Explorando la Fe y Razón en San Agustín: Conocimiento, Iluminación y Legado


San Agustín, De Trinitate

Resumen

Esta obra de San Agustín, Sobre la Trinidad, explora la relación entre la fe y el conocimiento de Dios:

  1. Es posible conocer algo sin amarlo, pero ¿se puede amar lo que se desconoce?
  2. Se puede amar a Dios conociéndole como lo hacen los «limpios de corazón»: contemplándole y percibiéndole con firmeza, con los ojos de la mente.
  3. Se puede amar a Dios por la fe, como paso previo y purificador para el conocimiento de Dios.
  4. El alma que cree en Dios (fe), espera en Él (esperanza) y lo ama (caridad) es el alma virtuosa.
  5. En conclusión, también se ama lo que se ignora pero se cree en ello.

Definiciones

  • Conocer: El conocimiento exterior es conocimiento de lo cambiante, mientras que el conocimiento interior es conocimiento de lo eterno e inmutable.
  • Fe: Es una de las tres virtudes teologales, una gracia que Dios concede, un don gratuito divino.
  • Caridad: Es una de las tres virtudes teologales, el amor a Dios y a los demás hombres en función de Dios.

Teoría del Conocimiento (Fe y Razón) en San Agustín

El filósofo cristiano primero cree en su fe y luego plantea cuestiones filosóficas. La filosofía es una búsqueda de conocimiento que realiza el hombre siguiendo a la razón. La religión cristiana recibe sus contenidos de la revelación divina, aceptada por la fe, y la fe es concedida por Dios. Si fe y razón no coinciden, ¿a cuál se debe seguir? Agustín plantea las relaciones fe-razón a través de su biografía: tras pasar por varias corrientes filosóficas que no le convencieron, se encontró con la fe cristiana, y la filosofía le ayudó a comprender sus creencias. Así, la filosofía se convierte en sierva de la teología. Agustín no es un filósofo en sentido estricto, no fijó una frontera entre fe y razón. Para él, la única verdad es la verdad cristiana, y la fe y la razón la buscan siguiendo unos pasos concretos: primero, la razón ayuda a encontrar la fe; segundo, la fe orienta a la razón; y por último, la razón puede contribuir a comprender los contenidos de la fe.

San Agustín parte de que Dios es la Verdad y el conocimiento de esta procede de la iluminación divina. Por tanto, fe y razón se distinguen en que la fe es la guía más segura para conocer la verdad. Agustín afirma que solo llegará a conocer quien previamente crea en lo que Dios revela; la razón se limita a demostrar que es razonable creer para ayudar a la fe. Para Agustín, verdad y ser son inmutables y eternos, y la certeza se encuentra en nuestro interior. De esta manera, la certeza comienza por la autoconciencia y nos lleva al conocimiento de Dios. En el interior de nuestra alma encontramos reglas eternas, y el conocimiento de estas lo llama ciencia. Dichas reglas han de proceder de algo eterno e inmutable, de Dios. El conocimiento de Dios es la verdad de la que proceden todas las demás, la sabiduría, y el conocimiento de estas verdades eternas es un regalo de Dios, la iluminación divina, sin la cual el hombre no llegaría al conocimiento de lo eterno.

Contexto de San Agustín

Aurelio Agustín (San Agustín) nació en Tagaste, Numidia (actual Argelia) en el año 354, de padre pagano y madre cristiana. Estudió retórica en Cartago y la enseñó en Roma. Leyendo el Hortensio de Cicerón se interesó por la filosofía. Transitó el maniqueísmo y el escepticismo. En el 386 se convirtió al cristianismo. Ordenado sacerdote en Hipona, murió siendo obispo de esa ciudad en el año 430.

Comparación de la Teoría del Conocimiento de San Agustín y Platón

Agustín de Hipona, además del cristianismo, recibe buena parte de su doctrina filosófica del neoplatonismo. Su teoría del conocimiento mantiene parentesco con Platón: ambos combaten el escepticismo y, para ambos, las verdades eternas son de naturaleza inteligible y los sentidos no son el camino para llegar a ellas. Pero son quizá los conceptos de fe y de conciencia las diferencias entre ambos pensadores. El problema de la fe es nuevo para los pensadores cristianos. En Agustín, la relación entre fe y razón sitúa a la razón como subordinada a la fe. Primero, la razón busca la verdad y ayuda de este modo a llegar a la fe. La fe es la verdad absoluta. La conciencia va a ser para San Agustín el camino de acceso a las verdades eternas y a Dios. Para Agustín, la verdad y el ser son inmutables y eternos. Contra los escépticos, ambos afirman la existencia de la certeza, pero el nuevo concepto de conciencia que introduce el cristianismo lleva a Agustín a proponer que la certeza se encuentra en nuestro interior: la certeza comienza por la autoconciencia, que llevará al descubrimiento de Dios.

Tanto Platón como Agustín conciben lo sensible como puro cambio y movimiento; solo el conocimiento inteligible puede alcanzar las verdades eternas. La doctrina cristiana es incompatible con la tesis de la preexistencia del alma. Agustín plantea que el conocimiento de las verdades eternas ha de ser un conocimiento interior, no al modo platónico de la reminiscencia, sino como fruto de una iluminación de Dios. El alma encuentra en su interior reglas eternas que le permiten juzgar y comparar lo sensible. Estas reglas eternas no pueden venir del exterior ni de nuestra alma, pues son cambiantes; han de proceder de algo eterno e inmutable, Dios. El descubrimiento de estas verdades eternas es un regalo de Dios: la iluminación divina, sin la cual el hombre no llegaría jamás al conocimiento de lo eterno. En Agustín, Dios puede conceder el regalo de la iluminación. Por el contrario, la idea de Bien de Platón se limita a iluminar. Mientras que Platón identifica las verdades eternas con las ideas, colocando a la idea de Bien como idea suprema por encima de todas ellas, Agustín ha de situar a Dios en el lugar supremo, siendo las ideas, ideas dentro de la mente de Dios.

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