electorales a inicios del siglo XX, especialmente en Bizkaia. Aunque inicialmente moderaron su discurso hacia una autonomía, la falta de respuesta del gobierno llevó a un resurgimiento de sus posturas radicales en los años veinte, favoreciendo su separación del régimen y un acercamiento a los republicanos, similar a lo ocurrido con los regionalistas catalanes.
El Problema Militar y de Marruecos
Durante el reinado de Alfonso XIII, el ejército se interesó nuevamente por la política debido al deterioro del sistema y el aumento de las revueltas obreras. A inicios del siglo XX, tras el desastre del 98, el ejército estaba obsoleto, mal equipado y poco efectivo. La mayoría de sus oficiales eran de clases medias, con esperanzas de ascensos que a menudo eran arbitrarios.
España, con presencia en Ceuta y Melilla desde el siglo XV, participó en un protectorado sobre Marruecos junto a Francia tras la Conferencia de Algeciras de 1906. En 1912, se separaron las zonas de protectorado: Francia se quedó con el sur y España con el norte. La resistencia marroquí derivó en una guerra larga, costosa y criticada, culminando en el desastre de Annual en 1921, con la aniquilación de tropas españolas del general Manuel Fernández Silvestre por Abd el-Krim.
Los intereses en Marruecos eran variados: estratégicos (control del Estrecho de Gibraltar), económicos (explotación de recursos), de prestigio (recuperar el prestigio internacional tras 1898) y militares (ascensos para oficiales). En las revueltas de 1909 y 1917, el ejército actuó como fuerza de represión a cambio de ser consultado en temas como la guerra de Marruecos y el regionalismo catalán, debilitando la independencia de los gobiernos y del rey. La guerra marroquí dio lugar a un nuevo tipo de oficial, conservador y crítico con los políticos, que apoyó la Dictadura de Primo de Rivera.
Antonio Maura: La Revolución desde Arriba
Antonio Maura, figura del Partido Conservador, buscó la regeneración política y dirigió el gobierno en varias ocasiones, destacando entre 1903 y 1904 y entre 1907 y 1909. En 1907, intentó reformar el sistema canovista para modernizar el estado. Para acabar con el caciquismo y encauzar el nacionalismo, presentó la «Ley de Administración Local» en 1907, que fracasó. Esta ley autorizaba la creación de Mancomunidades Regionales, con las que Maura pretendía encauzar el problema regionalista, especialmente el catalán.
Del gobierno de Maura destacan las leyes de 1908 y 1909 que regulaban el derecho de huelga, la creación en 1908 del Instituto Nacional de Previsión (base del actual sistema de la Seguridad Social), la ley electoral de 1907 que establecía el voto como deber cívico obligatorio y pretendía acabar con el fraude electoral, y la Ley de Construcciones Navales, dirigida a la reconstrucción de la marina mercante y de la industria naval.
La Crisis de 1909: La Semana Trágica de Barcelona
Las causas generales de la Semana Trágica fueron:
- El crecimiento del republicanismo y del anticlericalismo entre los obreros catalanes e inmigrantes andaluces.
- La intensificación del antimilitarismo desde la promulgación de la Ley de Jurisdicciones.
- La expansión del nacionalismo en torno a Solidaridad Catalana.
El incidente que la provocó fue la movilización de reservistas para enviarlos a Marruecos, tras el desastre del Barranco del Lobo. Esta decisión provocó protestas y un descontento general, aprovechado por anarquistas y radicales para desencadenar una huelga general en Barcelona. La situación se descontroló con el asalto y la quema de iglesias y conventos. La violencia se propagó a otras ciudades de Cataluña. Tras días de caos, se decretó el estado de guerra, se enviaron tropas y se restableció el orden. La represión dejó más de 116 muertos, 300 heridos y 1500 encarcelados, con numerosas condenas a muerte, incluyendo la del anarquista Francisco Ferrer Guardia. Su ejecución provocó protestas nacionales e internacionales, forzando la dimisión de Maura y poniendo de manifiesto la crisis del turno de partidos.
Canalejas: Una Ocasión Perdida
El liberal José Canalejas quiso continuar la obra de Maura, pero no contó con el tiempo ni el apoyo suficiente. Sustituyó el impuesto de consumos por uno progresivo sobre las rentas urbanas, reformó la Ley de Reclutamiento, promulgó leyes para mejorar las condiciones laborales, y trató de reducir los poderes de la Iglesia con la Ley del Candado. Para satisfacer a los regionalistas, consiguió en 1912 la aprobación de la Ley de Mancomunidades Regionales. En Marruecos, restableció la seguridad en torno a Melilla y ocupó Larache, Alcazarquivir y los alrededores de Ceuta. Firmó el acuerdo hispano-francés que separaba los protectorados sobre Marruecos. Su asesinato en 1912 provocó la escisión del partido liberal.
