Etapa genital


BLOQUE III

III.4) DESARROLLO AFECTIVO-SOCIAL

Según Freud, el desarrollo afectivo-genital, el desarrollo sexual, pasa por varias etapas: la oral (hasta los 18 meses), la anal (desde 18 meses hasta 3 años), la fálica (de 3 a 6 años), la de latencia (hasta la primera regla, hasta la primera eyaculación) y la genital (a partir de la primera regla o eyaculación). Describiremos cada una de ellas:

En la oral, el placer se concentra en la boca y se estructura en torno al pecho materno, un hecho de grandes repercusiones posteriores pues, por ejemplo, hemos llegado hasta la pecholatría con el mercado de los sujetadores y las operaciones de pecho. El paso de los alimentos líquidos a los sólidos pueden ser vividos por el niño como una frustración. Es la temática del destete. Le cuesta trabajo tener que renunciar al pecho, al contacto directo con la madre, para hacer de la comida un puro acto de alimentarse. De ahí su importancia posterior como acabamos de decir.

Después, a partir del segundo año (18 meses aproximadamente), la zona erógena pasa de la boca al ano. El niño va a encontrar placer en las funciones de defecación. El placer lo obtiene reteniendo soltando las heces. Es la etapa anal.
Coincidiendo con todo este proceso, aparece la educación materna encaminada al control de los esfínteres. Normalmente, los esfínteres están controlados primero el hacer caca, después el orinar (18-24 meses). La madre le obliga, en primer lugar, a desprenderse de sus heces y, en segundo lugar, a tratarlas como objetos malos (que se echan fuera y se dejan fuera). Toda la educación de los esfínteres está acompañada de experiencias sadomasoquistas. El niño, por complacer a la madre a la que quiere, renunciará al placer y se prestará a la educación de los esfínteres. Esta renuncia constituye la temática sadomasoquista. El niño tiene que ser bueno renunciando al placer para que la madre le siga queriendo. Al mismo tiempo, la renuncia al placer le provoca al niño fuertes sentimientos de agresividad. Esa es, precisamente, la dinámica de la mercado-mediolatría-partitocrática (m-m-p). Se llenan de sadismo contra el otro convertido en rival, lo que es una deformación, una esquizofrenia, y aparece la paranoia para que no nos mate; puro sadismo.

Con el tercer año aparece la etapa fálica.
El niño va a hacer el descubrimiento de sus genitales y va a entretenerse manipulándolos. La actitud entre misteriosa y punitiva que los adultos adoptan ante sus incipientes masturbaciones hace que el niño empiece a valorar intensamente su pene. El niño se sentirá muy orgulloso de poseer un pene y lo que más teme es la castración. A esa idea de castración puede que llegue a partir de las amenazas del padre de cortárselo cuando le ve tocándoselo, pero lo más seguro es que el horror a la castración provenga de experiencias arcaicas de la humanidad transmitidas por el inconsciente colectivo (JUNG).  

Para la niña, el foco del placer reside en el clítoris con que se masturba, pues hasta la pubertad la fuente de placer no se concentra en la vagina. 

Coincidiendo con toda esta temática genital, el niño dirige sus pulsiones genitales hacia la madre, pero está usurpada y monopolizada por el padre. El deseo libidinoso hacia la madre y la agresión por destruir al rival, quitarle de en medio, estructura, pues, el Complejo de Edipo. En la niña presenta alguna peculiaridad. Hasta su fase genital, se encontraba libidinalmente ligada a la madre. Ahora, que se ha descubierto sin pene, encuentra en el padre la persona que puede dárselo, siendo la madre una rival. Ante el Complejo de Edipo, cabe por parte del niño, la represión, una forma neurótica de salir del trance con las secuelas del consiguiente narcisismo y cabe solucionarlo, superarlo, si el niño deja de considerar afectivamente a la madre como una amante de la que está enamorado y pasa a quererla como se quiere a una madre.
En el caso de la niña saldrá del Edipo plenamente desarrollada si el padre deja de ser para ella afectivamente un pretendido amante y pasa a ser querido como fuente de su vida, un padre.
Para los 2, para el niño y la niña, el padre del mismo sexo debe dejar de ser un rival a batir como sucede después, por ejemplo, con la m-m-p o cuando hay cualquier otro rival. En los 2 caso también ese saber aplazar el amor enamoradizo para después, con personas distintas de los padres, deja paso al altruismo, a la empatía, al superar el narcisismo e introducir en la personalidad de los niños la posibilidad de todo buen desarrollo, de toda buena educación, es decir, obrar por satisfacción aplazada.
Los tremendos males de la actitud contraria, la satisfacción inmediata, quedan patentes en las manipulaciones, mentiras y agresividades de la m-m-p que obra siempre por gratificación inmediata. Además del conflicto con los padres como pareja, el niño tiene conflictos con los hermanos. Los hermanos le disputan el cariño de la madre o del padre. El niño piensa eliminar todos estos rivales. Es lo que se llama el Complejo de Caín.
Los padres se refieren a él al decir que el niño tiene “pelusa” pues, el nacimiento de un nuevo hermanito provoca en el niño fuertes depresiones y agresiones. Dicen, claramente, que no quieren al hermano. Le hacen objeto de toda clase de agresiones de forma que la madre tiene buen cuidado de no dejarles juntos solos. Llegan, por ejemplo, hasta orinarse después de controlar los esfínteres para tener él, las atenciones que presta la madre al hermano pequeño calado por el pis.

Superado o reprimido el Edipo, a los 6-7 años, el niño entra en el periodo de latencia que es, evolutivamente, un descanso de una problemática tan absorbente y tan traumática. Por ello, los niños viven sin interesarse por la sexualidad como si no existiese. En realidad, sí que existe, pero está latente, escondida. 

A los 10-11-12 años, los intensos cambios hormonales no permiten seguir reprimiendo la temática sexual. Empieza la pubertad (con la primera regla o con la primera eyaculación), la adolescencia, la juventud, y, después, la edad adulta.

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