Evolución de los Movimientos Migratorios en España: Siglos XV al XXI


Los movimientos migratorios en España

Los movimientos migratorios españoles suelen clasificarse en migraciones transoceánicas históricas, hasta mediados del siglo XX, cuyo principal punto de destino fueron diversos países de América Latina, y migraciones modernas, desde finales de la década de 1950, que presentaron una doble vertiente: las migraciones interiores campo-ciudad y las migraciones exteriores hacia los países industriales de Europa Central y Occidental.

Migraciones transoceánicas históricas

Desde el siglo XV hasta la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) hubo una fuerte emigración hacia América Latina. Primero fueron las migraciones transoceánicas de signo colonial, que implicaban poca salida de población dadas las dificultades del viaje. Posteriormente, a mediados del siglo XIX, con el inicio de la industrialización, los barcos a vapor facilitaron los desplazamientos y la emigración se hizo masiva. América constituía un buen destino, porque había mucha tierra para trabajar y los inmigrantes eran bien recibidos.

En el período 1911-1915 se alcanzaron las cifras más elevadas de emigrantes, pues salieron de España 800000 personas, de las cuales 650000 fueron a América Latina, especialmente a Argentina. Los emigrantes procedían, en su mayoría, de Galicia, Asturias y Canarias, y se trataba, en general, de población campesina con escasa cualificación. Estos flujos internacionales se redujeron por causas externas e internas: la gran crisis económica mundial de 1929, la Guerra Civil española (1936-1939), la Segunda Guerra Mundial y las crisis políticas y económicas de diversos países latinoamericanos.

En 1950, la emigración transoceánica se reactivó, aunque no volvió a alcanzar los valores de principios del siglo XX. Además, Argentina dejó de ser el primer lugar de destino de los emigrantes, y ese puesto lo ocupó Venezuela, debido al auge de sus explotaciones petrolíferas. Brasil también ocupó un lugar muy destacado en estas migraciones. Los emigrantes fueron, sobre todo, trabajadores de la industria, con una mayor cualificación.

Desde finales de la década de 1950, las migraciones empezaron a tomar otras direcciones y América Latina dio paso a Europa.

Las migraciones interiores campo-ciudad

Durante la primera mitad del siglo XX, el aumento de población más significativo en España tuvo lugar en las áreas rurales de Castilla y León, Castilla-La Mancha, Galicia, Extremadura y en el interior de Andalucía. Sin embargo, eran regiones con dificultades socioeconómicas originadas por la escasa productividad de la tierra (zonas castellanas y leonesas), por el predominio de los latifundios y la fuerte presencia de población jornalera con problemas de paro (Andalucía, Extremadura), o por el dominio del minifundio (Galicia) y la consiguiente pobreza y escasez de tierras.

Con el desarrollo de las comunicaciones y ante la demanda de mano de obra abundante y barata que necesitaba la industria, una gran parte de la población de esos lugares se dirigió hacia las ciudades y territorios industriales; se iniciaba así una fuerte migración interior campo-ciudad.

La mejora progresiva de la economía española favoreció un proceso de mecanización de la tierra que originó una disminución de la necesidad de mano de obra agrícola y, en consecuencia, un nuevo incremento del paro y de la emigración a las ciudades en busca de trabajo.

Los movimientos migratorios fueron tan intensos que, según datos censales, la población activa agraria, que en 1960 era todavía del 40% y representaba unos cuatro millones de personas, se había reducido en 1970 a menos de tres millones.

Lugares de origen de la migración interior

La emigración campo-ciudad afectó prácticamente a todo el territorio español. Durante las décadas de 1950, 1960 y 1970, el flujo migratorio fue considerable, aunque, por falta de datos fiables, resulta difícil de contabilizar y conocer las direcciones concretas a las que se dirigía esta migración.

Si comparamos censos, se sabe que entre 1950 y 1980 cambiaron de provincia 5,4 millones de personas, pero si se contabilizaran las migraciones intraprovinciales, es decir, dentro de la misma provincia hacia los pueblos grandes o hacia la capital provincial, esta cifra sería probablemente el doble.

Del conjunto de provincias españolas, once registraron en 2001 menos habitantes que en 1900, por lo que se les supone una fuerte emigración. Entre las más afectadas están Teruel y Soria, que perdieron la mitad de sus habitantes. También redujeron notablemente su población las provincias de Lugo, Ourense, Zamora, Ávila, Palencia, Segovia, Cuenca, Guadalajara y Huesca. Por su parte, Burgos y Cáceres apenas incrementaron sus habitantes.

Lugares de destino de la migración interior

Las zonas de recepción de la migración interior española quedaron muy polarizadas en las áreas industriales de las provincias de Madrid, Barcelona y el País Vasco.

