Ética y Filosofía: Una Exploración de la Felicidad, el Deber y la Virtud


1. La Ética Estoica

La filosofía estoica se centra en la autarquía (autosuficiencia) y el ideal de sabio que consiste en aceptar el destino y practicar la virtud. El estoicismo es un fatalismo o providencia: hay un logos (o razón universal) que dirige el destino de todo lo que acontece, no solo las leyes de la naturaleza, sino también las acciones humanas. La verdadera libertad consiste en aceptar el destino y no creerse independiente de un orden cósmico universal. El destino no se puede modificar, así que no tiene sentido revelarse contra lo que sucede; por ejemplo, la enfermedad no se puede evitar. Los estoicos adoptan una actitud de resignación que implica, no solo aceptar el destino, sino eliminar los deseos que son fuente de infelicidad. Epicteto: «Ser como una roca contra la que se estrellan todas las olas». La riqueza o la salud son moralmente indiferentes, aunque son preferibles a sus contrarias. Los estoicos ponen el único bien moral en la virtud. La felicidad se alcanza a través de la apateia (negación del deseo) y conduce a la ataraxia (paz interior, tranquilidad de ánimo). La libertad es la condición de la acción moral; por libertad se entiende autoobligarse a obrar según lo exigido incondicionalmente por la razón.

2. Placer y Felicidad en Epicuro

El placer lo reconocemos como el bien primario connatural a nosotros. Toda criatura viviente se deleita con el placer y se resiste al dolor por disposición natural, «pero no todos los placeres compensan», «hay ocasiones en que renunciamos a muchos placeres cuando de ellos se sigue una molestia mayor». Hay que diferenciar los placeres cinéticos, es decir, aquellos en que el proceso de eliminación de dolor culmina en un placer (al hambre sucede el haberse saciado), de los placeres estáticos o estables. La ataraxia o ausencia de dolor del alma es un placer estable, igual que la aponía o ausencia de dolor del cuerpo.
Placeres: superiores (típicos del hambre), inferiores (no típicos del alma).
Epicuro dice que el cuerpo solo goza del placer presente, la mente anticipa el venidero y no deja esfumarse el pasado (interviene la memoria) y dice que las virtudes que no producen placeres son vanas y necias.

3. Eudemonismo en Aristóteles

Ética de la felicidad de Aristóteles: dice que cada actividad tiende a un fin que es su bien. Intenta buscar el fin último, que es la felicidad. Pero ¿en qué consiste la felicidad? Unos la identifican con el placer, otros con los honores, riquezas… Pero la felicidad, dice Aristóteles, no se encuentra en ninguna de estas cosas, y aceptarlo es confundir medios con fines, y aunque estas cosas son necesarias para ser feliz, «el hombre feliz necesita de los bienes corporales y de los externos o de fortuna (…) los que afirman que el hombre que sufre torturas o el que ha sufrido grandes infortunios puede ser feliz si es bueno, no saben lo que dicen».
A la pregunta «¿qué es lo que le puede hacer feliz?», Aristóteles recurre a su concepción de la naturaleza: el fin de cada cosa solo puede consistir en la realización de la función que le es propia (fin del cuchillo: cortar), por lo que el fin del ser humano solo puede consistir en desarrollar de forma adecuada, de forma excelente, en eso consiste la virtud para él, aquellas actividades que supongan la realización de su función propia. El ser humano será feliz en la medida en que realice adecuadamente la función que le es propia.

4. El Criterio Moral en Hume y Bentham

El bien y el mal se identifican con el placer y el dolor. También como agradable y desagradable; útil y perjudicial; simpatía y antipatía. Suscita la aprobación o reprobación de las acciones. Se trata de una ética del sentimiento. Para Bentham, los placeres deben preferirse en función de características: duración, intensidad, fecundidad, pureza (que no están mezcladas con dolores). La ética de Bentham se basa en el principio de interés y principio de felicidad; son preferibles los bienes que buscan la satisfacción de los demás y no el propio interés. Esta ética basa la síntesis entre el egoísmo y eudemonismo social. Hume niega que los preceptos y las normas de la moral encuentren su fundamento último en la razón. En su opinión, las normas morales dependen de los sentimientos. Son los sentimientos los que llevan al ser humano a hablar de comportamientos buenos y malos. Cuando un ser humano siente agrado ante un determinado comportamiento, lo aprueba y califica de bueno. Por el contrario, cuando un comportamiento le desagrada, lo reprueba y califica de malo.

