El Empirismo de Hume y la Crítica al Principio de Causalidad
Hume distingue dos elementos en la razón: las impresiones, representaciones mentales simples de las percepciones recibidas por la sensibilidad; y las ideas, representaciones o copias de las impresiones (pasadas) en la mente, que son menos vivas y proceden siempre de una impresión. Asimismo, establece dos modos de conocimiento racional:
- Conocimiento de relaciones entre las ideas (razonamiento a priori): No trata sobre la realidad, sino sobre la estructura del razonamiento (matemática y lógica). Ofrece proposiciones analíticas; lo que afirma el predicado está implícito en la definición del sujeto y, por lo tanto, no nos da nueva información sobre la realidad. Su verdad se conoce a priori, sin necesidad de recurrir a la experiencia, ya que es determinada por la razón misma.
- Conocimiento de cuestiones de hecho (razonamiento a posteriori): Trata sobre la realidad. Ofrece proposiciones sintéticas, donde lo que afirma el predicado no está implícito en la definición del sujeto y, por tanto, afirman algo nuevo sobre la realidad, extendiendo nuestro conocimiento sobre ésta. Su verdad se descubre a posteriori, pues se necesita recurrir a la experiencia para confirmar si lo afirmado es verdadero o falso.
Según Hume, todo conocimiento sobre la realidad proviene de un razonamiento a posteriori, cuyo criterio de verdad es la experiencia. Para saber si una idea es verdadera o falsa, es necesario recurrir a la impresión correspondiente. A continuación, Hume criticará el principio de causalidad, principio que afirma que todo ser o suceso es producto de una causa anterior de la que es efecto.
El Emotivismo Moral de Hume
Hume realiza una crítica de todas las teorías éticas anteriores que basan la moral en la razón. Afirma que nuestros juicios morales no son producto de la razón, pues no proceden de ninguno de los tipos de conocimiento racional. Las afirmaciones de la moral no son el resultado del conocimiento de relaciones entre ideas (razonamiento a priori), pues los juicios morales no son analíticos a priori. Tampoco son el resultado del conocimiento de cuestiones de hechos (razonamiento a posteriori), ya que no describen una realidad, sino que la juzgan como buena o mala, produciendo así un juicio de valor del que es imposible tener impresión.
Además, Hume añade que, si bien la razón puede ayudarnos a clarificar la utilidad de las acciones humanas, no puede impulsarnos o motivarnos a realizarlas. Por lo tanto, según Hume, la moral no se fundamenta en nuestra razón.
Hume defiende el emotivismo moral, según el cual el fundamento de la moral está en el sentimiento moral que surge del interior del individuo. Este sentimiento moral se presenta como una emoción o «gusto» interior que brota del sujeto, desde su propia esencia o naturaleza, y que expresa agrado o desagrado ante las acciones. Esta emoción moral es universal y común a todas las personas debido a la universalidad de la naturaleza humana. Este sentimiento moral se basa en dos principios:
- Utilidad: Depende de la expectativa del placer que una acción puede ocasionar. Las acciones que prevemos que van a procurar más placer las calificamos como buenas. Una parte de la calificación moral de las acciones se basa en criterios pragmáticos.
- Simpatía: Es la inclinación que todos los seres humanos poseen a participar de los sentimientos y de las inclinaciones de los otros seres humanos, y que nos lleva a obrar moralmente buscando la felicidad del otro.
De esta forma, la moral humana no es ni resultado de un frío cálculo racional ni tampoco de un puro sentimiento, sino que ambos factores se interrelacionan. Esta mutua relación garantiza que el sentimiento moral no sea individual ni egoísta y que la moral no sea meramente convencional, sino que se constituya desde un sentimiento moral característico de la propia humanidad y su naturaleza, siendo, por tanto, universal.
La Ética Formal de Kant
Kant distingue entre dos tipos de sistemas éticos: las éticas materiales y la ética formal. Critica las éticas materiales porque son empíricas (a posteriori), establecen una finalidad o Bien basándose en la experiencia; sus preceptos o normas son hipotéticos, dependen del fin establecido; y mantienen una moral heterónoma, donde la norma no surge de la propia razón, sino que es determinada por algo exterior al sujeto (Dios o la naturaleza humana).
