1. Orígenes de la valoración de las obras de arte
Durante la Antigüedad, la noción de patrimonio tenía el significado de riqueza personal. Los mecanismos de obtención fueron muy variados: incluían viajes de exploración, intercambios comerciales, relaciones diplomáticas… pero con mayor frecuencia se asociaban a la adquisición de botines de guerra. En las campañas bélicas se convirtieron en la fórmula más eficaz para apropiarse de objetos preciosos, que eran usados como premio por las conquistas y forma de ostentar lujo, prestigio y poder. En esta época, el patrimonio era sinónimo de posesión y su valor se medía en términos económicos. Los botines de guerra tenían cuatro posibles destinos:
- Su destrucción o fundición con objeto de extraerles el oro, plata o piedras preciosas.
- Su comercialización para obtener dinero líquido a cambio.
- Su reutilización cuando se trataba de cosas prácticas (armas, telas…).
- Su traslado a los templos, palacios de los monarcas vencedores o a cámaras de los tesoros para su custodia.
Durante el Período Helenístico, los griegos se plantearon el almacenamiento de forma diferente: concibieron la acumulación de objetos en virtud de su valor, tratándose de colecciones cuidadosamente seleccionadas y ordenadas.
Los restos de la civilización griega también atrajeron la atención de los romanos, que acumularon una gran cantidad de obras, traficaron con ellas y además encargaron la realización de miles de copias. El mérito de los objetos griegos residía en que se consideraban pertenecientes a una civilización superior a la cual los romanos querían parecerse.
El imperialismo romano provocó dos cosas:
- El enriquecimiento material derivado de la adquisición de tesoros.
- Asimilación de elementos foráneos en la propia cultura.
2. El Patrimonio en la Edad Media
En la Edad Media se produce la asimilación por el cristianismo de elementos culturales clásicos grecorromanos que servían de enlace entre el presente y el pasado. Esta vinculación se hace clara en Roma, donde se había establecido la cabeza de la Iglesia Occidental y donde eran visibles aún los antiguos monumentos. La moda se extendió también a las clases privilegiadas y empezaron a hacerse frecuentes las Cámaras de las maravillas que almacenaban rarezas y cosas preciosas en las zonas más inaccesibles de los castillos y palacios.
El Medievo se caracteriza además por las destrucciones de los monumentos de la Antigüedad por el proselitismo cristiano: vandalismo de tipo ideológico que busca destruir simbólicamente el paganismo. Vinculado con el hecho de que grandes edificios clásicos fueran transformados en canteras o bien recuperados y desnaturalizados.
3. El Renacimiento y la Ilustración
En el Renacimiento (S. XV – XVI) se produjo la especialización artística del coleccionismo. Los monarcas querían formar vastas colecciones de pinturas para hacerse valer como hombres cultos y protectores de las artes (los reyes españoles de la Casa de Austria).
Lo más significativo fue el cambio de mentalidad: en el Renacimiento se tomó plena conciencia de la distancia histórica que separaba la Antigüedad de la Edad Moderna y, como resultado, los monumentos del pasado empezaron a ser apreciados como testimonios de la Historia. Esto fue la mayor aportación del Renacimiento al concepto de patrimonio, porque a nivel artístico los vestigios grecorromanos siguieron contemplándose como las expresiones más excelsas de la cultura universal y que debían imitarse. La Ilustración o Siglo de las Luces (pensamiento que durante el siglo XVIII domina el panorama europeo) culminó en un proceso de universalización de la cultura. Las ideas ilustradas junto a los avances experimentados por las ciencias del conocimiento colocaron a la cultura en una posición de protagonismo.
El estudio de las antigüedades evoluciona siguiendo los enfoques comparables a los de las ciencias naturales y este es seguido por los llamados anticuarios. Comenzaron las primeras excavaciones arqueológicas en los lugares donde se encontraban las civilizaciones madre (hacia Egipto, Grecia y Asia Menor). También proliferaron actividades practicadas por los círculos eruditos: las tertulias, que sirvieron para favorecer una creciente valorización del patrimonio pero convirtiendo a la cultura en una patente de ascenso social, que servía para delimitar claramente las diferencias entre clases.
4. El Museo y la Revolución Francesa
Una de las instituciones que representó el cambio de este concepto elitista hacia una mayor proyección social fue el Museo, que entre finales del siglo XVIII y principios del XIX dejaron de ser simples almacenes de obras de arte para mostrarse como templo cultural, indicador de la riqueza patrimonial de un país. Este gran paso se produjo durante la Revolución Francesa (1789) que trajo consigo una nueva valorización del patrimonio histórico, como conjunto de bienes culturales de carácter público. Provoca que los monumentos históricos se incluyan dentro del concepto Patrimonio Nacional, representando esto el antecedente de lo que denominamos hoy patrimonio cultural.
La conceptualización de bienes culturales como patrimonio aparece en el proceso de traspaso de los bienes y propiedades del clero y la corona a la nación y al pueblo.
5. El Romanticismo y el Siglo XIX
En el Romanticismo (S. XIX) se logró establecer una vinculación emocional entre las personas y su pasado histórico artístico, como base del espíritu nacional de los pueblos y anhelo de reencontrar las raíces culturales. Los monumentos además constituyen objetos que sirven para plasmar la cultura común, a la vez que muestra la evolución de la misma a lo largo de los tiempos. Por esta razón el Romanticismo apareció cargado de una fuerte conciencia nacionalista, en contra del clasicismo.
La restauración monumental se impregnó de este espíritu, haciéndose frecuente la reconstrucción “en estilo” de muchos edificios románicos y góticos, ya que se consideraban que había una herencia espiritual medieval.
La recuperación y revalorización del patrimonio histórico que se desarrolló en el siglo XIX se hizo por medio de 3 cauces:
- Una interpretación ideológica o espiritualista que dotó a los monumentos del pasado de una fuerte carga emocional y simbólica.
- Un progresivo interés turístico por conocer el patrimonio cultural de cada país.
- El desarrollo de la Historia del Arte como disciplina científica para el estudio de monumentos y obras de arte.
6. El Patrimonio en el Siglo XX
En el Siglo XX se consigue delimitar con mayor precisión el concepto de patrimonio y se le da dos tipos de valores:
- Valor rememorativo: se cita el valor antigüedad, el valor histórico o documental.
- Valor de contemporaneidad: se cita el valor instrumental o funcional, y el valor artístico.
Se produce un progresivo aperturismo con los valores de contemporaneidad junto a una tolerancia creciente hacia las manifestaciones culturales y estilos artísticos alejados de los cánones tradicionales en Europa. La protección de los bienes culturales no se desarrolló al mismo nivel en todos los países lo que originó que muchas potencias imperialistas se aprovecharan de expoliar patrimonio sin ningún tipo de escrúpulos. El siglo XX, estuvo acompañado por las grandes guerras (II Guerra Mundial) con la destrucción de ingente cantidad de patrimonio. Así surgen organismos dedicados a la protección del patrimonio: UNESCO, que se encargan de elaborar cartas de recomendaciones sobre el cuidado del patrimonio y medidas para protegerlo en caso de guerra.