5. Stuart Mill: Utilitarismo

Según Stuart Mill, la felicidad consiste en el mayor bien para el mayor número de personas. Este principio se llama principio de maximización o de imparcialidad. Esta aritmética de bienes plantea ciertos conflictos: primero, ¿qué es preferible, cantidad o calidad de los bienes? ¿Qué se entiende por máxima felicidad social? ¿El bien de la mayoría? ¿La suma de las felicidades individuales? Una acción A produce un menor bien para un mayor número de personas y una acción B produce un mayor bien para un número menor de personas. ¿Qué es preferible? El neoutilitarismo de Esperanza Guisán defiende que la felicidad resulta de la cooperación, la solidaridad y el trabajo compartido, y rechaza la guerra, la injusticia y la pobreza.

6. Felicidad y Teología en la Ética Cristiana

Para Aristóteles, el ser humano es un ser racional que aspira a la felicidad; éste es su fin último, que consigue en la medida en que realiza con excelencia las funciones propias de su naturaleza. En cambio, en el pensamiento cristiano, este planteamiento puramente naturalista se subordina a la religión. El hombre se considera creación de Dios, y, por consiguiente, Dios se convierte en su fin último, en el supremo bien para el hombre. Lo que el hombre es y lo que debe hacer se define por relación a Dios. El hombre viene de Dios y toda su vida tiene que tender a él, hasta alcanzar su contemplación en la otra vida. En esta contemplación divina entrará, además, la felicidad o beatitud.

7. Autonomía y Heteronomía Moral en Kant

La ética de Kant es una ética de intención. Kant diferencia entre obrar por deber o por respeto a la ley. La ética de Kant es una ética de intención; una acción es moral cuando se realiza por deber, no basta para que sea moral con que la acción sea conforme a lo que la razón ordena. El punto de partida de la ética de Kant es la autonomía de la voluntad; esto quiere decir que cuando yo elijo libremente obrar de acuerdo con lo que la razón exige incondicionalmente, entonces obro moralmente. Por lo tanto, la acción moral excluye la heteronomía, es decir, el fundamento de la acción no puede estar fuera de uno mismo. Una acción es moralmente buena, única y exclusivamente porque se realiza por deber.

8. Máxima y Ley. Imperativo Moral

Kant diferencia entre máxima y ley: la máxima es el principio subjetivo del obrar y la ley es el principio objetivo; para que la acción sea moral, la máxima debe poder valer como ley o norma universal de conducta. El imperativo moral o categórico dice:
1º) “Obra de modo que la máxima de tu conducta valga como ley universal”
2º) “Obra de modo que trates a la humanidad, siempre en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin y nunca como un simple medio”.

9. La Ética Dialógica de Habermas

La escuela de Frankfurt de Habermas y Apel desarrolla una ética dialógica que tiene como punto de partida la comunidad ideal de comunicación, que tiene por fundamento lo que se ha llamado el “a priori trascendental”, que consiste en que deben existir condiciones de imparcialidad y simetría entre los interlocutores. La finalidad del diálogo es llegar a establecer acuerdo y consenso; para ello es necesario utilizar la argumentación de tal forma que los interlocutores aducen razones y también se dejan convencer por los argumentos más razonables.

10. La ONU, un Modelo de Aplicación de la Ética Dialógica

La ética dialógica se basa en el a priori de la comunidad de comunicación; se trata de un a priori trascendental. Pero exige, esta ética dialógica, que existan unas condiciones para establecer el diálogo entre los participantes en esa comunidad ideal de comunicación: condiciones de simetría e imparcialidad. Todos los interlocutores deben poder participar en el diálogo, en condiciones de igualdad. Esto lo podemos ver reflejado en la toma de decisiones de un grupo estudiantil, a la hora de elegir a su delegado o decidir, por determinadas razones, realizar una huelga. También vemos que el consenso es necesario en la vida política, para sacar adelante leyes en el Congreso, y, a nivel internacional, para poder tomar decisiones en la ONU que afectan a la comunidad internacional.

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