Respecto al origen y destino concreto de los emigrantes, se aprecia, en ocasiones, una tendencia a instalarse cerca de los lugares de salida (la población de Castilla y León y Castilla-La Mancha se dirigió, sobre todo, a Madrid), sin embargo, los emigrantes andaluces y gran parte de los gallegos y extremeños eligieron como destino prioritario Barcelona.

Las migraciones interiores de trabajo cesaron cuando cambiaron las condiciones económicas. La crisis provocada por la subida de los precios del petróleo en 1973 aumentó el paro y, con ello, desapareció la atracción por la migración. Además, la situación económica en España había mejorado sensiblemente con el desarrollo económico de la década de 1960.

Las migraciones exteriores

Las migraciones Sur-Norte en Europa se iniciaron en 1950 y fueron movimientos de mano de obra, primero italiana y, después, española. Posteriormente siguieron emigrantes de otros países emisores, como Grecia, Turquía, la antigua Yugoslavia y Portugal. Por último, se incorporó la emigración del Norte de África.

Para España, el momento de máxima expansión de la emigración a Europa tuvo lugar entre 1950 y 1973. Se calcula que 2,6 millones de trabajadores españoles se movilizaron a los países industrializados europeos, especialmente a partir de 1960.

Esta elevada migración exterior estuvo provocada por la expansión económica de numerosos países europeos, tras la puesta en marcha del Plan Marshall (1948) por parte de Estados Unidos y la posterior creación del Mercado Común (1957), y por la situación desfavorable que se vivía entonces en España, ante la falta de trabajo derivada de la mecanización de la agricultura y de una industrialización que se mostraba incapaz de absorber los excedentes de mano de obra.

Consecuencias de las migraciones exteriores

La emigración a Europa tuvo para España diversas consecuencias. Desde el punto de vista demográfico originó una disminución de la población y también de la presión social y económica que representaban tantas personas jóvenes sin trabajo. Desde el punto de vista económico, supuso una importante entrada de divisas, por las remesas de dinero que los trabajadores mandaban a sus familias.

Desde el punto de vista social, las migraciones ocasionaron el desarraigo de miles de personas de sus lugares de origen, circunstancia a la que se unió, con frecuencia, unas difíciles condiciones de vida y de trabajo en el lugar de destino que supuso la separación de muchas familias.

España, un país de inmigrantes

A finales del siglo XX, el desarrollo económico transformó a España de un país tradicionalmente emigrante en un país receptor de inmigración. Esta inmigración puede agruparse en cuatro grandes conjuntos:

  • Personas jubiladas procedentes de Europa Central y del Norte. Es gente que se asienta definitivamente en España, sobre todo en la costa mediterránea, atraída por un clima suave y un entorno agradable rodeado de buenos servicios. Este colectivo de población, que aumentó de forma notable a principios del siglo XXI, no encuentra ninguna dificultad para su instalación en nuestro país.
  • Directivos de empresas multinacionales, trabajadores de alto nivel profesional, gentes del mundo artístico y de la cultura. Este grupo de población está formado por personas que proceden en su mayoría de la Unión Europea. Vienen a España por cuestiones laborales o porque aquí encuentran mejor calidad de vida. En este colectivo se incluyen altos cargos directivos, técnicos, deportistas, estudiantes…
  • Refugiados políticos. Son personas que por motivos políticos han tenido que huir de su país. También se incluye en este grupo a quienes han abandonado su lugar de origen por conflictos armados, violencia generalizada o por razones de seguridad personal.
  • Inmigrantes procedentes de países pobres. Éste es el grupo más numeroso de la inmigración que ha llegado a España. Lo forman hombres, mujeres y niños provenientes de diversos países de África, América Latina, Este de Europa y Asia en busca de trabajo.

Población extranjera en España

El padrón municipal español de enero de 2008 muestra el mayor incremento de población desde 2004. En ese año, la población española aumentó en unos 900000 habitantes, cerca del doble del crecimiento del año anterior. Este incremento se debe fundamentalmente a la población extranjera, puesto que ocho de cada diez nuevos ciudadanos nacieron fuera de España. En nuestro país viven 5,2 millones de foráneos, lo que representa más del 11% de la población total.

Desde el año 2000, España ha sido el segundo país del mundo que ha recibido un mayor número de inmigrantes después de Estados Unidos y ocupa el décimo lugar por detrás de Estados Unidos, Rusia, Alemania, Francia, Canadá o el Reino Unido, por la cantidad de población extranjera que vive en su territorio. Si analizamos por sexo y por edad la población extranjera que reside en España, y la comparamos con la española, se observa que la relación entre sexos sigue prácticamente equilibrada.

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *