Éxodo y Desposesión: Un Retrato Vigente de la Injusticia Social


La propiedad como eje central

Esta obra, ambientada en la década de la **Gran Depresión**, nos muestra con gran crudeza y realismo lo que era la América más profunda. Si la propiedad es uno de los ejes sobre los que se aglutina el liberalismo decimonónico, es en *Las Uvas de la Ira* donde precisamente ese eje se pone en cuestión. Precisamente es en el ordenamiento anglosajón donde la expropiación puede ser vista como una de las bestias negras del liberalismo y del individualismo, pero en esta historia eso no importa, pues las grandes beneficiadas van a ser una serie de corporaciones agrícolas (la *Shawnee Land and Cattle Company*), que se encargan de ordenar la ejecutoriedad de los embargos de unos propietarios que cultivaban la tierra en régimen de aparcería.

Cuando hablamos de propiedad, muchas veces no llegamos a comprender el verdadero significado de esta palabra, quizás porque lo más cercano a ello puedan ser las escrituras de nuestra vivienda, que no es poco, pero si tratamos de situarnos en un contexto social más quebradizo que el nuestro, donde es precisamente la **tierra/propiedad** lo que funciona como elemento sustentador y cohesionador de la familia, veremos la importancia que cobra esta palabra. Por ello, durante la película se va mostrando cómo la familia *Joad* se va desintegrando a lo largo de ese viaje tan infructuoso que realizan tras la pérdida de lo que daba sentido a sus vidas.

La mecanización del campo y el movimiento obrero

En el guion no se muestra cuál es el culpable de esta situación; algunos personajes lo achacan simplemente a los vientos de Oklahoma. **John Ford** no trata de ascender en escalas de responsabilidades, aunque se nos explica claramente que el trabajo que da de comer a diez familias puede ser realizado por un solo tractor pagando simplemente tres dólares al día. Es evidente, por tanto, el peso que va a tener la **mecanización del campo** como uno de los elementos estructuradores de la revolución industrial, y que no había llegado por igual a todas las zonas de Estados Unidos en la década de los treinta.

Otro aspecto a destacar es el **movimiento obrero** que empieza a nacer, y que aparece reflejado en algunos pequeños grupos que se enfrentan a los contratistas, los cuales no pagan lo establecido por el gobierno y que, a través de las brigadas ciudadanas, tratan de acabar con los *agitadores*, que es lo más parecido a un sindicalista.

Paralelismos con la migración actual

Pero, ¿por qué sigue estando esta obra maestra de la literatura y del cine de primerísima actualidad? La conexión la encontramos con los **movimientos migratorios** que se están desarrollando desde África, América Latina y Asia hacia Europa. Es un verdadero éxodo, como el que se produjo durante la Gran Depresión desde Oklahoma hacia California.

Son dos hechos paralelos en los que se observa cuál es el camino hacia la supervivencia; uno, contado como si fuera una *road movie*; otro, el más penoso y arriesgado de los actuales, el que realizan los viajes en pateras.

Unos han sido desposeídos de aquello que les da sentido a sus vidas, la propiedad; los actuales, ni eso, simplemente están aún un escalón más abajo, pues la mayoría de ellos tienen que hacer el viaje sin la compañía de sus familias.

La crudeza de la realidad: ayer y hoy

En ese éxodo, tanto de los pasados como de nuestros contemporáneos, se van a ver las mismas penurias y lo peor del género humano, es decir, **corrupción, discriminación social, desconfianza hacia lo de fuera, precariedad en el trabajo**. Lo más llamativo para mí ha sido conocer en propio suelo norteamericano los campos para transeúntes, como se llama en la película, y que directamente me trae a la mente los numerosísimos campos de refugiados que he podido ver en cualquier noticiero. En los dos, y con setenta años de diferencia, se pueden encontrar las más absolutas de las miserias y desesperación en los rostros de la gente que vive allí.

La brutalidad, no ya policial, sino de las **brigadas ciudadanas** al servicio de los empresarios, es algo que pone los pelos de punta. Hoy en día, simplemente con desplazarnos a las minas de tántalo del Congo, que son explotadas por una subcontrata de *Bayer* y que son custodiadas por fuerzas paramilitares, realizando la misma función que los custodios de los campos que aparecen en la película, podemos observar una situación similar.

Reflexiones finales

No deja de sorprender a muchos que un republicano conservador como John Ford se atreviera a realizar una película que fuese una auténtica crónica de la injusticia, reflejando la ausencia de leyes para gobernar un país, que repudia a sus propios ciudadanos, a los que casi no se les permite parar por los diferentes lugares que van atravesando. Hoy en día, muchos de los inmigrantes que llegan a nuestro país no solo son rechazados por nuestra propia sociedad, sino por los propios países de procedencia, tratados como verdaderos parias y utilizados como moneda de cambio para intentar buscar alguna solución política al asunto, con una previa compensación económica por parte del país receptor hacia el Estado de procedencia.

Considero verdaderamente denigrante el que podamos utilizar la dignidad humana como moneda de cambio, y que no seamos capaces de reconocer que el **sistema económico-social** sobre el cual se sustentan los países desarrollados es un modelo que está cimentado sobre la miseria de los más desprotegidos.

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