La Revolución Científica
La revolución científica moderna se desarrolla principalmente en el siglo XVI y se caracteriza por un nuevo método, el método hipotético-deductivo, introducido por Galileo. Este método se basa en:
- Dividir el fenómeno sensible en partes simples y esenciales, que deben ser matemáticas.
- Formular una hipótesis matemática y deducir consecuencias mediante algoritmos matemáticos.
- Verificar experimentalmente la validez de la hipótesis, obligando a la naturaleza a responder preguntas concretas.
Esta metodología refleja la creencia de que todo lo físico es reducible a matemáticas, marcando una matematización de la física. Galileo expresó esta idea con su famosa frase: “El libro de la naturaleza está escrito en lenguaje matemático”.
Las figuras clave de este cambio fueron:
- Nicolás Copérnico, con su sistema heliocéntrico.
- Johannes Kepler, quien formuló las tres leyes de las órbitas planetarias, demostrando que estas son elípticas.
- Galileo Galilei, defensor del heliocentrismo y padre de la ciencia moderna por sentar las bases de la matematización de la naturaleza.
Descartes y el Problema del Conocimiento
René Descartes, el primer gran racionalista, aborda el problema del origen y la legitimidad del conocimiento. Para ello, diseña un método inspirado en la lógica, la aritmética y la geometría, adaptándolo para buscar certezas. Este método consta de cuatro reglas:
- Regla de la certeza: Solo aceptar lo que sea claro (no confuso) y distinto (bien definido).
- Regla del análisis: Dividir los problemas en tantas partes como sea necesario para entenderlos.
- Regla de síntesis: Reconstruir las partes desde lo más simple hasta lo más complejo.
- Regla de enumeración y revisión: Revisar cuidadosamente cada paso para evitar errores.
Duda Metódica
Para llegar a una verdad absoluta, Descartes adopta una duda metódica, cuestionando todo hasta encontrar algo indubitable:
- Los sentidos: Nos engañan a menudo, por lo que no son confiables.
- La realidad externa: Podría tratarse de un sueño.
- El entendimiento: Podría haber un “genio maligno” que nos haga errar incluso en verdades evidentes, como las matemáticas.
Evidencia del Cogito
A pesar de la duda universal, Descartes encuentra una certeza: el hecho de dudar demuestra que piensa, y si piensa, existe como ser pensante (res cogitans). Esto se expresa en su célebre frase: “Pienso, luego existo” (Cogito, ergo sum). Este principio se convierte en la base de todo conocimiento.
La Existencia de Dios y el Mundo
Desde la idea innata de perfección, Descartes argumenta que esta debe provenir de un ser perfecto, es decir, Dios. Además, siendo Dios bondadoso, no permitiría que el entendimiento humano se equivoque constantemente. Esto garantiza la validez del conocimiento racional y la existencia del mundo sensible, dado que nuestros sentidos, aunque no sean infalibles, no pueden estar engañándonos todo el tiempo.
Las Tres Sustancias
Descartes identifica tres tipos de sustancias que conforman la realidad:
- Sustancia infinita (Dios): Es el origen de todo y no depende de nada más para existir.
- Sustancia pensante (res cogitans): Representa al yo o alma, cuyo atributo esencial es el pensamiento.
- Sustancia extensa (res extensa): Es la realidad material, regida por leyes físicas deterministas, caracterizada por la extensión (ocupa espacio).
Cada una de estas sustancias tiene su propia naturaleza y atributos, pero interactúan entre sí bajo la estructura racional del sistema cartesiano.
La historia presentada expone una situación en la que un individuo asume funciones que normalmente corresponden al Estado, como la seguridad y la recaudación de impuestos. Desde la perspectiva de John Locke, esta situación no es legítima porque rompe con las bases del contrato social.
Para Locke, los individuos en un estado de naturaleza son libres e iguales, pero para garantizar sus derechos naturales, como la vida y la propiedad, acuerdan crear un Estado mediante un contrato social. Este acuerdo legitima la autoridad del Estado para hacer cumplir las leyes y proteger la seguridad común. El Estado existe para proteger los derechos fundamentales y evitar el caos social que surgiría sin un marco legal. Además, establece normas claras que deben ser respetadas por todos los miembros de la sociedad para garantizar la convivencia pacífica.
La diferencia entre el Estado y el individuo en la historia radica en que el primero actúa con el consentimiento de los ciudadanos, mientras que el segundo impone su voluntad sin legitimidad. El Estado garantiza la justicia de forma imparcial, mientras que la acción individual podría llevar al abuso de poder. La autoridad estatal es reconocida por la comunidad, mientras que la del individuo no tiene validez legal ni moral.
