3. William Shakespeare
A caballo entre los siglos XVI y XVII se encuentra la vida y la obra de una de las cimas
literarias universales, el poeta y dramaturgo William Shakespeare (el “poeta de poetas”,
como le llamó Antonio Machado). Su época es la del llamado “teatro isabelino” (tiempos de
la reina Isabel I de Inglaterra), de influencias clásicas (Séneca, Plutarco), italianas, y de
leyendas o Historia propiamente nacionales de Inglaterra y Escocia. Las obras se
representaban en teatros semejantes a los “corrales” españoles, espacios de forma circular,
sobre un escenario sin decorados situado a su vez sobre un patio que hacía las veces de
platea para la gente sencilla (los “malolientes” de The Globe). A su alrededor se dispónían
unas galerías desde las que presenciaban las representaciones los nobles y adinerados.
Era un teatro con ricos vestuarios, un teatro para todas las clases sociales, poderoso en
la palabra, el gesto y el movimiento. Un arte al margen de las reglas clásicas, en el que se
mezclaban tragedia y comedia, lo grotesco con lo sublime, lo pastoril y lo fantástico, lo
truculento y lo histórico.
El más genial de sus autores, pero no el único, fue William Shakespeare (1564-1616),
nacido en Stratford-on-Avon. Hijo de un próspero comerciante, inició los estudios de los
autores clásicos en su localidad natal y ejercíó de aprendiz del oficio paterno. En 1592
aparece ya en Londres (dicen que huyendo de su tierra por algún asunto de caza furtiva) y
empieza su labor en los teatros: desde guardián de caballos de los espectadores y traspunte
de las obras, hasta llegar a actor, autor e incluso empresario de su propia compañía en el
teatro The Globe en 1599.
Su obra completa nos deja una poesía de magnífica perfección (los Sonetos) y 37 obras
teatrales intensas, modélicas, patrimonio siempre vigente de las letras universales.
Son textos que mezclan prosa y verso, tragedia y comedia –los más variados personajes trágicos
llenos de adversidades junto a los “clown” o “fool”-, textos repletos de sentencias de tipo
filosófico, propuestas cínicas y desvergonzadas, contrapuntos cómicos sobre momentos de
verdadero drama humano. Dividimos su producción teatral en tres grupos:
a) Comedias de corte novelesco, con origen italiano: amor y celos, enredos y
malentendidos, llenos de vida y fantasía. Aquí están La fierecilla domada, El
sueño de una noche de verano y La tempestad.
b) Dramas históricos sobre turbulentos y conflictivos asuntos nacionales y luchas
dinásticas (Enrique VI o Ricardo III) o bien de “tema romano”, desarrollando
personajes de las clásicas Vidas paralelas de Plutarco (Julio César, Antonio y Cleopatra, Coriolano).
c) Las grandes tragedias, en las que el genio creador de Shakespeare desarrolló
algunos de los más inolvidables temas y caracteres de todos los tiempos, con
personajes cuya condición humana alcanzó universalidad. Aquí se hallan Romeo
y Julieta, Hamlet, Otelo, Macbeth y El rey
Lear. De las cuatro primeras de estas
obras inmensas por su fuerza, su perfección formal, la intensidad de sus diálogos
y monólogos, ambientes y sobrecogedora energía, desarrollaremos brevemente
su argumento.
Romeo y Julieta
Escrita en 1597, es una de las tragedias amorosas más universalmente conocidas de
todos los tiempos. La obra se localiza en la italiana ciudad de Verona, dividida en dos
bandos enemigos y representados por las familias de los Capuleto y los Montesco. Julieta
pertenece a los primeros y Romeo a los segundos, pero entre ellos se desata un
profundísimo y fatídico amor que traspasa las barreras y convenciones (“mi único amor
nacido de mi único odio”), y termina en un secreto compromiso matrimonial.
No obstante, Romeo acaba matando a Teobaldo, un pariente de su prometida, y se ve
en la obligación de ser desterrado a Mantua, separándose de Julieta, lo cual significa para el
enamorado poco menos que la muerte. Mientras, Julieta será oficialmente comprometida con
París, por mandato de su familia.
