Evolución y Tendencias de la Población Española: Un Estudio Detallado
Introducción
El análisis de la población es un instrumento básico para la sociedad actual, dadas las distintas actividades sobre las que influye: economía, mercado laboral, educación, sanidad, servicios sociales, etc.
El presente de la población española está caracterizado por la baja fecundidad, el envejecimiento y la inmigración. Se prevé para el futuro un descenso de la población. La población refleja los grandes desequilibrios entre las distintas zonas del país, en relación con su distribución, el movimiento natural o los movimientos migratorios. Su estudio nos ofrece claves sobre la estructura de nuestra sociedad.
Fuentes Demográficas
La demografía estudia la población desde distintos puntos de vista: en su dinámica, a través de la natalidad, mortalidad, crecimiento o movilidad (migraciones); en su estructura y en la distribución espacial. El análisis demográfico también se ocupa de la proyección en el futuro de la población, dada la importancia que su comportamiento tiene para el conjunto social.
En estas investigaciones juegan un papel esencial los datos estadísticos, obtenidos de distintos tipos de documentos, que se conocen con el nombre de fuentes demográficas. Se suele distinguir entre fuentes pre-estadísticas o históricas, cuyas cifras tienen una fiabilidad relativa, y fuentes demográficas actuales, en cuya elaboración existe un procedimiento estadístico riguroso.
Las fuentes históricas son variadas, dependiendo de las condiciones de cada período. Así, antes de la invención de la escritura, los restos arqueológicos como necrópolis o murallas aportan algunos indicios sobre la evolución de la población o sobre sus períodos críticos. Una vez que se dispone de fuentes literarias, se añaden testimonios escritos: crónicas, relatos, informes…
Desde época romana también se cuenta con censos o recuentos, más comunes a partir del siglo XV. Tienen la particularidad de que no están realizados con fines demográficos, sino que persiguen un objetivo militar, para el reclutamiento de soldados, o fiscal, para el cobro de impuestos.
En España, ya en el siglo XVIII, hay una serie de recuentos muy utilizados por la demografía histórica, con información interesante para conocer la evolución y la estructura de la población. Los censos de Campoflorido (1716), Aranda (1752) o Floridablanca (1787) son ejemplos de este tipo de estadísticas. No obstante, el hecho de que sus datos contemplen el número de familias (vecinos) y no de personas, hace que sea necesaria la utilización de un índice corrector para los cálculos (4,7 personas por familia).
Otra fuente muy manejada son los registros parroquiales, que se confeccionan por la Iglesia católica a partir del Concilio de Trento (1563), donde se recogen los bautismos, matrimonios y defunciones de cada parroquia.
De las fuentes actuales, una de las más importantes es el censo. Se elabora a iniciativa del gobierno central, normalmente cada diez años; el primero data del año 1857 y el último se realizó en 2001, proporcionando una información valiosa para conocer el volumen de la población y su estructura, pues recoge datos sobre la situación de los individuos de cada familia (profesión, estado, residencia…).
Para los períodos intercensales, la estadística primordial es el Padrón. Se actualiza año a año y se confecciona por cada Ayuntamiento con los datos que aportan sus vecinos. Anualmente, el Instituto Nacional de Estadística (INE) elabora lo que denomina el Padrón continuo, recogiendo las referencias de todos los municipios, con el que se renuevan las cifras para conocer el volumen total de la población, su composición por edades, la nacionalidad o el lugar de residencia.
Otra fuente de interés es el Registro Civil, dependiente en la actualidad del Ministerio de Justicia, en el que, para su reconocimiento legal, se deben inscribir nacimientos, defunciones, matrimonios y divorcios.
Evolución de la Población: La Transición Demográfica
España cuenta en la actualidad con 46,1 millones de habitantes según el Padrón continuo de 2008, cifra a la que se ha llegado tras recorrer distintas fases en las que intervienen el comportamiento de la natalidad, la mortalidad y la aportación positiva o negativa del saldo migratorio. Su evolución se asemeja al modelo demográfico de país desarrollado, conocido como la transición demográfica. Sin embargo, presenta diferencias en su ritmo temporal, pues en nuestro país estos cambios se han dado con retraso con respecto a otras zonas de Europa.
