La Crisis de 1898 y sus Consecuencias
La crisis de 1898 fue provocada por la pérdida de las colonias españolas de Cuba y Filipinas. Aunque España intentó implementar reformas en Cuba, como la abolición de la esclavitud y la concesión de representación en las Cortes, las tensiones continuaron aumentando debido a políticas que afectaban negativamente la economía cubana. En 1895, José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano e inició la lucha por la independencia. España intentó sofocar la rebelión por la fuerza, pero las reformas llegaron demasiado tarde.
En 1898, Estados Unidos intervino tras la explosión del acorazado Maine en La Habana. Las fuerzas estadounidenses derrotaron a España en las batallas de Cuba y Filipinas. Como resultado, España perdió Cuba, Puerto Rico y Filipinas tras la firma del Tratado de París.
La derrota sumió a España en una profunda desilusión y preocupación por su futuro. Tras la crisis, surgieron movimientos regeneracionistas, como el liderado por Joaquín Costa, que buscaban modernizar el país, mejorar la economía y la educación. También emergió la Generación del 98, un grupo de escritores e intelectuales que criticaron el atraso del país y reflexionaron sobre cómo mejorar su situación.
Alfonso XIII y la Crisis de la Restauración (1902-1931)
Alfonso XIII accedió al trono en 1902, pero su reinado estuvo marcado por la crisis del sistema de la Restauración, caracterizado por el bipartidismo entre el Partido Liberal y el Partido Conservador. Este sistema, basado en el turno pacífico, estaba profundamente deteriorado debido al fraude electoral y el caciquismo, donde los líderes locales manipulaban las elecciones, generando desconfianza en la población y corrupción en la política española.
Durante el reinado de Alfonso XIII, surgieron diversos movimientos de oposición. El republicanismo creció, demandando la abolición de la monarquía. También aparecieron fuertes movimientos nacionalistas en regiones como Cataluña y el País Vasco, que buscaban mayor autonomía. A nivel social, el movimiento obrero se fortaleció, especialmente con la creación de sindicatos como la UGT, que luchaban por mejores condiciones laborales.
En el ámbito internacional, la Guerra de Melilla (1909) y, especialmente el desastre de Annual (1921) en Marruecos, representaron un gran fracaso para España. La derrota militar debilitó aún más al gobierno, permitiendo el auge de la oposición política y la creciente desestabilización del régimen. En 1923, el general Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado e instauró una dictadura militar. Esta dictadura marcó el fin del sistema de la Restauración y el comienzo de un periodo de control autoritario. Alfonso XIII intentó recuperar el control, pero la situación empeoró. En 1931, con el régimen completamente colapsado y la proclamación de la Segunda República, el rey se exilió, poniendo fin a su reinado y al sistema monárquico en España.
La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)
La dictadura de Primo de Rivera se puede dividir en tres etapas clave:
- Etapa militar (1923-1925): Tras el golpe de Estado de 1923, Primo de Rivera, con el apoyo del rey Alfonso XIII, suspendió la Constitución, disolvió las Cortes y prohibió los partidos políticos. Su objetivo era erradicar la corrupción y restaurar el orden, combatiendo el terrorismo y los movimientos de protesta.
- Etapa civil (1925-1929): En 1925, la dictadura se transformó en una dictadura civil. Primo de Rivera creó el partido Unión Patriótica como único partido oficial y llevó a cabo grandes obras públicas para generar empleo. También destacó la victoria en la Guerra de Marruecos (1925), que mejoró el prestigio del régimen.
- Crisis y caída (1929-1930): A partir de 1929, la dictadura comenzó a debilitarse debido a la crisis económica, que incrementó el paro y el descontento social. El rechazo de los nacionalismos y el movimiento obrero, junto con la crítica de intelectuales, condujo a la dimisión de Primo de Rivera en 1930, poniendo fin a la dictadura.
Profundizando en la Dictadura
En septiembre de 1923, el general Primo de Rivera, con el apoyo del rey Alfonso XIII, lideró un golpe de Estado. Suspendió la Constitución, disolvió las Cortes y prohibió los partidos políticos y sindicatos. Su objetivo era terminar con la corrupción del sistema político de la Restauración y «regenerar» el país.
En política interior, creó la Unión Patriótica, un partido que respaldaba su dictadura y rechazaba el liberalismo y la democracia. Se enfocó en mantener el orden, erradicar el terrorismo, y reprimir los nacionalismos y las manifestaciones.
En política exterior, la dictadura logró un gran éxito con la Guerra de Marruecos, especialmente tras la victoria en la batalla de Alhucemas en 1925, lo que incrementó el prestigio del régimen. En el ámbito económico, se realizaron grandes obras públicas que crearon empleo, y el gobierno intervino significativamente en la economía, apoyando empresas y estableciendo monopolios.
