La Alianza con la Francia Napoleónica (1799-1808)
Desde 1799 a 1808, Napoleón extendió por Europa las conquistas de la Revolución Francesa, terminando con el Antiguo Régimen. España, aliada del imperio napoleónico, entró en guerra con Portugal, que se resistía al embargo contra Inglaterra (Guerra de las Naranjas, 1801), y luego contra la propia Inglaterra (Trafalgar, 1805). La oposición a Godoy (nobleza, clero) por los fracasos en política exterior, el hundimiento económico y los intentos desamortizadores, se aglutinó en torno a Fernando VII, conspirando contra Godoy y el rey.
Napoleón decretó el bloqueo continental contra Inglaterra. Portugal lo incumplió. España autorizó la entrada del ejército francés para invadir Portugal (Tratado de Fontainebleau), lo que equivalía a la invasión de España. El Motín de Aranjuez (marzo 1808), un levantamiento popular alentado por simpatizantes del príncipe heredero, provocó la caída de Godoy y la abdicación de Carlos IV. Napoleón no reconoció al nuevo rey, y Carlos IV quiso retractarse. La familia real salió a Francia, las tropas francesas (Murat) entraron en Madrid, y las Abdicaciones de Bayona culminaron con la cesión de la corona a José Bonaparte.
La Guerra de la Independencia (1808-1814)
El 2 de mayo de 1808, el pueblo de Madrid se levantó contra los franceses. La revuelta se extendió, convirtiéndose en un conflicto armado. La resistencia española sorprendió a Europa. Zaragoza y Bailén fueron hitos de resistencia. En noviembre de 1808, Napoleón entró en España con 250.000 soldados. El avance francés fue imparable. Los leales (Junta Central) retrocedieron a Cádiz. El dominio francés fue casi total, sobre todo en las ciudades. Dada su inferioridad militar, los españoles adoptaron la guerrilla. En 1812, Napoleón, en guerra con Rusia, retiró parte de su ejército de España. La guerra en España, una pesadilla por la guerrilla, comenzó a declinar. Inglaterra, Francia y España se coaligaron. Wellington, al frente de tropas inglesas, derrotó a los franceses en Arapiles, liberó Andalucía y entró en Madrid. José I huyó. Tras la derrota francesa en San Marcial, el Tratado de Valencay devolvió la corona a Fernando VII. La guerra fue nacional y popular, pero no revolucionaria, en nombre de la patria, Dios y el rey. La minoría ilustrada se dividió entre afrancesados y liberales.
José I reinó con el Estatuto de Bayona, un texto constitucional reformista, rechazado por la población. Ante el vacío de poder, se formaron juntas provinciales, que asumieron la soberanía. De ellas nació la Junta Central Suprema.
La Constitución de 1812
La primera Constitución española, inspirada en la francesa de 1791, definió a España como una monarquía constitucional con soberanía nacional. El poder ejecutivo residía en el rey, el legislativo en las Cortes unicamerales, con sufragio universal masculino. Se proclamó la igualdad de los ciudadanos, con derechos individuales y colectivos. Se implementó una burocracia centralizada, fiscalidad común, ejército nacional y mercado libre.
El Trienio Constitucional (1820-1823)
Rafael Riego se levantó contra la monarquía, a favor de la Constitución. Fernando VII la aceptó, pero siguió intrigando. España fue uno de los pocos países constitucionales en la Europa de la Restauración. Se eliminó la Inquisición y los señoríos, se expulsó a los jesuitas, se implementó el sistema fiscal y las leyes de Cádiz. Se suprimieron las órdenes monacales. Los liberales se dividieron en:
- Moderados: Partidarios del sufragio restringido y sistema bicameral.
- Exaltados: Más jóvenes, defensores del sufragio universal y sistema unicameral.
La oposición contrarrevolucionaria (rey, ejército, iglesia, nobleza) pidió ayuda a Europa. En 1823, Los Cien Mil Hijos de San Luis intervinieron, restableciendo el absolutismo. Fernando VII invalidó la legislación del Trienio.
La Década Absolutista (1823-1833)
Se desató una dura represión contra los liberales. Se restableció el Antiguo Régimen, con algunas reformas económicas. Los enemigos del rey eran los liberales exaltados y los realistas puros o ultrarrealistas, partidarios del Antiguo Régimen, quienes, al considerar blando a Fernando VII, se agruparon en torno a Carlos María Isidro (hermano del rey y posible heredero por la ley sálica), conocidos como carlistas.