2.2La fase tecnocrática (1959-1969
): Esta fase se caracterizó, desde el punto de vista político, por la inclusión en el Gobierno de los llamados tecnócratas. Desde el punto de vista social se experimentó una modernización acelerada de la económica de cambios significativos en el sistema político, a pesar de la promulgación de la Ley de Prensa, propiciada por Manuel Fraga Iribarne. Esta ley suprimía la censura previa y establecía una tímida libertad de expresión, aunque con numerosos controles. También se promulgo la Ley de Libertad Religiosa, que toleraba el culto privado y público de otras religiones, aunque oficialmente el Estado continuaba manifestándose católico.
La Ley Orgánica del Estado se trataba de una especie de constitución franquista con la que se quería asegurar la pervivencia del régimen después de la muerte del dictador. En la ley se mantenía la definición de la forma del Estado como un reino y la fidelidad a los principios fundamentales del Movimiento.
Con el fin del aislamiento internacional y los acuerdos con Estados Unidos, España dio un impulso a su presencia en el extranjero. Fernando María Castiella, ministro de Asuntos Exteriores se propuso ampliar las relaciones diplomáticas con Europa. España se integró en una serie de organismos, básicamente económicos, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o la OCDE, además de formar acuerdos comerciales y políticos con Alemania y Francia.
2.3 La fase de descomposición (1969-1975
): Un primer síntoma de la desintegración del régimen fue el evidente deterioro físico de Franco, que cada vez delegaba más poder de decisión en su hombre de confianza, desde los primeros tiempos del régimen, el almirante Luis Carrero Blanco. Otros signos de esta descomposición fueron el distanciamiento progresivo de parte de la Iglesia y la capacidad movilizadora de la oposición. La crisis de la dictadura también se agravó los últimos años a causa de las acciones terroristas de ETA y del FRAP.
Tensiones internas
: La decadencia de la dictadura también se evidenció por las tensiones continuas entre dos sectores del régimen: los inmovilistas, partidarios de mantener sin cambios las señas de identidad presentes desde la sublevación del 18 de julio de 1936; y los aperturistas, que estaban a favor de un desarrollo político que condujera a una democracia limitada. La parálisis política se agravó a partir del 20 de diciembre de 1973 con el asesinato de ETA, en Madrid, del almirante Carrero Blanco, jefe del Gobierno.
El Gobierno de Arias Navarro
: En los dos últimos años de la dictadura (1974-1975), dirigió el Gobierno un hombre del entorno de Franco: Carlos Arias Navarro. Su política se caracterizó por una mayor represión, que aumentó al constatarse la existencia de una asociación clandestina de militares demócratas, la Unión Militar Democrática (UMD).
En los años 70, las democracias occidentales terminaron por aceptar el régimen, pero la normalización de las relaciones económicas y diplomáticas se acompañó de la exclusión de las instituciones políticas. En septiembre de 1975, el Gobierno de Arias Navarro ejecutó 5 sentencias de muerte de militantes del FRAP y de ETA, condenados en un consejo de guerra sumarísimo. Estas ejecuciones suscitaron una gran protesta internacional contra la dictadura, a la que se sumó el papa Pablo VI. En los últimos días del franquismo se volvió al aislamiento internacional y moral de los años 40. El régimen reaccionó como en tiempos pasados, con una manifestación en la plaza de Oriente de Madrid, donde Franco pronunció su último discurso, en el que atribuyó las manifestaciones de protesta en el extranjero y los desórdenes públicos a una conjura de los enemigos tradicionales de España.
1. EL PREAMBULO DE LA GUERRA
: Los militares sublevados en julio de 1936 justificaron la insurrección por un motivo básico: salvar a España de una inminente dictadura comunista que llegaría con la ayuda de la masonería. Según ellos, la acción militar era un movimiento nacional inevitable, ya que el pueblo español corría el riesgo de una revolución que lo convertiría en satélite de la Unión Soviética.
Durante la primavera de 1936 se produjo en España un deterioro importante del orden público y el Gobierno no actuó con bastante firmeza y habilidad. Esta situación contribuyó a radicalizar la división social e ideológica del país.
1.1. Los gobiernos del Frente Popular
: El 18 de febrero de 1936, el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, encargó la formación de Gobierno a Manuel Azaña, quien empezó a aplicar inmediatamente el programa del Frente Popular.
El programa se asentaba en cuatro ejes principales: la continuación de la reforma agraria, la intensificación del desarrollo de la política educativa, la amnistía de todos los presos políticos, y el restablecimiento de la Generalitat de Cataluña, al tiempo que daba un impulso definitivo para aprobar los Estatutos de Autonomía del País Vasco y de Galicia.
El 7 de abril de 1936, Alcalá-Zamora fue destituido y sustituido por Manuel Azaña. La presidencia del Gobierno la asumió el político republicano y nacionalista gallego Santiago Casares Quiroga. Pero ni Azaña ni Casares Quiroga pudieron evitar el deterioro progresivo del orden público, del cual solo se salvaron, en parte, Cataluña y el País Vasco.
El desorden público se manifestó de tres maneras. En primer lugar, la violencia en el campo, con huelgas y ocupación de tierras, y el auge de la conflictividad social en las ciudades. En segundo lugar, los ataques a edificios eclesiásticos y la quema de algunos conventos. Y por último, los atentados políticos protagonizados por los falangistas y los monárquicos, por un lado, y los comunistas y los anarquistas, por otro.
El más significativo de estos atentados fue el del 13 de julio de 1936, a José Calvo Sotelo. Este atentado produjo un gran impacto emocional en la derecha política. El atentado fue perpetrado por miembros de la Guardia de Asalto como represalia por el asesinato de un teniente de este cuerpo armado, José del Castillo, cometido días antes por los falangistas.
1.2. La Conspiración militar
: Desde el momento en que se proclamó la República, una parte del ejército mostró su hostilidad al nuevo régimen y no dejó nunca de conspirar contra él. Entre las diversas conspiraciones contra la república, destacan los sucesos de la noche de las elecciones de febrero de 1936. Cuando se conoció el triunfo electoral del Frente popular, el general
Franco,
propuso la declaración del estado de guerra, a lo que se opusieron el ministro de la Guerra, el general Nicolás Molero, y el director general de la Guardia Civil, el general Sebastian Pozas.
El gobierno de la república era consciente de este peligro, y por eso situó como jefes de las capitanías generales a militares de probada fidelidad republicana. Los generales menos adictos al régimen republicano fueron Franco, Manuel Goded. Nadie sospechó que el general Emilio Mola, de poca fe monárquica, se entendería con los carlistas navarros.
Los primeros días de marzo de 1936 empezaron a tramarse varias conspiraciones. Pero, a partir de abril, fue el general Mola quien prepararía una red golpista más consistente. El golpe planificado por Mola tenía que ser, una acción rápida en la que habría que utilizar el grado de violencia que fuera necesario con el fin de triunfar.