La Lírica Española desde 1940 a los Años 70
Panorama General de la Posguerra y la Poesía en el Exilio
Al terminar la Guerra Civil, el panorama poético español sufre pérdidas irreparables: Federico García Lorca y Miguel de Unamuno mueren en 1936, Antonio Machado fallece en el exilio en 1939 y Miguel Hernández muere en prisión en 1942. Figuras como Juan Ramón Jiménez y la mayoría de los poetas de la Generación del 27 (Alberti, Cernuda, Guillén, Salinas, León Felipe, etc.) se exilian. En España, permanecen algunos miembros del 27, como Gerardo Diego, Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre, coexistiendo con poetas afines al régimen franquista.
Los temas recurrentes en la poesía del exilio son la patria perdida, el recuerdo de la lucha y la derrota, la nostalgia y el anhelo del retorno, además de la realidad de los países de acogida. Los poetas del 27 exiliados combinan la vanguardia con un estilo más coloquial, mientras que Juan Ramón Jiménez evoluciona hacia el hermetismo.
Los Años 40 en España: Poesía Arraigada y Desarraigada
La década de 1940 está marcada por dos tendencias opuestas:
Poesía Arraigada
Representada por poetas cercanos al régimen franquista, muestra armonía y optimismo con el nuevo orden. Se caracteriza por ocultar la realidad de la posguerra y utilizar un lenguaje clasicista y formal. Temas recurrentes incluyen el paisaje, la religión y la patria. Destacan autores como Leopoldo Panero, José García Nieto, Luis Rosales y Dionisio Ridruejo, quienes publicaban en revistas como Escorial y Garcilaso.
Poesía Desarraigada
Surge con un tono existencial y de protesta indirecta, reflejando la disconformidad ante la injusticia y ofreciendo una visión pesimista de la condición humana. La publicación de Hijos de la ira de Dámaso Alonso y Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre en 1944, junto con la creación de la revista Espadaña, marcan un hito en esta nueva poesía. Frente a la armonía clasicista, se opta por el verso libre y un estilo a menudo surrealista, abordando temas como la muerte, la soledad, el caos, la protesta, la angustia y la desesperanza. Figuras clave incluyen a Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, José Luis Hidalgo, Carlos Bousoño, Vicente Gaos, Gabriel Celaya y Blas de Otero.
Los Años 50: La Poesía Social
En los años 50 y parte de los 60, se consolida la poesía social, influenciada por Machado y Miguel Hernández. Los poetas sociales se comprometen políticamente con la realidad española, abogando por la justicia, la libertad, la paz y la solidaridad. Buscan una poesía que conecte con la mayoría y contribuya a un futuro mejor, utilizando un lenguaje coloquial y prefiriendo el verso libre y la narración poética. Gabriel Celaya, Blas de Otero y José Hierro son los máximos exponentes. También se incluye en este periodo la obra de Ángel González. Los principios de la poesía social incluyen la solidaridad con los oprimidos, el compromiso con los problemas del mundo, el rechazo del intimismo y del formalismo estético, y la repulsa de la neutralidad ante las injusticias. Los temas principales son el deseo de libertad, la denuncia de la injusticia, la alienación y la solidaridad humana.
Los Años 60: La Poesía del Conocimiento
A finales de los 50, surge un grupo de poetas que buscan una mayor elaboración del lenguaje poético y un enfoque más individual. La poesía se concibe como un acto de conocimiento, no solo como comunicación. Destacan Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma y Claudio Rodríguez.
Los Años 70: Los Novísimos
Los novísimos son poetas nacidos después de la guerra que rechazan la idea de la poesía como herramienta de transformación social. Se alejan de las preocupaciones sociopolíticas y exploran temas relacionados con la cultura pop, el cómic, el cine, la música y la televisión. Su estilo, influenciado por Vicente Aleixandre, Cernuda y el surrealismo, incorpora técnicas visuales (collages) y cinematográficas (flashbacks). Utilizan un lenguaje hermético y preciosista. José María Álvarez y Manuel Vázquez Montalbán son figuras representativas. Posteriormente, surgen nuevas corrientes que buscan renovar la poesía sin romper con la tradición de las generaciones anteriores.