En conclusión, según Locke, el Estado es legítimo porque emana del acuerdo social, mientras que la acción individual carece de consenso y legalidad. El Estado debe cumplir con su función de proteger la orden y el bienestar de la comunidad.
El debate sobre la posibilidad de que nuestra realidad sea una simulación conecta directamente con la filosofía de René Descartes, quien, a través de la duda metódica, se cuestiona incluso las verdades más evidentes. En sus Meditaciones metafísicas, planteó la hipótesis de un «genio maligno» que podría engañarnos haciéndonos percibir una realidad falsa. Esta idea se asemeja al concepto contemporáneo de una simulación creada por un sistema externo.
Frente a estas dudas, Descartes encontró una certeza indubitable: el hecho de dudar implica pensar, y pensar implica existir. Su célebre “Pienso, luego existo” (Cogito, ergo sum) demuestra que, aunque todo lo que percibimos pueda ser manipulado, no podemos dudar de nuestra propia existencia como seres pensantes.
Además, Descartes deduce la existencia de Dios a partir de la idea innata de perfección, argumentando que solo un ser perfecto podría ser su causa. Un Dios bondadoso, según Descartes, no permitiría que vivamos en un constante engaño. Por ello, esta hipótesis refuerza la idea de que, aunque desconfiar de los sentidos, la realidad externa y nuestras facultades racionales tienen un fundamento confiable.
La filosofía cartesiana nos muestra que, aunque la posibilidad de vivir en una simulación es intrigante, nuestra existencia como seres pensantes y la garantía divina nos permiten confiar en una base sólida para conocer el mundo.
Hume y el Empirismo
Hume fue un pensador escocés que vivió a lo largo del siglo XVIII y que se encuadra dentro de la corriente empirista, una de las más relevantes de la filosofía moderna. Este autor es especialmente conocido por sus críticas escépticas a las ideas de sustancia y causalidad. Entre sus obras destaca el Tratado de la naturaleza humana.
Elementos del Conocimiento
Hume, como empirista, afirma que todo el conocimiento proviene de la experiencia y niega las ideas innatas. Hume defiende que todo el conocimiento se elabora a partir de las PERCEPCIONES, que se dividen en impresiones e ideas, y la propia ACTIVIDAD DEL ENTENDIMIENTO.
Percepciones:
- Impresiones: son los actos inmediatos de la experiencia, y pueden ser externas (impresiones de la sensación) o internas (impresiones de reflexión).
- Ideas: Copias mentales de las impresiones. No aportan conocimiento nuevo y son más débiles que las impresiones.
Actividad del entendimiento. Combina ideas simples formando complejas y siguiendo estas tres leyes:
- Ley de la semejanza: Agrupa ideas similares.
- Ley de la contigüidad: Relaciona ideas próximas en el espacio y tiempo.
- Ley de la causalidad: Establece relaciones causa-efecto.
Tipos de Conocimiento
Hume distingue dos tipos:
Relaciones entre ideas: Proposiciones intuitivas o demostrativas (de la geometría, álgebra y aritmética). Permiten certeza pero no describen la realidad.
Conocimiento de los hechos: es el conocimiento de las ciencias empíricas, basadas en datos sensoriales. No ofrecen certeza absoluta, solo probabilidad basada en la experiencia.
Crítica de la Idea de Causalidad
Hume cuestiona la conexión necesaria entre causa y efecto:
- Hume dice que no existe «necesidad» en la relación causa-efecto. Solo percibimos fenómenos que se suceden.
- La idea de causalidad proviene del costumbre: la repetición de un evento crea una expectativa de regularidad, pero no garantiza certeza.
Crítica de la Idea de Sustancia
Hume cuestiona la validez de la idea de sustancia a partir de su criterio: una idea es verdadera cuando se corresponde a una impresión de sensación o de reflexión. La sustancia no es algo que percibimos directamente; no vemos, olemos o tocamos sustancia, solo calidades como color o forma (los llamados «accidentes»). Tampoco hay impresión de reflexión, ya que la sustancia no se identifica con pasiones o emociónes. Por lo tanto, al no tener impresión asociada, la idea de sustancia es falsa. No existe como entidad real, sino como una construcción mental. Hume deduce que la idea de sustancia es un producto de la imaginación que unifica calidades simples bajo un solo término. Es una herramienta práctica para recordar y categorizar, pero carece de fundamento real.