La Crisis General de 1917
Oficiales del ejército, parlamentarios y sindicatos obreros coincidieron en su oposición al régimen de la Restauración. Los oficiales se organizaron en las Juntas Militares de Defensa, exigiendo ascensos por antigüedad y subida de sueldos. Los diputados y senadores catalanes exigieron la apertura de Cortes Constituyentes. Socialistas y anarquistas convocaron una huelga general pidiendo un gobierno provisional. Ante la situación, el presidente Eduardo Dato declaró el estado de guerra, la asamblea de parlamentarios se disolvió, y el ejército reprimió la huelga, que se saldó con 200 muertos y más de 2000 detenidos. Ninguno de los problemas planteados obtuvo solución.
Causas del Golpe de Estado de 1923
Tras el fracaso de las protestas de 1917, los problemas se agravaron. Se sucedieron doce gobiernos de coalición ineficaces e inestables. El malestar obrero se manifestaba en huelgas y desórdenes, y los nacionalistas mantenían sus demandas de autogobierno. El desastre de Annual en 1921, con la muerte de 12.000 soldados, fue la gota que colmó el vaso. El «Expediente Picasso» se utilizó para exigir responsabilidades a generales y al rey. Ante la descomposición del sistema, el general Primo de Rivera dio un golpe de Estado el 13 de septiembre de 1923, disolviendo las Cortes y suspendiendo la constitución. El rey aceptó la situación, que contaba con el apoyo de la Iglesia, el ejército, la burguesía industrial y los terratenientes.
La Dictadura de Primo de Rivera
La dictadura de Primo de Rivera se caracterizó por su originalidad, al no encontrar oposición inicial, y por presentarse como estable y permanente. Inspirado en el fascismo italiano, su gestión se enmarcó en la crisis de la democracia liberal en Europa. Con un enfoque paternalista, promovió el orden y la disciplina. Despreciaba a los políticos y partidos corruptos, combinando ideas regeneracionistas con influencias católicas y fascistas. Aunque centralista y conservador, confiaba en su intuición y patriotismo.
Etapas del Nuevo Régimen
a) El Directorio Militar (1923-1925)
En la primera etapa, el gobierno estuvo compuesto por militares. Se estableció una administración centralizada, disolviendo la Mancomunidad de Cataluña. Se lanzaron proyectos de obras públicas y se dieron los primeros pasos de la segunda revolución industrial. Se implementaron planes de obras hidráulicas. La paz social se restableció con la colaboración de sectores del PSOE y UGT. En el ámbito económico, se logró un equilibrio presupuestario. El mayor triunfo fue la pacificación de Marruecos tras el desembarco de Alhucemas en 1925.
b) El Directorio Civil (1925-1930)
En la segunda etapa, el régimen se institucionalizó. Primo de Rivera reemplazó a sus ministros militares por civiles, creando la Unión Patriótica. Este cambio provocó el descontento de la cúpula militar. Partidos y sindicatos de izquierda se opusieron a su gestión. El gobierno enfrentó dificultades frente a la crisis económica mundial de 1929. La economía se estancó, provocando críticas de intelectuales. Primo de Rivera optó por la represión. La creciente impopularidad del régimen fue utilizada por los nacionalistas catalanes, descontentos por la disolución de la Mancomunidad. La prohibición de símbolos catalanes provocó un mayor distanciamiento de la burguesía catalana. Ante la demanda de normalidad, surgió la «cuestión de los artilleros», un intento de golpe de estado que fracasó. El rey, preocupado, sugirió a Primo de Rivera que renunciara, lo que hizo en enero de 1930, exiliándose en París donde falleció poco después.
El Final de la Monarquía y la Instauración de la II República
Tras la dimisión de Primo de Rivera, el rey nombró presidente al general Dámaso Berenguer, cuyo gobierno conservador fue llamado «Dictablanda». La oposición se manifestó en su contra y en agosto de 1930 se firmó el Pacto de San Sebastián para implantar la república. El gobierno tuvo que hacer frente al pronunciamiento de Jaca y a la insurrección de Cuatro Vientos. Las elecciones municipales de abril de 1931 dieron un resultado favorable a los republicanos en las capitales de provincia. Ante los resultados, el rey cedió a la voluntad popular y abandonó España. El comité ejecutivo del Pacto de San Sebastián se constituyó en Gobierno Provisional, proclamándose la II República el 15 de abril de 1931.