Imágenes y Símbolos en la Poesía de Miguel Hernández
Cada poeta posee sus imágenes y símbolos personales. Miguel Hernández los fue modificando conforme pasaba el tiempo, pues su visión de la vida iba cambiando. En estos símbolos se resume su vida de manera concentrada. Por un lado, se observa la evolución técnica de la metáfora a la imagen surrealista, y por otro, la relación intrínseca de los símbolos con su poesía.
En Perito en lunas alcanza una perfección técnica de la metáfora similar al gongorismo, con un marcado carácter intelectual.
Comienza a notarse, sobre todo en El rayo que no cesa, que las metáforas se convierten en expresión de sus sentimientos, llevando a la imagen y a las metáforas a un alto grado de perfección. Se encuentra «el toro» como símbolo de excelencia de este libro; este simboliza al gran enamorado que se estremece al solo olor del «femenino oro», que resume los tres grandes problemas existenciales: vida, amor y muerte. Así, Miguel Hernández se compara con un toro: ambos están destinados al luto y al dolor, la virilidad, el corazón desmesurado de ambos, lleno de amor. Una exteriorización sincera de su interior. Su lengua lírica va «bañada en la sangre de sus entrañas». Es, pues, una indomable fiera con una insistencia perseverante y terca. Y juntos comparten un destino trágico: la muerte. Aparecen, además, otros símbolos como el cuchillo o el rayo que expresan el amor, el cual es el tema central. Un cuchillo que es caricia y es herida, es dulce y homicida.
A partir de Viento del pueblo se ve influenciado por Neruda y Vicente Aleixandre, descubriendo así la fuerza de la imagen surrealista, donde entra en juego la emoción como elemento generador de semejanzas, con lo que enriquece sus metáforas. Crea un mundo de guerra, donde hombre, árboles y animales se sienten en igualdad; se identifica con el cosmos y sufre un proceso de humanización, conmovido por la tragedia del hombre («vienen poblando todos los rincones; por hacer a tu muerte compañía»).
Aparecen multitud de imágenes de tipo animal, bravos, fuertes y salvajes; así, los franquistas se convierten en animales de características negativas («No soy de un pueblo de bueyes…»), pero las que de verdad forman el núcleo de ese poemario son las de la naturaleza unida al hombre en la unidad de la tierra: el sudor, la sangre…
Con El hombre acecha sigue cultivando la imagen surrealista, pero con menos tendencia a la hipérbole. Las imágenes de este libro comienzan a cargarse de negatividad por esa guerra tan larga, que se ha llevado ya tantas vidas y a la que aún no se le encuentra un desenlace claro. Aquí el hombre sufre un proceso de animalización, perdiendo la humanidad, pasando, por ejemplo, de aquellas manos que eran símbolo del hombre que conquistaba y se unía al mundo y a la tierra a garras que pueden destrozar al propio hijo. Se reconocen varios grupos de imágenes: aparecen las que mezclan lo humano y lo metálico, que son un reflejo de la estancia de Miguel Hernández en Rusia, con lo que pretende exaltar los logros del comunismo allí, algo grandioso, moderno, unitario… Aparecen también imágenes de objetos inanimados que se conmueven ante los combatientes; así, por ejemplo, en «Las cartas» vemos cómo la carta de amor se convierte en algo vivo, en ave. Y, además, imágenes de lo artificial y burocrático, las cuales pretenden una crítica a los enemigos de la república.
En el Cancionero y romancero de ausencias la imagen poética llega a su máximo esplendor; son ahora casi siempre sustantivos desnudos (luz, beso, flor…), y es aquí donde más se relacionan con los temas. Uno de los temas centrales es la ausencia, ausencia del hijo muerto, plasmado en imágenes como la casa vacía, el hoyo… y, además, en imágenes concretas en las que quedó el rastro, como el aroma. Además, la sombra y la oscuridad aportan un contenido de tristeza y muerte.
Otro gran tema es el amor, especialmente en «Orillas de tu vientre» y en «Hijo de la luz y de la sombra», lo que hace que aflore la imagen surrealista para expresar ese amor. Además de la imagen surrealista, opta por la imagen sencilla y concreta: la boca, el beso… («Besarse, mujer, al sol, es besarnos en toda la vida»). El otro gran tema es la subjetividad del poeta aislado en la cárcel, reflexionando sobre la vida y la muerte, la guerra y el amor… haciéndolas de manera sencilla, identificando el sentimiento como lo esencial del individuo, destacando la imagen del corazón. El hecho de la encarcelación hace que el símbolo del ave aparezca habitualmente, lo que expresa bien su estado sentimental: vivo, cálido, intenso…; y le atrae, además, este símbolo al estar encerrado, pues el ave es libertad para poder volar por cualquier lugar.