LOS PRINCIPALES SOFISTAS.
Protágoras de Abdera (481-401 a.C.).
La doctrina más conocida de Protágoras es la del “homo mensura”: “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son, en cuanto que son, y de las que no son, en cuanto que no son” (Fr. 1). Platón (Protágoras) interpretó el término “hombre” en sentido individual, afectado en cada caso de particularidades accidentales que le diferencian de todos los demás. Lo más probable es que Protágoras defendiera un relativismo de las cualidades sensibles y de los valores, entendiendo aquí “hombre” en sentido “colectivo”. En el dialogo que lleva su nombre no niega la objetividad de la bondad, pero considera que ésta es diferente según las circunstancias y los objetos. Lo bueno y lo malo son sólo relativos: no hay nada bueno ni malo, sino que es el pensamiento el que lo hace tal. P.E. El incesto, abominable para los griegos, es normal entre los egipcios. Así, pues, Protágoras defendíó un relativismo cultural. Cada pueblo posee costumbres y leyes diversas, y considera que son las mejores. La ley es, por tanto, no algo basado en la naturaleza, sino “invención” de los legisladores. La ley (nómos) existe por convencíón, no por naturaleza, y es siempre modificable.
Pero la consecuencia que extrae Protágoras de esta doctrina no es que cualquiera puede contravenir la ley, sino todo lo contrario: puesto que cualquier otra ley sería también convencional, lo mejor es mantener –en la medida de lo posible- las leyes que ya se poseen. En el famoso “mito de Prometeo” que aparece en el diálogode Platón dedicado a este sofista, defiende Protágoras el valor de la cultura como aquello que diferencia al hombre del animal: sólo gracias a ella puede el hombre subsistir, siendo como es un animal desvalido. Pero además necesita el sentido de la justicia y la virtud política (sin las cuales la estabilidad de la ciudad sería imposible).
Gorgias de Leontini (483-375 a.C.).
Abandonó pronto la filosofía para dedicarse fundamentalmente a la oratoria. Mientras que Protágoras parte del relativismo y edifica sobre él el método de la antilogía, Gorgias parte del Nihilismo y sobre él construye su retórica. Fue discípulo del también siciliano Empédocles, y quizá para defender a su maestro de los ataques del eleata Zenón escribíó un tratado Acerca de la naturaleza o del no-ente, en el que se afirma estas tres proposiciones:
1)Nada existe. Los filósofos que han hablado del ser lo han definido de un modo que provoca conclusiones que se anulan mutuamente, con lo que el ser no podrá ser ni uno, ni múltiple, ni no engendrado y, por lo tanto, no será nada.
2)Si existiera algo, no podría ser conocido por el hombre. Hay cosas pensadas (p.E., que niños corran sobre el mar) que no existen, y las hay no existentes (Escila, la Quimera) que son pensadas. Existe, pues, ruptura entre ser y pensamiento.
3)Si pudiera ser conocido, no podría ser comunicado ni explicado a los demás. La palabra no puede comunicar con valor de verdad nada distinto a sí misma.
SÓCRATES
Si los sofistas eran extranjeros, Sócrates (470/469-399 a.C.) era ateniense. Pertenecía a una familia modesta (su padre era escultor y su madre comadrona) y nunca quiso dedicarse a la política ni ambiciónó salir de su pobreza.
El “problema de Sócrates”
Sócrates nunca escribíó nada, y los testimonios que nos han llegado sobre él son contradictorios. Por un lado, las burlas de Aristófanes (Sócrates ridículo, cuya persona y teoría son despreciables), o la figura un tanto vulgar y ramplona que presenta Jenofonte. Por otro lado, la exaltación de Sócrates en los diálogos de Platón (mezcla armoniosa de santo, sabio y genio), o los testimonios comedidos de Aristóteles (un Sócrates filósofo, aunque no genial, y preocupado casi exclusivamente por los temas éticos). Lo más seguro, quizá, es aceptar el testimonio de Aristóteles y de los primeros diálogos de Platón.
¿Quién fue Sócrates?
Aunque Aristófanes lo considera como un sofista más, la Apología de Sócrates, de Platón, lo presenta con rasgos excesivamente divergentes. No escribe libros, renuncia a la oratoria, no cobra a sus discípulos y no presume de sabiduría. Sócrates es un hombre que busca la verdad, y a ello se siente impulsado por la voz de un espíritu (daímon) interior. Así, dedica toda su actividad a examinarse a sí mismo (autoconocimiento) y a los demás acerca del bien del alma, la justicia y la virtud en general, pensando que “la vida sin tal género de examen no merece la pena ser vivida”. Su filosofía incluía tres convicciones fundamentales: 1)la riqueza, el poder o la fama no son nada en comparación con el bienestar de la propia alma; 2)no merece la pena vivir una vida irreflexiva, porque el buen estado del alma depende del conocimiento, especialmente del autoconocimiento; 3)sufrir cualquier injuria era mejor que cometer alguna, porque el mal obrar dañaba el alma.
¿Por qué fue condenado a muerte?
Meleto le acusó por no honrar a los dioses que honra la ciudad, por introducir dioses (demonios) extraños y por corromper a la juventud, y se le condenó a pena de muerte (beber la cicuta). Se le condenó porque por entonces en Atenas se acababa de restaurar la democracia, y la ciudad vivía todavía el tremendo trauma del breve y terrorífico gobierno de los Treinta Tiranos (404-403 a.C.), y Sócrates no simpatizaba demasiado con la democracia y había sido el maestro de Alcibíades y de Critias, el más violento de los oligarcas.Sus principales doctrinas
El problema consiste en saber, exactamente, cuáles de las doctrinas que pone en su boca Platón son verdaderamente socráticas y cuáles son propias del mismo Platón.
Es posible que Sócrates escuchara a Arquéalo, discípulo de Anaxágoras. Su doctrina del espíritu debíó llamarle la atención, pero pronto quedó decepcionado por los planteamientos de los primeros filósofos y decidíó dedicarse a reflexionar sobre sí mismo y sobre la vida del hombre en la ciudad. Sócrates hizo suya la máxima escrita en el templo de Delfos: “Conócete a ti mismo”.
La filosofía
Sócrates entiende la filosofía como búsqueda colectiva y en diálogo. Él no pretende poseer ya la verdad, ni poder encontrarla por sí solo. Cada hombre posee dentro de sí una parte de la verdad, pero debe descubrirla con la ayuda de los otros. Así se explican las dos partes del método socrático:
1)La ironía es el arte de hacer preguntas tales que hagan descubrir al otro su propia ignorancia: el que cree saber cae en la cuenta –acorralado por la preguntas de Sócrates- de que no sabe nada. [La sabiduría socrática se funda, pues, en que reconoce su ignorancia (“sólo sé que no sé nada”), a diferencia del pseudosaber de los sofistas.] Entonces comienza un proceso nuevo:
2)La mayéÚtica (obstetricia, arte de la comadrona, por alusión al oficio de su madre), consistente en un arte de hacer preguntas tales que el otro llegue a descubrir la verdad en sí mismo. [Consiste en aprender a recordar, despertar (“dar a luz”) los conocimientos (“conceptos”) verdaderos que el alma lleva grabado en su seno, ayudar a nacer lo que se encontraba oculto (labor similar al trabajo de las comadronas)]
Intelectualismo moral
Todo el interés de Sócrates parece, pues, haberse centrado en los problemas éticos, sobre la esencia de la virtud y la posibilidad de enseñarla. Su doctrina se califica como “intelectualismo ético”: el saber y la virtud coinciden; identifica virtud con conocimiento: el que conoce lo recto, actuará con rectitud, y sólo por ignorancia se hace el mal (“nadie hace el mal a sabiendas”). La virtud (areté), lo óptimo, debe fundarse en el conocimiento. Esta doctrina parece excesivamente optimista y alejada de la realidad (no basta conocer el bien para practicarlo), y ya fue criticada por Aristóteles (esto hacía que los hombres dejaran de ser dueños de su actos). Pero hay que tener en cuenta que Sócrates defiende también un utilitarismo moral: lo bueno (moralmente) es lo útil. Todo el mundo busca la felicidad y la utilidad, y la virtud consiste en discernir qué es lo más útil en cada caso. Así pues, el saber del que habla Sócrates no es un saber teórico, sino un saber práctico acerca de lo mejor y más útil en cada caso. Este saber-virtud puede ser enseñado y aprendido: no bastan, pues, las disposiciones naturales para ser bueno y virtuoso.