De la Semana Trágica a la Huelga Revolucionaria (1909-1917)
El Conflicto Colonial de Marruecos
A partir de 1900, España consolidó su penetración en el norte de África. Se estableció un protectorado francoespañol en la zona de Marruecos. A España le correspondía el territorio del Rif, una zona montañosa, con la obligación de organizarlo y pacificarlo.
El interés español se debía a los posibles beneficios económicos, a la intención de restaurar el prestigio del ejército, hundido tras la pérdida de Cuba, y al deseo de que España volviera a ser una potencia colonial.
La presencia española estuvo contestada por ataques rifeños (cabilas). En 1909, las cabilas consiguieron una importante victoria en el Barranco del Lobo. Se decidió aumentar el número de soldados y se dispuso que algunos regimientos partieran de Barcelona, lo que provocó una gran protesta del pueblo.
La Semana Trágica de Barcelona
La movilización contra la guerra se inició en el puerto de Barcelona el 18 de julio. El 24 de julio se constituyó un comité de huelga con participación de lerrouxistas, anarquistas, socialistas y republicanos. Se convocó una huelga para el 26 de julio, pero acabó derivando en una revuelta popular, que fue un estallido de todas las tensiones sociales acumuladas.
Los incidentes en la calle fueron muchos y se levantaron barricadas. Explotó un sentimiento anticlerical que provocó el incendio de numerosos centros religiosos. Las autoridades declararon el estado de guerra y enviaron refuerzos para reprimir las manifestaciones. La falta de dirección derivó hacia la acción descontrolada de grupos que actuaban sin objetivos claros. El 2 de agosto se controlaron los sucesos.
La represión del gobierno de Maura fue dura. Se emitieron las penas mediante tribunales militares y se ejecutó a Francisco Ferrer y Guardia, pedagogo anarquista fundador de una escuela laica, que no intervino en la protesta, pero el castigo por el anticlericalismo debía ser ejemplar.
La represión provocó una oleada de protestas. El gobierno conservador de Maura se enfrentó a duras críticas. Los republicanos y los liberales exigían su dimisión. La denuncia recibió apoyos («¡Maura no!» fue la fórmula empleada para la protesta). Alfonso XIII disolvió las Cortes y traspasó el gobierno a los liberales.
El Impacto de la Gran Guerra
En el verano de 1914, estando el conservador Dato en el gobierno, estalló la Primera Guerra Mundial. Dato declaró de inmediato la neutralidad española, evitando un grave desastre. Esta situación representaba una oportunidad para la economía española, pues permitió exportar productos industriales y venderlos a altos precios, que los países en guerra estaban dispuestos a pagar.
Al dedicarse gran parte de la producción a la exportación, los precios interiores subieron mucho. Sin embargo, los salarios no subieron. El conflicto social por el empeoramiento de las condiciones de vida creció de modo imparable, y las organizaciones obreras encabezaron una protesta que desembocó en el movimiento huelguístico de 1917.
La Crisis de 1917
En 1917 se produjeron conflictos sociales y políticos en gran parte de Europa. En España, las graves dificultades del sistema de la Restauración, el descontento militar y la conflictividad social provocaron una protesta generalizada antigubernamental. Al margen del poder, los militares y las organizaciones obreras se movilizaron.
La Protesta Militar
El ejército español presentaba un gran número de oficiales (excesivo) y los ascensos se obtenían por méritos de guerra, lo que favorecía a los militares africanistas frente a los peninsulares. La inflación disminuía el valor real de los ya bajos sueldos militares.
El descontento entre los militares de baja y media graduación desembocó en la creación de las Juntas de Defensa, que se extendieron por la península. Eran asociaciones de militares que reclamaban un aumento salarial y se oponían a los ascensos por méritos de guerra, reivindicando la antigüedad como único criterio. El manifiesto de junio de 1917 culpaba al gobierno de los males del ejército y del país, y hacía un llamamiento a la renovación política. El gobierno no cedió a las demandas de las Juntas.
El manifiesto hizo crecer las esperanzas de que el ejército podría sumarse a un movimiento que exigiese la renovación política. Pero los acontecimientos demostraron que las reivindicaciones eran básicamente una forma de presión al gobierno al servicio de sus intereses profesionales.
La Crisis Política
La situación política era grave. El gobierno de Dato (conservador) había sido sustituido por un gabinete liberal presidido por el Conde de Romanones, que continuó con la corrupción política. Ante las quejas, decidió cerrar las Cortes en 1916. En 1917, Dato volvió a asumir la jefatura de gobierno, y una representación de diputados de la oposición reclamó la reapertura de las Cortes. El gobierno se negó y aumentó la censura de prensa. La Lliga organizó en Barcelona una asamblea parlamentaria de catalanes, y se convocó una reunión de todos los diputados y senadores, aunque acudieron pocos. El gobierno prohibió la convocatoria, pero se acabó celebrando y fue disuelta por la Guardia Civil. El movimiento parlamentario desapareció sin haber conseguido la reforma.
La Huelga General Revolucionaria
En 1916 ya se había producido un importante movimiento huelguístico, y en 1917 las centrales sindicales UGT y CNT acordaron firmar un manifiesto conjunto en el que se instaba al gobierno a intervenir para contener los precios bajo la amenaza de una huelga general. La tensión estalló en 1917 a partir de un conflicto ferroviario en Valencia, y la UGT y el PSOE decidieron llamar a la huelga general. La protesta adquirió un carácter revolucionario porque las fuerzas obreras reclamaban el fin de la monarquía y que se convocaran Cortes para pasar a un sistema republicano.
La huelga apenas contó con campesinos y tuvo una participación desigual. Madrid, Barcelona, el País Vasco y Asturias fueron los focos más importantes. El gobierno actuó con una actitud represiva, declaró la ley marcial y envió al ejército a aplacar el movimiento. La huelga general fracasó y no consiguió contar con el apoyo de amplios sectores, aunque debilitó aún más el régimen, demostró su brutalidad y radicalizó a la oposición. La Restauración entró en su crisis definitiva.