Sin embargo, la dictadura cayó en 1930 debido a varios factores, como la crisis económica de 1929, que aumentó el desempleo, la oposición del movimiento obrero, los problemas con los nacionalismos y las críticas de intelectuales. Además, partidos republicanos, socialistas y catalanistas firmaron el Pacto de San Sebastián para derrocar la dictadura y establecer una Segunda República. Finalmente, Primo de Rivera dimitió, y el rey intentó regresar al sistema parlamentario, pero las elecciones de 1931 favorecieron a los republicanos, lo que condujo al fin de la monarquía.
Unión Patriótica: El Partido Único
La Unión Patriótica fue un partido político español creado por Miguel Primo de Rivera como partido único del régimen. De ideología conservadora, nacionalista y católica, a imitación del partido fascista italiano, hizo un amplio uso de la propaganda, sentando las bases que caracterizarían a las facciones extremas de España.
El Pacto de San Sebastián: El Fin de la Monarquía
El Pacto de San Sebastián fue un acuerdo creado por la Alianza Republicana en agosto de 1930, al que asistieron republicanos, socialistas y catalanistas. En él se acordó el fin de la monarquía de Alfonso XIII y la creación de la Segunda República.
Resumen de la Restauración Borbónica (1874-1902)
Tras el golpe del general Pavía en 1874, que puso fin a la I República Española, se restauró la monarquía en la figura de Alfonso XII, hijo de Isabel II. Este retorno fue posible gracias a la labor de Antonio Cánovas del Castillo, quien consiguió el apoyo de la burguesía y el ejército, y al pronunciamiento militar del general Martínez Campos en diciembre de 1874, que proclamó a Alfonso XII como rey de España.
Durante el gobierno de Cánovas, que dominó la política española hasta 1881, se resolvieron los conflictos heredados del Sexenio Democrático, como la Tercera Guerra Carlista, que finalizó en 1876, y la Guerra de Independencia de Cuba, que concluyó con la Paz de Zanjón en 1878.
En 1876, se aprobó la Constitución de 1876, que combinaba elementos de las constituciones anteriores, estableciendo una monarquía parlamentaria, un Estado confesional católico y un sistema bicameral con el Congreso y el Senado. Aunque el sufragio fue inicialmente restringido, se amplió a sufragio universal masculino en 1890.
El sistema político de la Restauración se basó en el bipartidismo entre el Partido Conservador (liderado por Cánovas) y el Partido Liberal (liderado por Sagasta). El sistema funcionaba mediante un turnismo pacífico, en el que los partidos se alternaban en el poder para asegurar la estabilidad. Sin embargo, este modelo estuvo marcado por el caciquismo y el fraude electoral, prácticas como el encasillado (reparto previo de escaños entre los partidos) y el pucherazo (manipulación de votos y censos), lo que limitó la representación democrática.
Este sistema permitió la estabilidad política durante varias décadas, pero las prácticas corruptas y la falta de una democracia real contribuyeron a la crisis de la Restauración a principios del siglo XX.
Oposición Política al Régimen de la Restauración
Durante la Restauración, hubo varias oposiciones al régimen. El carlismo seguía oponiéndose al régimen liberal, defendiendo la monarquía tradicional, la religión y los fueros, aunque existían divisiones internas.
También se manifestaron nacionalismos periféricos en lugares como Cataluña, el País Vasco y Galicia. El nacionalismo catalán reclamaba que el catalán fuera lengua oficial, que Cataluña tuviera mayor autonomía y sus propios tribunales, como se establecía en las Bases de Manresa de 1892. El nacionalismo vasco defendía sus fueros y tradiciones, y fundó en 1897 el Partido Nacionalista Vasco (PNV). En Galicia, el nacionalismo estaba más centrado en la resolución de problemas económicos y sociales.
Tras el fracaso de la Primera República, los partidos republicanos se reorganizaron con diferentes líderes como Castelar y Pi y Margall, que buscaban cambiar el modelo de Estado a uno republicano.
El movimiento obrero creció con dos corrientes principales: la anarquista y la marxista. Los anarquistas, liderados por Mijaíl Bakunin, rechazaban la participación política dentro del sistema y se centraban en la acción directa, incluyendo el uso del terrorismo, como en el asesinato de Cánovas del Castillo en 1897. Los marxistas, liderados por Pablo Iglesias, crearon el PSOE en 1879 con el objetivo de conseguir el poder para la clase trabajadora. Además, en 1888, fundaron el sindicato UGT.