De hecho, la primera de las fases, denominada ciclo demográfico antiguo, transcurre en España hasta principios del siglo XX, cuando en Inglaterra o Suecia, por ejemplo, la habían superado a mediados del siglo XIX. Este ciclo es característico de sociedades con predominio de una economía agraria tradicional y presenta un lento crecimiento de la población, debido a unas tasas de natalidad y mortalidad elevadas.
Las condiciones que favorecen la alta natalidad son variadas: la temprana edad del matrimonio, el que los hijos trabajen desde pequeños y aporten ingresos al hogar o la alta tasa de mortalidad infantil explican la alta fecundidad. Por su parte, la mortalidad se ve influida por la propia estructura de un sistema económico de corte tradicional, las deficientes condiciones médico-sanitarias y por la incidencia entre la población de las denominadas variables accidentales: crisis agrarias que provocan el hambre entre los más pobres, epidemias (la última y más notable la de cólera de 1883) y guerras. A menudo se combinan todas ellas para producir crisis demográficas en las que la población desciende.
A comienzos del siglo XX se inicia la fase de transición demográfica propiamente dicha, caracterizada por el mantenimiento de una alta tasa de natalidad, aunque con ligera tendencia a la baja, y un descenso paulatino de la mortalidad, solo obstaculizado por los períodos críticos de la epidemia de gripe de 1918 (con dos millones de muertes en el país) y la Guerra Civil de 1936 a 1939, que ocasionó directa o indirectamente aproximadamente un millón de fallecidos. El resultado del desequilibrio entre ambas tasas fue un elevado incremento de la población, si bien con un ritmo desigual a lo largo del período, que pasa de 18,6 millones de habitantes en 1900 a 38,7 millones en 1980.
Los factores que inciden en el descenso de la mortalidad son una menor incidencia de las enfermedades infectocontagiosas, debido a los avances en las condiciones higiénicas en las ciudades, y a las mejoras en la alimentación de la población, producto del incremento en los intercambios, que se ven favorecidos por la construcción del ferrocarril y los inicios de la industrialización. A partir de 1945, el descenso de la mortalidad se acelera por la consolidación del crecimiento económico y por los adelantos médicos, al extenderse a casi toda la población el sistema sanitario.
El paulatino descenso de la natalidad estaría en relación con el desarrollo económico, la escolarización obligatoria y el aumento de la urbanización. En los años treinta del siglo XX incidieron también la crisis económica de 1929 y, sobre todo, la Guerra Civil y los difíciles años de posguerra. Por ello, la época conocida como el «baby boom» de los años cincuenta y sesenta, se debe más a un descenso de la mortalidad infantil que al aumento de la fecundidad, que más bien tendía ya a la baja.
El Ciclo Demográfico Moderno
La mortalidad alcanza su punto más bajo en 1982 (7,2‰) y luego sufre un repunte debido al envejecimiento de la población, situándose la actualidad en el 8,6‰. Las causas de fallecimiento han variado notablemente con respecto a épocas pasadas y ahora son las enfermedades propias de sociedades avanzadas (cáncer, corazón y pulmón) y los accidentes de tráfico los que mayor número de muertos provocan. La mortalidad infantil, por su parte, se reduce considerablemente desde el 18,9‰ en 1975 a 3,7‰ en 2005. La caída de la mortalidad repercute a su vez en un incremento notable de la esperanza de vida hasta alcanzar los 77 años en los hombres y los 83 en las mujeres en el 2006.
Más rotundo fue el descenso de la natalidad, pues desde el 18,8‰ de 1975 se desploma hasta el 9,2‰ del año 1998, si bien en los últimos años conoce un leve crecimiento hasta alcanzar el 11‰. Ello conduce a una tasa de fecundidad muy baja, que pasa de 2,8 hijos de media por mujer en 1975 a 1,2 en los años noventa. Los factores que explican esta evolución son diversos:
- El establecimiento de la democracia posibilita el abandono progresivo de un ambiente social proclive a la familia tradicional y contrario a la planificación familiar, motivado por la influencia de la Iglesia católica sobre la población y por las políticas pronatalistas de la dictadura franquista. Al mismo tiempo, se difunde una nueva mentalidad, propia de los países occidentales y en especial del ámbito urbano, que modifica los hábitos sexuales y el concepto mismo de familia, en la que incide el control de la natalidad con la difusión de los métodos anticonceptivos.
