Evolución Demográfica y Orígenes del Movimiento Obrero en España (Siglos XIX-XX)


II. Crecimiento Demográfico

La población española creció considerablemente en el siglo XIX, sobre todo a partir de 1874, pero menos que en otros países de Europa occidental.

Durante todo el siglo XIX, la natalidad se mantuvo alta, pero la mortalidad no bajó hasta el último tercio del siglo. Es en este momento cuando se produce un aumento de población mayor. España pasó de 11,5 millones a comienzos del siglo XIX a 18,6 millones a comienzos del siglo XX.

La disminución de la tasa de mortalidad se consiguió con una mejor alimentación de la población y mejores condiciones higiénicas, gracias al desarrollo de infraestructuras urbanas.

Las zonas más pobladas se situaban ya en la periferia, en detrimento del centro, salvo Madrid, que aumentó espectacularmente su población.

Este crecimiento de la población (régimen de transición) vino acompañado del crecimiento de las ciudades, mayor a comienzos del siglo XX. Madrid y Barcelona pasaron del millón de habitantes, y otras ciudades como Bilbao, Valencia, Sevilla, Málaga y Zaragoza casi duplicaron su población. También tuvieron un gran crecimiento los centros mineros e industriales como Baracaldo, Sabadell, Tarrasa, Mieres…

A pesar de este crecimiento urbano, la mayoría de la población española seguía siendo rural.

El dualismo campo/ciudad dio origen a numerosas tensiones políticas y sociales.

El aumento demográfico de comienzos del siglo XX obligó a muchos a emigrar, ya que la economía española no era capaz de absorber esa mano de obra que aumentaba continuamente al no haberse producido una transformación económica: modernización de la agricultura, desarrollo de la industria… Las regiones que más emigrantes tuvieron fueron Galicia y Canarias (bajos salarios, escasez de tierras). En Andalucía y Extremadura, pese a las pésimas condiciones de vida de los jornaleros, no fue fuerte la emigración.

III. Movimiento Obrero

Orígenes y Reivindicaciones

Las condiciones laborales y económicas de los trabajadores, así como la falta de protección social, favorecieron la aparición del movimiento obrero. Sus primeras reivindicaciones se centraron en mejorar sus condiciones laborales, pero a partir de 1870 comenzaron a elaborar exigencias políticas que permitirían transformar el sistema económico y la sociedad.

Las condiciones laborales de los trabajadores industriales mejoraron a lo largo del siglo XIX, pero siempre fueron muy duras: sueldos bajos, largas jornadas laborales, pocas medidas de seguridad, inexistencia de contrato de trabajo, despido libre, analfabetismo… La escasa industrialización española supuso un número de obreros industriales pequeño, concentrados en Cataluña hasta la mitad del siglo XIX y en el País Vasco, Madrid, Asturias… a finales del siglo XIX.

Pero la existencia de más de 2 millones de jornaleros propició las agitaciones y revueltas obreras.

Inicios del Movimiento Obrero

Las primeras asociaciones obreras nacieron en Cataluña en 1840. La Sociedad de Tejedores fue la primera en crearse, agrupando a trabajadores de un mismo oficio. Su finalidad era conseguir mejores condiciones laborales y salariales. Los trabajadores afiliados pagaban una cuota para pagar a los trabajadores que enfermaban, eran despedidos o cobrar todos en caso de huelga.

Durante el Bienio Progresista (1854-56), las agitaciones sociales se extendieron a otras zonas por la mala coyuntura política y por no ser tan duramente reprimidas. En Alcoy, Béjar y Antequera se produjeron huelgas en sus fábricas textiles. En 1855 se produce la primera Huelga General al introducirse las selfactinas (máquina de hilado). Los huelguistas pedían: libertad de asociación, comisiones mixtas (empresarios-trabajadores) para resolver los conflictos laborales. El gobierno responde prohibiendo las asociaciones obreras y declarando el estado de sitio.

La desamortización de Madoz empeoró las condiciones de vida de miles de campesinos en Andalucía, Aragón y Castilla. Los campesinos respondieron ocupando tierras y repartiéndolas entre los jornaleros. Entre 1861 y 1867, los jornaleros andaluces se movilizaron formando un ejército de más de 100 mil hombres armados, pero la falta de respaldo político lo hizo fracasar, aunque las actuaciones violentas se prolongarían hasta bien entrado el siglo XX.

Fue en el Sexenio Revolucionario (1868-74) cuando llegan a España las doctrinas europeas del socialismo utópico (Saint Simon, Fourier y Cabet) a través de las ciudades de Cádiz y Barcelona. Destacaron Joaquín Abreu, partidario de la creación de falansterios (cooperativas de producción y consumo igualitarias) y Fernando Garrido. Mayor difusión tuvieron las ideas republicanas y demócratas, que fueron muy bien acogidas por las clases medias y obreros más politizados. Defienden la descentralización, el sufragio universal masculino y una mejora de las condiciones de vida de los trabajadores. Al proclamarse la Primera República (1873), las clases medias y populares esperaron ver satisfechas sus peticiones. Al no conseguirlo, sectores del obrerismo se decantaron por el anarquismo o el socialismo.

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