Frente a ellas, Kant defiende la ética formal:
- Vacía de contenido empírico: Lo moral no depende de ninguna finalidad.
- A priori y universal: El valor moral de una acción no se determina por la experiencia.
- Preceptos categóricos: Su cumplimiento es obligado sin esperar conseguir ningún fin.
- Moral autónoma: Determinada por la propia razón a priori del sujeto.
Según Kant, la ética debe fundamentarse en el deber que establece la conciencia o razón de los hombres de forma a priori y universal. La realización del deber por el puro deber, por respeto a la propia razón, supone la buena voluntad. Una acción es moral solo si se realiza por buena voluntad. No son acciones morales, por tanto, las conformes al deber (que realizan el deber, pero no solo por buena voluntad, sino para conseguir algo) ni, por supuesto, las contrarias al deber. El bien moral, la virtud, es cumplir el deber que establece mi razón por respeto a la misma. Esto se conoce como el imperativo categórico. Kant, además, afirma tres postulados.
Nietzsche y la Crítica a la Metafísica Tradicional
Nietzsche critica la metafísica tradicional surgida con Platón. La metafísica tradicional ha considerado como verdadera realidad de las cosas a las esencias y, por tanto, la realidad es concebida como algo estático, fijo e inmutable. Se ha distinguido entre una realidad verdadera y superior, y una realidad falsa o aparente. Pero la “invención” de este otro mundo superior es, en realidad, producto del resentimiento y temor hacia la vida de los filósofos, que rechazan la vida tal y como es.
Este impulso contra la vida es denominado por Nietzsche «Voluntad de Verdad» y consiste en utilizar la razón para afirmar la supremacía de las esencias, lo estático, vengándose así del devenir de la realidad, de la vida que no se puede dominar. Toda la filosofía ha sido, en realidad, un platonismo encubierto y contrario a la vida.
La Voluntad de Poder y la Perspectiva
Frente a la metafísica tradicional, Nietzsche afirma la realidad como devenir sin finalidad ni meta. Esta realidad cambiante y múltiple se presenta al ser humano a través de perspectivas. Estas perspectivas son propias de cada momento de la vida individual. Por ello, no existe una perspectiva verdadera, y la Voluntad de Verdad, que pretendía una verdad absoluta, única, universal e inmutable, es falsa.
Nietzsche defiende la «Voluntad de Poder», que supone asumir y enfrentarse a la realidad cambiante, afirmando una perspectiva individual de forma temporal para vivir más plenamente. Con la Voluntad de Poder se reconoce la realidad como cambiante y la inexistencia de la verdad, admitiendo la elección de una perspectiva entre las múltiples posibles para potenciar la propia vida.
La Crítica al Lenguaje y los Conceptos
Desde la Voluntad de Poder se comprende que los conceptos no son en realidad más que metáforas. Estas metáforas se generan a través de un proceso que nos aleja cada vez más del original, la cosa real individual:
- La primera metáfora es la imagen mental conformada por nuestra percepción.
- Esta imagen la convertimos en palabra, que expresa nuestra forma individual y original de captarla, siendo así una metáfora de la primera metáfora.
- Esa palabra se establece como única para una multiplicidad de realidades cambiantes, posibilitando el “olvido” de la multiplicidad y de los cambios.
De esta manera, las ideas más abstractas solo son las metáforas más alejadas de la realidad, y hemos olvidado que solo son metáforas. Estas metáforas se convirtieron en conceptos por la necesidad y el deseo del ser humano de vivir en sociedad. Para ello, se hizo un pacto, llegando a una convención en el lenguaje. Se establecieron así los nombres y significados de las cosas, imponiendo ciertas convenciones como las correctas por mera utilidad. Con el tiempo, se olvidó el origen metafórico, afirmándose erróneamente el concepto universal (expresión de la esencia) como la verdadera realidad.
La filosofía, al tratar de los conceptos más abstractos, llama “verdad” a lo más alejado de la realidad: lo creado al final del proceso por el pensamiento, el producto más imaginativo. También las ciencias positivas, que matematizan lo real, son criticadas por Nietzsche, pues sólo expresan la realidad cuantitativamente sin atender a las diferencias reales y cualitativas. Así, para Nietzsche, no hay verdad absoluta.