Para evitar un enlace no deseado, un matrimonio forzado, la joven toma un brebaje que
la dejará dormida durante un tiempo –semejando estar muerta-, de manera que pueda ser
trasladada al mausoleo familiar, donde habrá de reencontrarse secretamente con Romeo.
Cuando éste conoce el destino de su amada, creyéndola fallecida, corre a Verona y
contempla el cuerpo desfallecido de Julieta. Y allí mismo se encuentra y mata a París.
Romeo, abatido, se envenena y muere. De repente despierta Julieta de su largo sueño,
contemplando a los dos muertos. Entonces decide suicidarse con la daga de Romeo.
Las familias rivales, finalizada la tragedia, deciden acabar sus enfrentamientos y erigir dos
estatuas representando el amor de la fatídica pareja.
Hamlet
Escrita en 1601 ó 1602, desarrolla una antigua leyenda danesa en el castillo de Elsinor.
Es la “tragedia de la venganza”, protagonizada por el triste príncipe Hamlet, joven cínico y de
amargo humor, aparentemente enloquecido (“no estoy loco, sino loco por astucia”, dirá)
desde la misteriosa muerte de su padre.
En cinco actos apasionantes se desarrolla un drama humano de inmensas dimensiones:
(I) Hamlet se muestra ausente y alterado a causa de la reciente muerte de su padre, el rey
que llevaba el mismo nombre, y por el rápido matrimonio de su madre viuda con el nuevo
monarca Claudio.
Sospechando y recelando de todo y todos, inmerso en funestos presagios, Hamlet
conoce la aparición nocturna de un fantasmal espectro semejante a su padre. Sin embargo,
su amor por Ofelia (hija del cortesano Polonio) parece sosegar su atribulado carácter. (II)
Pero el príncipe no “mejora” ante los ojos ajenos. Peor aún, manifiesta su repulsión por
quienes le rodean, por su propia tierra incluso, que más parece una cárcel (“algo huele a
podrido en Dinamarca”), y sólo pensará en la venganza, llena de dudas (el monólogo del “ser
o no ser, esta es la cuestión…”), que se empieza a fraguar con la entrada en escena de unos
actores que representan una obra cuyo tema es un asesinato (III). El monarca huye al ver la
representación, lleno de remordimientos y de culpa callada. Incluso su madre, con quien
Hamlet mantiene una tensa relación, se arrepiente de los hechos pasados (descubriendo
que el rey y ella misma son responsables del regicidio).
Hamlet se aleja de Ofelia, mata accidentalmente a Polonio y recibe de nuevo la
presencia del espectro paterno. (IV) El príncipe dolorido se aleja de Dinamarca pero su
ausencia no elimina la tragedia de la corte danesa: Ofelia se suicida, ahogándose; y llega al
reino Laertes, hermano de la anterior, exigiendo venganza por las dos muertes familiares.
(V) Y ésta se produce en un trágico desenlace: Hamlet regresa de su retiro y conoce la
muerte de Ofelia, viéndose obligado a luchar con Laertes. Mientras combaten, el rey prepara
una pócima contra el príncipe, pero quien bebe es la reina, que muere. Y también morirá
Laertes. Hamlet matará al rey y, mortalmente herido, beberá de la copa envenenada.
Otelo
Otelo o “El moro de Venecia”, de 1604, simboliza la tragedia de los celos (“el monstruo
de los ojos verdes que se divierte con la vianda que nutre; … Un monstruo que engendra y
nace de sí mismo”).
Comienza la trama en Venecia, presentando al afamado y valeroso Otelo, que sirve con
lealtad al Dux veneciano. El moro está comprometido y casado en secreto con la bellísima
Desdémona, hija de un noble del lugar. Y junto al moro se encuentra Yago, su colaborador y
también reciente enemigo, que fingirá ser uno de sus mejores apoyos cuando su única
intención es tomarse venganza por una aparente humillación padecida.