- El cambio en el papel ancestral de madre y ama de casa de la mujer, tras su incorporación al mundo laboral, es fundamental para comprender el descenso de la fecundidad. Ello provoca una transformación en los modos de vida femeninos, que tienen su manifestación en el retraso de la edad del matrimonio y en una maternidad más reflexiva.
- A ello se une que en las sociedades avanzadas la extensión de la escolarización obligatoria origina que los hijos se conviertan en una carga para la familia más que en fuente de ingresos como ocurría antaño, y de ahí la tendencia a disminuir su número.
- Por último, para explicar el descenso de natalidad, hay que tener presentes los períodos de crisis económica y las dificultades de los jóvenes para encontrar un trabajo estable y bien remunerado y para el acceso a la vivienda, que provocan que se aplace su emancipación y la formación de la familia.
El resultado de todo ello es una población estancada, con un crecimiento natural del 0,1 ‰ a finales del siglo XX, y con síntomas evidentes de envejecimiento, en una situación demográfica propia de un país desarrollado.
Las Migraciones Exteriores: La Emigración
Sobre el crecimiento real de la población, además de la natalidad y la mortalidad, influye también el saldo migratorio, resultado de la diferencia entre emigración e inmigración. Los movimientos migratorios inciden notablemente en la estructura de la población.
Los flujos migratorios, a diferencia de los nacimientos o las defunciones, son de difícil cuantificación. Las migraciones clandestinas, fuera de todo control administrativo, son imposibles de medir con exactitud.
Aun así, a partir de los datos existentes, se puede concluir que en España históricamente ha predominado la emigración sobre la inmigración y que incluso ha habido épocas en las que el fenómeno ha sido considerable, como en el caso de los desplazamientos hacia América durante la Edad Moderna o, ya en el siglo XIX, hacia el norte de África. Ese saldo migratorio negativo ha tenido como consecuencia una ralentización del crecimiento de la población.
A lo largo del siglo XX, en la primera mitad de la centuria, el destino mayoritario de los españoles fueron los países de América Latina (Argentina, Cuba, Brasil y Venezuela principalmente), donde a las oportunidades económicas y laborales se unían los lazos culturales que facilitaban una rápida integración social. Este movimiento de población pasó por distintas fases; tuvo sus períodos álgidos en la primera década del siglo, pero las guerras mundiales y la crisis económica de 1929 provocaron una disminución de las salidas. Las zonas rurales de las regiones atlánticas (Galicia, Canarias y Asturias) fueron las más afectadas por este fenómeno.
Entre 1936 y 1939, la Guerra Civil originó una emigración forzosa de carácter político a países de distintos continentes, (los cálculos más fiables indican medio millón de personas) temerosos de la contienda y de la represión del bando franquista.
A partir de 1950, el centro y el norte de Europa son las principales zonas de destino de los movimientos migratorios exteriores. El fuerte crecimiento industrial y la demanda de mano de obra de países como Francia, Alemania, Suiza y Holanda, en fase de reconstrucción tras la II Guerra Mundial, se combina en España con la crisis de la agricultura tradicional, la escasez del empleo y un crecimiento importante de la población. Entre 1951 y 1973, año en el que la crisis del petróleo frena el proceso, emigran dos millones de personas aproximadamente, muchas de ellas de manera ilegal. A los desplazamientos con carácter definitivo se deben sumar los temporales para trabajar en labores agrícolas, principalmente en la vendimia francesa. No todas las regiones padecieron la emigración con la misma intensidad: Andalucía, Galicia, Extremadura o Castilla y León, es decir, las regiones con una economía predominantemente agraria y un paro estacional crónico, tuvieron una sangría migratoria mayor que otras regiones que contaban con una economía más diversificada.
Las Migraciones Exteriores: La Inmigración
Con la crisis de los años setenta y ochenta, que provoca el descenso de la emigración al exterior y en muchos casos el retorno de los que ya habían salido, la tendencia del saldo migratorio cambia y se torna positiva, convirtiéndose España en lugar de destino de una inmigración cada vez más numerosa. De esta manera, en poco tiempo España ha pasado de un porcentaje de extranjeros que representaba el 0,9% del total de la población en el año 1990, a un 11% en 2008, cifra similar a otros países de nuestro entorno.
