El Románico
El Románico es el arte de la plena Edad Media y del Feudalismo. Este estilo artístico se adapta a una sociedad ruralizada, inculta y controlada intelectualmente por la Iglesia. Por eso, va a ser el arte de la irracionalidad, el oscurantismo y el misterio. Es un arte relacionado con la fe, surgido de una cultura teológica. La Iglesia coacciona el pensamiento libre y desconfía de los individuos que piensan por sí mismos y tratan de ver las cosas con “la luz de la razón”. Una luz más poderosa, la fe, lo iluminaba todo con suficiente claridad. Así vemos cómo el dogma religioso siempre produce irracionalidad y superstición, pero además produce la concepción de un mundo autoritario, inmutable, eterno y dogmático. La ley medieval no es escrita, es consuetudinaria y es buena porque es vieja. Por eso, el arte románico se hace siempre para perdurar; sus líneas son estables y quietas, con formas pesadas y volúmenes compactos. La iglesia románica no está bien iluminada, es más bien oscura, para convertir ese lugar en el sitio donde, en recogimiento y reposo, se adora a Dios. Los rasgos socioeconómicos también influyen. El arte románico es la producción plástica de la aristocracia feudal y de los monjes altomedievales. Es, por tanto, un arte monástico. E. Valdearcos, en “El arte románico”, explica que socialmente se produce una alianza entre clero y nobleza, dos estamentos con intereses comunes: dominar a los labradores y conseguir mayor poder en una época en la que el poder no es fijo, sino algo que se pierde y se gana constantemente. Hay tres estamentos sociales:
- La nobleza: la clase guerrera, encargada de defender a los demás.
- El clero: la salvaguarda espiritual.
- El laboro: la clase encargada de mantener a los otros dos estamentos.
La economía medieval es una economía natural, sin mercados. Hay falta de comercio y de dinero, y el único bien rentable es la tierra, y esta no cambia de manos. Ello determina la inmovilidad de las clases sociales, y las revoluciones no vienen porque los pobres quieran escalar puestos en la jerarquía social, sino porque no pueden comer y consideran que sus señores han violado la ley consuetudinaria. A nivel cultural, la cultura la impone siempre la clase dirigente. Por eso, orden divino estamental, quietud sin cambios y mezcla de guerra y religión son influencias sociales que se plasman en el arte románico. La economía medieval no es urbana, sino rural. El poder y, por lo tanto, el dinero no está en las ciudades, sino en el campo, donde están los señores feudales y los monasterios. Por eso, el estilo románico es un arte rural.
El Barroco
El Barroco es el estilo que se gesta a finales del siglo XVI y se extiende hasta el siglo XVIII. Nace en Italia y desde allí se expande por toda Europa y, de la mano del Imperio español, por Hispanoamérica. Se trata de un estilo complejo, fruto de una época de crisis. Es un arte brillante y fantasioso, ostentoso. Con él se expresa el poder de los grandes monarcas, la fluyente riqueza de los Estados y la próspera situación del catolicismo. La variedad de situaciones socioeconómicas, políticas y religiosas originan la existencia de dos tipos de barroco: el barroco cortesano y católico, instrumento de propaganda de la Iglesia y del Estado absoluto, y el barroco burgués y protestante. Pese a estas grandes diferencias, existen impulsos estéticos comunes, fruto de la sensibilidad de la época, que desdeña las reglas y tiende a lo emotivo y desbordante. Es un estilo que refleja el estado de ánimo del hombre del momento: pesimista, desengañado, realista, con conciencia de sus imperfecciones. Ello contrasta con el optimismo humanista que había dominado la época del Renacimiento. El término “barroco” fue usado después con un sentido despectivo, para subrayar el exceso de énfasis y abundancia de ornamentación, a diferencia de la racionalidad más clara y sobria de la Ilustración.
Las Vanguardias
En el período comprendido entre 1905 y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, se produjeron las mayores rupturas con la tradición artística que ha conocido la humanidad. El cambio que se experimenta en la estructura social, con el auge de los movimientos obreros, llevó a numerosos autores a comprometerse políticamente. La fractura que provocaron los movimientos de vanguardia con respecto al arte anterior estaba íntimamente ligada a los profundos cambios políticos y sociales producidos con la llegada del siglo XX. Es la época de los ismos o de las vanguardias históricas. Aunque las vanguardias son numerosísimas, dos son las posiciones básicas:
- La que busca la respuesta a sus preguntas en la razón.
- La que lo hace en la emoción.
La primera posibilidad, la racionalista, se concreta en vanguardias como el Racionalismo, el Neoplasticismo y, sólo en parte, el Cubismo. La segunda, la emotiva, dará lugar al Expresionismo, el Dadaísmo o el Surrealismo. Los movimientos de vanguardia suelen ir acompañados de un documento literario: el manifiesto. Otro rasgo destacado es su brevedad. Las vanguardias van unidas a la figura del marchante. Todas las vanguardias tienen en común su carácter innovador y el estar en continuo proceso de renovación. Las vanguardias son movimientos artísticos revolucionarios que rompen con la tradición y convulsionan el mundo del arte. El autor toma conciencia de su libertad creativa y expresiva, inventando nuevos lenguajes artísticos. Se usa el término militar “vanguardias” para aludir a la manera brusca en que estos movimientos se abrieron paso en un contexto artístico que todavía dependía estéticamente de modelos tradicionales. Sin embargo, se califican de “históricas” porque sus hallazgos y alternativas ya forman parte de la cultura occidental. Otro factor importante que influye en el origen de las vanguardias es el referido a los avances tecnológicos. Surgen los diferentes movimientos en un momento de avances vertiginosos. Estos avances funcionan como origen de una nueva sensibilidad artística, pero a la vez como inspiración de una nueva iconografía, algo que también ocurre con respecto a la cultura urbana y los nuevos hábitos de vida característicos del siglo XX.