Aristóteles: Fundamentos de su Filosofía
Aristóteles concebía a los seres naturales como entes intrínsecamente definidos por el movimiento, un dinamismo esencial que implica necesariamente una causa motriz. Según su pensamiento, todo aquello que se mueve lo hace impulsado por algo, y en toda transformación hay un proceso de movimiento que es inherente a la realidad misma. Esta visión lo llevó a postular su teoría del hilemorfismo, según la cual la realidad física está compuesta de materia (hyle) y forma (eidos). La forma, como esencia, es el principio que define a cada entidad en cada instante de su devenir histórico. Además, está teleológicamente orientada hacia un fin (télos), que representa la plenitud o perfección de su naturaleza (como ya hemos visto en este texto). En este contexto, Aristóteles desarrolló su teoría del movimiento, estructurándola en torno a los conceptos de potencia y acto. La potencia alude a la capacidad inherente de un ser para recibir una determinación, es decir, la posibilidad de devenir algo concreto; mientras que el acto es el acto de lo que está en potencia en cuanto tal, reflejando el movimiento hacia la perfección o el Bien, entendido como la máxima realización de la forma. En relación con el conocimiento, Aristóteles plantea que el ser humano accede al saber mediante un proceso inductivo. A través de la experiencia sensorial, percibimos el mundo sensible y formamos imágenes mentales que, mediante la abstracción racional, nos conducen al conocimiento de lo universal. Este proceso es el fundamento de la epistemología aristotélica.
Ética Aristotélica
La ética aristotélica, de carácter teleológico, sostiene que toda acción humana busca un fin último, identificado como la eudaimonía o felicidad. Para Aristóteles, la felicidad no es simplemente un estado emocional, sino una vida plena y virtuosa que satisface la naturaleza racional del ser humano. Lograrla implica cultivar las virtudes, que distingue al ser humano de los demás seres vivos.
El Alma y las Virtudes
Según Aristóteles, existen tres tipos de alma:
- El alma vegetativa, responsable de las funciones básicas de nutrición y reproducción.
- El alma sensitiva, que posibilita la percepción y el deseo.
- El alma racional, exclusiva de los humanos, que es la sede del pensamiento y el conocimiento.
Aristóteles clasifica las virtudes en dos grandes categorías:
Virtudes intelectuales (dianoéticas): Perfeccionan nuestra capacidad de conocer y que consisten en disposiciones (hábitos) a alcanzar la verdad:
- Entendimiento (Nous)
- Ciencia (episteme)
- Sabiduría (sophía)
- Arte o técnica (entendido como téchné)
- Prudencia (phrónesis): Se refiere al obrar humano (no es aplicable a las leyes de la naturaleza) y que es la disposición que, con ayuda de una regla, nos permite distinguir lo que es bueno o malo para el ser humano.
Virtudes éticas: Están destinadas a dominar la parte irracional de nuestra alma (virtudes del carácter). Entre ellas nos encontramos la fortaleza, la templanza y la justicia.
Aristóteles define la virtud ética como «un hábito de elegir consistente en un término medio relativo a nosotros», término medio «definido por una regla, aquella regla con la cual lo definiría el hombre prudente». En esta definición, nos encontramos todos los rasgos que podemos señalar en la virtud ética:
- Es un hábito (una disposición firme y estable es permanente).
- Es una disposición relativa a una elección (no es deliberativa).
- La guía un término medio, es decir, no hay un término medio absoluto, por eso la deliberación es previa.
- La regla que define la acción virtuosa (buena) es aquella que en cada caso fijaría el «hombre prudente«.
Política Aristotélica
Esta ética desemboca en la política, y en ella sostiene la idea de que el hombre, como ser racional que es, desarrolla sus fines dentro de la comunidad (el ser humano se define por su condición social, zoom politikón). Sólo en el marco de la convivencia política es posible alcanzar una vida digna y satisfactoria, es decir, la felicidad.
También en la política recurre a la idea de naturaleza (physis) y rechaza cualquier idea convencional (sofística) sobre el origen de la sociedad. Los humanos necesitan vivir en sociedad cooperativa y pueden hacerlo, porque están dotados de Lógos (lenguaje). Por lo que solo el humano es capaz de percibir el bien y el mal, lo justo y lo injusto (solo el humano tiene una moral y es político).
Existen tres formas de gobierno puras sujetas a la virtud, mientras que existen también tres formas desvirtuadas de las mismas. Entre las primeras, según el número de gobernantes, la excelencia y el nivel de riqueza, estarían la monarquía (el gobierno de uno solo, el más sabio y virtuoso), la aristocracia (el gobierno de unos pocos) y la «politeia» (el gobierno de amplia base social, orientado al bien del conjunto de los ciudadanos); entre las segundas hablaríamos de la tiranía, la oligarquía y la democracia, entendida como demagogia (pues sería el gobierno de los pobres en su propio y exclusivo interés). Para Aristóteles, el mejor y más justo gobierno sería la monarquía, pero adolece de un gran problema: es el sistema más difícil de alcanzar y el que está sujeto a la peor degradación (la tiranía), por lo que apuesta por que la elección de cada uno de estos sistemas se haga de acuerdo a las circunstancias de cada país.