Dogmatismo
De modo general, el dogmatismo es una especie de fundamentalismo intelectual. El dogmatismo es una actitud natural y espontánea que tenemos desde que somos niños: «creemos» que el mundo que existe es exactamente de la forma en la que lo percibimos.
Los científicos, aunque aspiran a una verdad universal están abiertos a la refutación o falsación de las teorías y en este sentido son criticistas, no dogmáticos.
Escepticismo
Es una corriente filosófica basada en la duda, representada en la escuela de ‘Skeptikoi’, de quienes se decía que «no afirmaban nada, solo opinaban».
El escepticismo se diferencia del negacionismo por exigir evidencia objetiva a las afirmaciones, y en caso de haber tal evidencia aceptarla, en tanto que el negacionismo cuestiona o rechaza las evidencias. Escéptico es alguien que profesa duda o está en desacuerdo con lo que generalmente esta aceptado como verdad.
Una persona escéptica diría siento frío pero no hace frío, ya que sólo puede saber que el/ella tiene frío o calor. A esta postura de no emitir juicios sino exclusivamente opiniones, se la llamó suspensión de juicio
.
Empirismo:
es una teoria filosofica que enfatiza el papel de la experiencia, ligada a la percepcion sensorial, en la formación del conocimiento
. Para el empirismo más extremo, la experiencia es la base de todo conocimiento, no sólo en cuanto a su origen sino también en cuanto a su contenido. Se parte del mundo sensible para formar los conceptos y éstos encuentran en lo sensible su justificación y su limitación.
racionalismo: corriente filosófica que se desarrolló en la Europa continental durante los siglos XVII y XVIII, formulada por René Descartes, que se complementa con el criticismo de Immanuel Kant, y que es el sistema de pensamiento que acentúa el papel de la razón en la adquisición del conocimiento, en contraste con el empirismo, que resalta el papel de la experiencia sobre todo el sentido de la percepción. El racionalismo se identifica ante todo con la tradición que proviene del filósofo y científico francés del siglo XVII René Descartes, quien creía que la geometría representaba el ideal de todas las ciencias y también de la filosofía. Mantenía que sólo por medio de la razón se podían descubrir ciertas verdades universales, evidentes en sí, de las que es posible deducir el resto de contenidos de la filosofía y de las ciencias.
criticismo: doctrina epistemológica desarrollada por el filósofo Emmanuel Kant, que pretende establecer los límites del conocimiento cierto a través de una investigación sistemática de las condiciones de posibilidad del pensamiento. El problema que había que resolver era, por lo tanto, la necesidad de conciliar la evidencia de la existencia de leyes universales —expresadas, por ejemplo, en los principios de la matemática, que no parecen ser el resultado de una inducción contingente; es difícil sostener que existe algún caso en que el resultado de una operación como 5 + 7 no vaya a ser 12— con la doctrina de que todo el conocimiento proviene de la experiencia de los sentidos — que, por su propia naturaleza, no pueden conocer principios generales, sino sólo hechos y objetos individuales.
Meditación primera
En esta primera meditación Descartes se plantea la duda principal y la que conlleva todo el desarrollo posterior. Descartes vio que afirmar o negar todas las verdades individualmente sería una idea estúpida e inútil. Sin embargo, se percató de que todos los conocimientos que había adquirido a lo largo de su vida se basaban en los sentidos. Por eso se planteó: ¿puedo fiarme de los sentidos? No, puesto que si he podido comprobar que a veces me han engañado, quién me dice que no lo hacen siempre. Otra observación que lo llevo a la duda fue el hecho de que no pudiera distinguir el sueño de la vigilia.
Todo esto llevó a Descartes a pensar si realmente, este Dios que el tanto quiere demostrar, quiere que vivamos en un mundo de engaño y mentira. Pero esto no es posible, puesto que Dios es bondad suprema y no sería coherente que quisiera que fuéramos engañados. Así pues, llega a la conclusión de la posibilidad de la existencia de un genio maligno, que mediante trampas nos lleva al error.
Meditación segunda
Una vez destruidos todos los conocimientos que había adquirido durante su vida, busca volverlos a reconstruir mediante un patrón fiable y de mucha más solidez. Para encontrar algo 100% fiable, Descartes busca entre las funciones del alma, pues las tareas que necesitan del cuerpo no pueden afirmarse puesto que no podemos demostrar la existencia de tal cuerpo. Descartes llega a la conclusión de que si piensa, existe (“cogito ergo sum”). Con esto ya ha encontrado la verdad absoluta y ya ha demostrado la existencia del espíritu. Luego el cuerpo no es más que el medio que usa el alma para interactuar con el mundo material creado por Dios.
Meditación tercera
En esta tercera meditación, Descartes demuestra la existencia de Dios. ¿Cómo demostramos su existencia? Los humanos son una sustancia, pero una sustancia pensante, una sustancia que desea, si desea es porque le falta algo, si le falta algo es porque hay algo mejor, completo, perfecto. ¿Cómo sabemos que nosotros no somos seres perfectos? Porque nosotros, aunque captemos las cualidades de los objetos, no sabemos si realmente estas cualidades son las auténticas o si simplemente son aproximaciones nuestras, distintas seguramente a las que realmente son de su naturaleza. Descartes distingue entre dos tipos de cualidades: las primarias y las secundarias. Las primarias son las que captamos a través de la razón y las secundarias a través de los sentidos; por lo tanto, las cualidades primarias son claras y distintas, mientras que las secundarias nos pueden llevar al error.
Aún pensando que fuéramos seres perfectos y autosuficientes, se nos plantea la duda de quién nos creó. El cuerpo evidentemente nace de un parto y lo explica la biología; lo que nos falta es quién crea el alma (“res cogitans”). Evidentemente debe venir de un ser superior, Dios; sólo Él es capaz de unir al cuerpo una alma. Y así queda resuelto el segundo argumento de la existencia de Dios.
Aún así nos faltaría saber cómo adquirimos la idea de la existencia de Dios. Como evidentemente no puede percibirse a través de los sentidos, nos percatamos de que sólo Dios mismo nos pudo introducir esa idea de forma natural.