Información oficial sobre inmigración en España
Como sucede en todo proceso migratorio, se da una combinación de condiciones favorables a la entrada en los países receptores y de factores que propician la salida en las áreas emisoras. A ello se unen circunstancias de carácter general como el desarrollo de los transportes y las comunicaciones que hacen más factibles los desplazamientos.
En el caso de España, los factores de atracción de los inmigrantes son diversos:
- El desarrollo económico de nuestro país ha hecho posible aumentar la oferta de trabajo, en la que también ha incidido el descenso de la fecundidad y el envejecimiento de la población, con una disminución de los jóvenes que hace necesario recurrir a mano de obra exterior para cubrir el déficit del mercado laboral.
- La situación geográfica de España favorece que numerosas personas se desplacen desde África a modo de tránsito para su entrada en otros países europeos. De la misma forma, las tradicionales relaciones con América Latina ayudan en ese papel de puente de nuestro país hacia el continente europeo.
- La entrada de España en la Unión Europea en 1986 y la posterior aprobación de la libertad de movimientos para las personas de los países que la componen ha supuesto la llegada de numerosos europeos de edad avanzada (principalmente ingleses y alemanes) que buscan un modo de vida, descanso y un clima beneficioso para su jubilación.
- Los motivos de salida de los inmigrantes son variados. Si exceptuamos a los países mencionados de la Unión Europea, la inmensa mayoría proviene de regiones con escaso desarrollo económico y, por tanto, difíciles condiciones de vida, que padecen un alto nivel de desempleo o empleo precario. Mejorar la situación laboral se convierte así en el principal impulso para el desplazamiento a las zonas más ricas. A ello se une que son países con un elevado crecimiento de la población y una alta proporción de jóvenes. También existen otras razones peculiares de cada país: conflictos bélicos, desastres naturales o crisis económicas, como sucedió con Argentina en el año 2001.
Los principales zonas de procedencia de los extranjeros que llegan a España son los países comunitarios. Destacan los ciudadanos rumanos (728.967), cuya incorporación a la Unión Europea ha favorecido su desplazamiento a otros países con mejores perspectivas económicas, seguidos por ingleses (351.919) y alemanes (180.650). De otros continentes destacan los marroquíes (644.688), ecuatorianos (420.110) y colombianos (280.705).
Sin embargo, no todas las regiones reciben el mismo número de inmigrantes. Por regla general, las que tienen una economía más avanzada o con predominio de los sectores turísticos y de la construcción son las que tienen un mayor porcentaje de población extranjera.
Migraciones Interiores
Las migraciones interiores afectan a la distribución de la población. Este fenómeno adquiere intensidad en España en el siglo XX. El proceso se acelera a partir de 1950, coincidiendo con la importante emigración hacia los países europeos. Es conocido con el término de éxodo rural, pues significa el abandono de los pequeños pueblos y el traslado a las ciudades o, en términos económicos, desde las actividades agrícolas a las industriales y a las del sector servicios.
Las regiones que contaban con una economía basada en el sector primario (Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha, Castilla y León y Aragón) fueron las que conocieron las mayores pérdidas de población. La modernización de la agricultura, la mecanización y la implantación del regadío, originan notables excedentes laborales. Por su parte, las zonas receptoras, concentradas principalmente en Cataluña, Madrid, País Vasco y Valencia, conocen un crecimiento industrial y urbano de grandes proporciones, que requiere mano de obra para su consolidación.
Estamos ante un proceso de trasvase de población potenciado desde el poder político, dado que la dictadura franquista favoreció el desarrollismo industrial de determinadas zonas y la especialización agraria de otras.
Junto a las migraciones interregionales, se producen también migraciones dentro de cada región. Las capitales de provincia y las principales ciudades atraen a personas procedentes de las zonas rurales vecinas por su mayor disponibilidad de servicios y de oportunidades de trabajo. Por ello, en las zonas más atrasadas, las ciudades son las que menos población pierden y los pequeños núcleos rurales padecen principalmente la emigración.