Otelo capitanea las fuerzas venecianas hasta Chipre, donde lucha y vence al turco. La
felicidad y buen destino del moro con su esposa se verá constantemente empañada, sin
embargo, con las miserables y pérfidas insinuaciones que Yago va deslizándole,
consiguiendo que dude de todos y en especial de su propia esposa, cegando al poderoso
Otelo con los más peligrosos e irresistibles celos, manipulándole hasta que el engañado
moro no soporta la presión y acaba matando a Desdémona. Al darse cuenta de su criminal
acción, Otelo se mata. Sólo queda con vida el perverso Yago, descubierto y preso por sus
compañeros.
Macbeth
Esta tragedia data de 1607 y desarrolla el funesto propósito de la ambición y del poder
destructor. Comienza con un fantasmagórico encuentro del noble Macbeth con unas brujas
que le auguran su inminente destino de rey. Y éste dará a conocer a su esposa, la ambiciosa
Lady Macbeth, el augurio de las viejas, tomándoselo ella como algo personal e instigando a
su marido a que mate al rey actual, que ha de alojarse en su castillo durante una noche. La
noche del crimen, la esposa droga a los guardianes reales y Macbeth asesina al monarca,
sin que haya sospechas cuando se descubre su cadáver por la mañana.
Macbeth será coronado pero al poco comenzará sus contrariedades: en primer lugar
matando a su viejo amigo Banquo, que conocía el destino previsto por las brujas (desde
entonces el espectro del muerto le acompañará). Poco después la diosa terrible Hécate
aconsejará a las brujas que han de cambiar el destino del nuevo rey. Y por último surgirán
algunos nobles excluidos y dispuestos a derrocar al rey con un ejército que disponen desde
Inglaterra.
El criminal soberano buscará de las brujas un nuevo augurio favorable, pero no obtendrá
sino un enigma como respuesta: “Macbeth nunca será vencido hasta que el gran bosque de
Birnam suba marchando”. Confiado por el incierto presagio, el rey seguirá eliminando a sus
enemigos (“Escocia no puede llamarse nuestra madre sino nuestra tumba”). Pero los
enemigos del rey se ponen en marcha y sitian su castillo (camuflados los soldados bajo los
arbustos). Lady Macbeth muere enloquecida, llena de remordimientos que la corroen (ante
sus ojos aparece siempre una mancha de sangre que nunca desaparece). El rey es derrotado y decapitado.
4. John Milton
Autor inglés inmortalizado por el célebre poema épico El Paraíso perdido, Milton ocupa
un lugar en la literatura anglosajona parangonable sólo al de Shakespeare. Estudió en la
Universidad de Cambridge y, tras renunciar a una vocación religiosa por oposición a la
jerarquía anglicana, se dedicó al estudio de los clásicos griegos y latinos y de obras de
historia política y religiosa. A partir de 1640, este período formativo dio paso a una prolífica
actividad como prosista político y adalid de la soberanía popular y de la libertad de
conciencia y de expresión. Partisano de la causa parlamentaria durante la revolución de
Cromwell, el poeta abogó en 1649 por la ejecución del rey Carlos I y, pese a haber perdido la
vista en 1652, desempeñó luego diversos cargos públicos en el “Commonwealth” que
reemplazó a la monarquía. Con el advenimiento de la Restauración, en 1660 fue
encarcelado durante varios meses y salvado de peores castigos por sus admiradores. Por
esta época, comenzó también a componer mentalmente y a dictarle a diversos auxiliares los
diez tomos en verso libre de El Paraíso perdido, el testimonio definitivo de su maestría
artística, su capacidad creadora y su estatura intelectual.
La publicación del cosmogónico poema, en 1667, inauguró el último período glorioso de
su obra. Caracterizado en la vida pública por su gentileza tanto como por sus arrebatos de
ira, Milton se describíó más de una vez a sí mismo como un hombre amargado por el
infortunio matrimonial, la ceguera y la mala salud y, sobre todo, por el fracaso de sus ideales
políticos. Su legado, reconocido ya en su día como genial, ejercíó una influencia perceptible
en la poesía de todo el Siglo XVIII y fue reclamado como precursor del Romanticismo por los
poetas malditos del XIX.
El Paraíso perdido
Esta obra representa la cumbre de la poesía épica escrita en lengua inglesa. Su autor
empezó a componerlo tras haber perdido la vista. Su concepción mental, dictado y
corrección se prolongaron durante un lustro tras la Restauración de Carlos II en 1660. Los
diez tomos en verso libre de la obra fueron publicados en 1667.
El poema narra la historia cosmogónica de la rebelión de Lucifer contra Dios, su caída a
los infiernos, y la posterior caída en la tentación de Adán y Eva, expulsados a su turno del
Jardín del Edén. La tradición de esta historia dentro de la literatura y la mentalidad europeas
constituye el punto de partida de Milton, quien, inspirándose sobre todo en La Eneida de
Virgilio, transforma el relato elemental del Génesis en un vasto universo poético en el que la
grandeza heroica y la compleja gramática de la épica clásica se aúnan al Realismo dramático
y a la ironía compasiva del autor ante el destino de los hombres. Este destino trágico, que
comporta para Milton la búsqueda esperanzada de un paraíso interior en el mundo terrenal,
se proyecta como núcleo temático del poema a través del enfrentamiento cosmogónico entre
Dios y Satánás, el cielo y el infierno, la luz de la bondad y las tinieblas de la arrogancia y el
egoísmo.
La obra, de enorme influencia en la poesía de todo el Siglo XVIII, fue ensalzada en el XIX
por ROMánticos como Shelley, quienes adoptaron a Milton como el primer gran poeta maldito.
5. Molíère
A lo largo del Siglo XVII francés se crea el llamado «teatro clásico», un arte solemne de
gustos aristocráticos que sigue las normas clásicas (los «preceptos aristotélicos»: obras de
cinco actos que separan los géneros y estilos) dentro del llamado «buen gusto» literario.
Entre los autores más representativos se encuentran Racine (autor de tragedias de corte
grecolatino como Fedra y Andrómaca) y Corneille (autor de Le Cid, una versión teatral
trágica sobre el personaje épico castellano).
Pero quien más destaca es el autor de comedias Jean-Baptiste Poquelin (1622-1673),
más conocido por su seudónimo de Molíère. Hijo de un tapicero de la corte francesa, tuvo
una esmerada educación entre los jesuitas, y ya desde los veinte años se dedicó a las
actividades teatrales.
Tras años de formación y diferentes viajes por provincias, regresó a París y obtuvo la
protección personal del monarca Luis XIV, con el título de «Comediante titular del rey».
Molíère es el creador de una comedia de caracteres cuya intención es criticar las
costumbres de su tiempo. Con ironía, y comicidad satiriza los vicios y defectos de sus
contemporáneos, combatiendo excesos ridículos de su tiempo («corregir a los hombres,
divirtiéndoles») a través de la presentación de tipos como el avaro, el hipócrita, el pedante, el
misántropo o el pretencioso. De sus obras destacamos, especialmente, tres:
– Tartufo
Escrita, representada y más tarde prohibida entre 1664 y 1669. Su protagonista, que da
nombre a la obra, simboliza al hipócrita de pietismo cínico y falsa devoción, que se hace
sibilinamente con los intereses y personalidad de Orgón, un padre de familia que ve en
Tartufo a un «hermano» y no a un impostor (“Esas gentes, cuya alma, al interés sumisa, de la
devoción hacen oficio y mercancía»). El impostor se va haciendo con las riendas familiares
hasta obtener la herencia y ser depositario de comprometedores documentos, sin que el
ingenuo Orgón se dé cuenta de la realidad. Acusado por otros familiares, Tartufo se
defenderá con falso arrepentimiento, aunque finalmente será detenido por la justicia, que
desde hace tiempo le persigue por episodios semejantes.
– Don Juan
Ejemplo universal del personaje libertino y mujeriego, impío y soberbio, capaz de
amenazar a toda persona e institución, y finalmente condenado al infierno. Se basa en la
figura de El Burlador de Sevilla, obra del dramaturgo español Tirso de Molina.
– El enfermo imaginario
En esta obra el aprensivo Argán hace todo lo posible por ser el centro de atención
semejando cualquier dolencia y mal, sin darse cuenta de que otros se aprovechan a su
costa; y sólo es atendido con sinceridad y comprensión por su hija.
En una de estas representaciones murió Molíère en escena, cuando ejercía el papel de
protagonista.