Estructura Social de al-Ándalus: Convivencia e Intercambio Cultural entre Vencedores y Vencidos


III. Estructura social

A. Los vencedores

La población invasora procedió de dos grupos étnicos fundamentales: árabe y bereber.

Los árabes

Fueron menores en número y pertenecieron en su mayoría a dos grupos, los yemeníes y los maadíes. Estos árabes de Iraq, el Yemen, Egipto o el Magreb, junto a grandes contingentes sirios, se instalaron en las zonas más ricas de la península y llenaron con sus disputas la historia social y política de los primeros siglos.

Los bereberes

La proximidad de Marruecos facilitó la inmigración de bereberes magrebíes. Obligados a asentarse en regiones menos favorables, se arabizaron con el tiempo e incluso algunos regresaron a sus regiones de origen. A finales del siglo VIII, los bereberes representaban una importante mayoría en el conjunto de su población.

Los “eslavos”

Fueron procedentes de la Europa central y oriental, aislados en las milicias califales o sirviendo en los palacios del monarca. Vivieron como una casta cerrada para terminar fundiéndose con el resto de la población andaluza. Los eslavos fueron parte activa de las intrigas palatinas. Con el avance de la Reconquista, numerosos contingentes de musulmanes vivieron en los cada vez más amplios territorios cristianos. Unos conversos, como los moriscos, y otros, los mudéjares, siguieron practicando su religión.

B. Los vencidos

1. La mayoría cristiana. Los mozárabes

En los primeros tiempos, la mayor parte de la población hispana permaneció donde vivía y fueron pocos los que, huyendo de los musulmanes, buscaron refugio en el norte. Los vencidos adoptaron una doble actitud: mantener su religión y convivir como cristianos en el Estado islámico, o bien renegar de ella y fusionarse con los recién llegados. Aquellos fueron llamados mozárabes. Con el paso del tiempo y la abundancia de matrimonios mixtos, surgió una tercera clase, los muladíes.

Los mozárabes se acogieron como protegidos, gozaron de libertad de culto en sus iglesias y monasterios, y conservaron su propio derecho, tanto el secular como el canónico. Inmersos siglo tras siglo en el mundo islámico, adoptaron a menudo nombres arábigos; combatieron a veces como mercenarios y representaron, en suma, con la práctica de matrimonios mixtos y la dedicación de los más selectos a la ciencia y cultura árabes, un papel de primer orden en el proceso de integración de las dos culturas. Pese a las persecuciones que sufrieron en el siglo IX, el clima de tolerancia y concordia se mantuvo hasta los comienzos del siglo XI. Desde entonces, el panorama cambió. Con almorávides y almohades, los mozárabes fueron objeto de medidas represivas.

Los muladíes se arabizaron manteniendo un rescoldo hispano godo, que facilitaría su función de intermediarios entre la cultura islámica y cristiana.

2. Las comunidades judías

Los judíos tuvieron la condición de “protegidos”. El califa almohade al-Mansur obligó a los judíos a llevar una indumentaria especial de color azul para diferenciarlos del resto de la población. Se ha calculado que el total de judíos alcanzó una cifra entre 50.000 y 55.000. En las grandes ciudades habitaron en barrios separados, practicando libremente el culto en las sinagogas. Cada comunidad elegía entre sus miembros a un jefe (nasi), quien la representaba ante la autoridad musulmana.

Los judíos conservaron su religión y también su derecho, cuyas fuentes básicas eran la propia ley divina (Torá), recogida en los 5 libros bíblicos del Pentateuco, y la tradición o Mischná, recopilada en el Talmud. En el Islam español, los judíos aparecen preferentemente dedicados a actividades económicas y al estudio y práctica de la medicina.

C. Clases sociales

La sociedad del Islam español estuvo compuesta por hombres libres, libertos y esclavos. Entre aquellos existió una aristocracia dominante. Las grandes familias aristocráticas ocuparon altos cargos en la administración de la monarquía omeya, donde luego se vieron desplazados por libertos y eslavos.

La clase media burguesa se dedicó al comercio en los barrios y zocos de las ciudades, y alcanzó de hecho cierto peso en la vida ciudadana.

El pueblo bajo estuvo compuesto por artesanos menores y jornaleros bereberes, muladíes y libertos. Entre los siervos destacaron los eslavos, establecidos en la corte o en las residencias señoriales, llamados saqaliba. La esclavitud debió ser más abundante en el campo, donde esos siervos vivieron en condiciones precarias, cultivando las tierras de sus dueños. El estado de servidumbre, al que se llegaba por nacimiento o cautiverio, resultó más tolerable que el conocido en España en etapas anteriores, y ello porque el esclavo no tenía la condición jurídica de cosa, sino de persona con ciertos derechos. Muchos esclavos fueron beneficiados con la manumisión, otorgada por sus dueños, que pasaban así a formar parte del grupo social conocido como “los libertos”.

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