A partir de los años ochenta, estas corrientes migratorias cambian su orientación:
- La crisis económica, con el consiguiente aumento del paro a nivel nacional, limita el volumen de desplazamientos y las áreas industriales que sufren los efectos de la crisis, como la cornisa cantábrica, dejan de ser un destino preferido para la población.
- La reducción de los desequilibrios regionales hace disminuir los desplazamientos interregionales e impulsa a la población hacia las capitales autonómicas, que concentran los servicios públicos de la Comunidad.
- El sector terciario, al contrario que la industria, no presenta tanta concentración espacial y al tener un reparto más equilibrado por el territorio, propicia un descenso de las migraciones hacia zonas alejadas. Aun así, las áreas con predominio del turismo costero (incluidos los dos archipiélagos) siguen recibiendo población de otras zonas del país.
- Las grandes ciudades, por su parte, dejan de ser foco de atracción y una parte de su población se desplaza hacia localidades próximas.
En cuanto a la situación de los emigrantes, no abundan tanto los trabajadores agrícolas, sino el personal cualificado, que busca su salida laboral allí donde más oportunidades tiene.
Distribución de la Población
España cuenta en la actualidad con una densidad de 89 habitantes por km2, reducida si la comparamos con la media de la Unión Europea que es de 115. Esa cifra general esconde las desigualdades que existen en la distribución de la población, pues se observan zonas superpobladas, junto a otras donde la densidad es inferior a 10 hab/km2. De hecho, las cinco provincias más pobladas (Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla y Alicante) acogen a casi un 40% de la población nacional, mientras que 34 provincias sólo suman un 33,4% de los habitantes.
Las zonas más pobladas, a las que debemos sumar el caso específico de Madrid, presentan características comunes, se sitúan en la periferia peninsular y en los dos archipiélagos, con densidades superiores en la mayoría de los casos a 100 hab/km2. Por su parte, las áreas de menor población ocupan el interior del país, donde la densidad es más baja que la media nacional y provincias como Soria o Teruel no superan los 10 habitantes por km2, por lo que se consideran desiertos demográficos.
A nivel municipal, la mayoría de la población se concentra en las principales ciudades, aunque el proceso de descongestión urbana de los últimos años tiende a hacer crecer a las ciudades medias y a las áreas que rodean a las grandes aglomeraciones.
Los factores que explican esta distribución de la población son diversos. La incidencia de los factores físicos es mínima, si exceptuamos las zonas de alta montaña que, por sus características de altitud y clima riguroso, impiden un poblamiento elevado. Los variados climas de la Península no ponen obstáculos importantes para la ocupación del territorio, sino más bien al contrario, en las zonas costeras debemos considerarlo como un elemento que favorece la concentración humana, al acoger a una población de edad avanzada que busca en la bonanza climática un mayor bienestar, de la misma manera que es allí donde se concentra la adquisición de la segunda vivienda para las temporadas vacacionales.
Son los factores humanos y, principalmente los económicos, los que explican los desequilibrios en la distribución de la población. Las áreas que conocieron la industrialización a gran escala (Cataluña, País Vasco, Asturias) absorbieron una gran cantidad de población procedente de las zonas agrarias del país. En otros casos, como Madrid, además del crecimiento industrial, es su condición de capital del Estado lo que explica que se concentre la población por la gran cantidad de servicios que esa administración proporciona. Por otro lado, el éxodo rural no sólo afecta a la movilidad de las personas, sino también al crecimiento natural, pues favorece una natalidad más elevada en las regiones receptoras, y por tanto un mayor crecimiento al llegar la población a la edad de procreación. En sentido contrario, perjudica la evolución del crecimiento vegetativo de las zonas emisoras.
Entre los factores económicos recientes debemos destacar la importancia del turismo o la construcción en el litoral, que son, además, sectores que emplean un mayor porcentaje de inmigrantes extranjeros, lo que ayuda a mantener las tasas de natalidad y el crecimiento natural.
Estructura de la Población: Sexo y Edad
Para el análisis de la estructura de la población, el instrumento esencial es la pirámide de población, que nos muestra la situación en lo que se refiere a la distribución por sexo y edad.
- Observando la misma, podemos determinar que el número de mujeres supera al de hombres (sex ratio) (50,5% de mujeres por 49,5% de varones), a pesar de que el número de niños que nacen es mayor que el número de niñas (106 niños aproximadamente por cada 100 niñas) como ocurre a nivel mundial. No obstante, esa diferencia a favor de los varones se iguala a partir de los 50 años, para prevalecer después un mayor número de mujeres. Entre las causas de este distinto comportamiento hay que considerar que los hombres tienen una mayor mortalidad a lo largo de la vida, entre otras razones porque le afectan más las enfermedades y los accidentes.
- Progresivo envejecimiento de la población española, más tardío que en otros países europeos, pero también más brusco, por cuanto se ha llegado en pocos decenios, al acelerarse el proceso a partir de 1975. Ello se observa especialmente en el incremento de la esperanza de vida, que manifiesta el descenso de la mortalidad, o en la edad media del conjunto de la población, que era de 28 años a principios del siglo XX y ha llegado a los 40 años en el siglo XXI. De ahí que los investigadores hablen de esta situación como de invierno demográfico.
- El envejecimiento es producto sobre todo de la caída de la fecundidad; se ha modificado el papel de la familia y se ha retrasado la edad del matrimonio hasta llegar a los 30 años.
- Por esas razones, la distribución por grupos de edad presenta en la actualidad un porcentaje de población mayor de 65 años superior al 15% (16,6%) y, al mismo tiempo, la población joven, de menos de 15 años edad, ha disminuido considerablemente, hasta situarse en el 14,4%. De esta manera, el índice de envejecimiento es superior a los países europeos y se sitúa entre los más altos del mundo, pasando de dos niños por anciano en 1981 al momento presente en el que hay más ancianos que niños. Y todo ello a pesar de que la llegada de inmigrantes en los últimos años ha frenado el proceso, pues en el año 2001 la población mayor de 65 representaba el 17% del total.
- No todas las áreas tienen las mismas características en lo que respecta al envejecimiento. Aquellas regiones que presentan un saldo migratorio negativo tienen una proporción de personas en edad anciana superior a las regiones que reciben población. Por ello, las provincias del interior y del norte, con las excepciones de Madrid o Álava, tienen una mayor tasa de envejecimiento que aquellas otras que atraen inmigrantes como, por ejemplo, las del arco mediterráneo. De la misma manera, son los pequeños municipios rurales los que tienen una población más envejecida, si bien también las grandes ciudades sufren en parte el problema, mientras que son las ciudades medias las que tienen mayor población joven.
- Todo ello crea problemas para el reemplazo generacional, que se consigue cuando hay 2,2 hijos de media por mujer, es muy bajo en España, al encontrarse actualmente en 1,3 hijos por mujer, con lo que la renovación no está garantizada.
Estructura de la Población: La Actividad Económica
La distribución de la población según su actividad económica depende esencialmente de la situación del mercado de trabajo. Sobre él influye la estructura de edades y, a su vez, la evolución del empleo incide en el comportamiento demográfico. Cuantificar el mercado laboral no resulta sencillo, pues es un ámbito que cambia rápidamente.
- España ha conocido un cambio profundo en los últimos decenios en el mercado de trabajo. La tasa de actividad se ha elevado notablemente y en 2008 había casi 23 millones de activos, con un porcentaje que ronda el 60% de la población entre 16 y 65 años, cifra similar a la de otros países europeos de nuestro entorno. A ello ha contribuido tanto el crecimiento económico sostenido de las últimas décadas, como el aporte de la inmigración y, sobre todo, la incorporación de la mujer al trabajo. A pesar de ello, la tasa de actividad en los varones sigue siendo más elevada, pues representan el 69,81%, mientras que en de las mujeres es sólo del 50,46%.
- En lo que respecta a la población ocupada; población en edad adulta que ejerce un trabajo, la estacionalidad de sectores importantes de la economía española, como el turismo, el comercio o la construcción, hace que la tasa de temporalidad sea elevada (30%) en relación a otros países de nuestro entorno. De la misma forma, la proliferación de contratos a tiempo parcial (en torno al 10% del total) es también notable, lo que provoca dificultades para la planificación de las familias por la inseguridad y precariedad en el empleo. (Ahora más)
- La tasa de paro también es superior a la de los países de la Unión Europea y afecta especialmente a los jóvenes y a las mujeres. Se situaba en el 11,33% de la población activa a finales del 2008 y se concentraba fundamentalmente en el sector servicios, aunque como resultado de la crisis económica, tiene también un impacto notable en la industria y la construcción. En el primer trimestre de 2009 se ha disparado hasta el 17,36%. (¿Y ahora…?) Datos sobre el paro en España
- La distribución de la población activa por sectores económicos ha sufrido una gran transformación. Si en el año 1976 la población ocupada en el sector primario representaba el 20% del total, hoy sólo da empleo a un 4%. En una tendencia similar, aunque menos acusada, la industria también ha visto disminuir sus porcentajes; mientras que el sector que ha tenido mayor crecimiento ha sido el de los servicios que ha pasado de ocupar a un 40% de la población, hasta llegar al 65%. Estructura de los sectores económicos y del empleo
- Distintos motivos explican estos cambios. Por un lado, el sector agrario ha seguido el proceso de modernización que ha provocado que, sin disminución de la capacidad productiva, se haya reducido considerablemente el número de trabajadores necesarios para sus tareas. Por su parte, el sector industrial ha sufrido en las últimas décadas distintos procesos de reconversión originados por la crisis que afecta a la industria tradicional, a la introducción de nuevas tecnologías que sustituyen a la mano de obra y a la deslocalización industrial, que busca otras áreas del mundo donde los costes de producción serán más baratos (países emergentes). Estos procesos derivan hacia la terciarización de la economía, común a todos los países desarrollados, que encuentra en España un espacio idóneo para su crecimiento por la importancia que tiene el turismo, los servicios públicos y otros servicios de apoyo a la producción como el transporte o el comercio.
Políticas Demográficas y Perspectivas de Futuro
Los demógrafos no sólo analizan la evolución pasada y la situación actual de la población, sino que también se ocupan de su futuro. Las prospecciones sobre el comportamiento demográfico tienen gran importancia, pues se trata de anticipar los problemas en distintos ámbitos, (educación, sanidad, pensiones, mercado laboral…), para planificar una solución adecuada a los mismos.
- Para realizar dichas proyecciones se parte de la población actual y se elaboran distintas hipótesis con la posible dinámica de cada una de las variables demográficas básicas, obteniéndose la población del periodo y su distribución por edades. La estimación de la evolución de la fecundidad y la mortalidad (con las que se obtiene el movimiento natural) es bastante fiable, son variables cuya transformación es lenta, mientras que para los movimientos migratorios se utilizan medidas aproximativas, siendo el dato que está sujeto a mayor incertidumbre. Debido a ello, se suelen calcular escenarios distintos, en los que se contempla una mayor o menor incidencia de la inmigración.
- Según las previsiones del Instituto Nacional de Estadística, la evolución de la población española dará lugar a partir del año 2020 a un saldo vegetativo negativo y a un descenso a partir del año 2040. La diferencia entre los escenarios contemplados estriba en que una mayor inmigración hará que la población comience su retroceso más tardíamente. Al tiempo se producirá un incremento de la esperanza de vida y, consiguientemente, del envejecimiento de la población, con lo que la tasa de dependencia se elevará considerablemente. No obstante, la predicción indica una mejora de la fecundidadhasta elevarse a 1,5 hijos de media por mujer, aunque ello no será suficiente para conseguir el reemplazo generacional requerido de 2,2 hijos de media por mujer.
- En los últimos años se han adoptado algunas disposiciones para tratar de frenar el envejecimiento poblacional. Entre ellas destacan las medidas tendentes a favorecer la contratación de inmigrantes, con la que se ha conseguido un notable crecimiento de la población y reducir la aceleración del envejecimiento. No obstante, la crisis económica actual, con el consiguiente aumento del paro, limitará la llegada de población extranjera.
- Para estimular la fecundidad, se han decretado leyes como la de conciliación familiar y laboral, una de cuyas finalidades es la eliminación de obstáculos para la mujer trabajadora en el cuidado de los niños. En el mismo sentido, la puesta en marcha de la escolarización de 0 a 3 años y la apertura de guarderías o, más directamente, la concesión de una subvención para los nacimientos, suponen mejoras para incentivar la natalidad. No obstante, las políticas de protección a las familias en España se encuentran todavía lejos de la media de la Unión Europea.