Filosofía Antigua
Conocimiento de Platón
Platón distingue dos modos de conocer: la doxa (opinión), el falso conocimiento que proviene de la percepción sensible de los seres concretos o aparentes del mundo sensible; y la episteme (ciencia), el verdadero conocimiento de las ideas trascendentes e inteligibles, el conocimiento de la verdadera realidad de las cosas que pertenece al mundo de las ideas y que se obtiene a través de la razón.
El hombre puede llegar al conocimiento de la episteme porque su alma racional, que es su esencia, preexistió en el mundo de las ideas. El alma cayó al mundo terrenal, mito del carro alado, y fue atrapada por la materia corporal olvidando todas las ideas que ya conocía. Por ello, según la Teoría de la Reminiscencia platónica, conocer es recordar las ideas que nuestra alma ya tenía pero ha olvidado: la verdad se recuerda, no se enseña.
El filósofo usa para ayudar a recordar a otros el método de la mayéutica: arte por el cual mediante preguntas se hace reflexionar racionalmente al interlocutor, obligándole a recordar las ideas que su alma ya conocía pero que ha olvidado. De esta forma surge el proceso dialéctico que sigue nuestra alma racional para conseguir el conocimiento de la idea de Bien, momento en que el conocimiento de las ideas es perfecto.
La dialéctica supone en primer lugar el rechazo de la doxa para, una vez alcanzado el recuerdo de una idea como hipótesis, ir saltando de una a otra hasta llegar al conocimiento de la idea de Bien y así lograr el conocimiento perfecto de las ideas, de su racionalidad y perfección.
Dios de Aristóteles
Dios es la primera causa de toda realidad, su conocimiento (la teología) es la culminación del conocimiento teórico.
El principio físico que mantiene Aristóteles de que todo lo que se mueve es movido por otro exige que exista Dios, un motor inmóvil del universo, que es acto puro.
El Dios de Aristóteles es totalmente ajeno al mundo y lo mueve como causa final. Le atribuye la vida más perfecta, que consiste en la actividad intelectual que se ocupa de lo más excelso, que no es otra cosa que el mismo Dios.
Aristóteles se ve obligado a recurrir a múltiples inteligencias motoras, cada una de las cuales rige el movimiento de una de las esferas celestes. Además, en varios escritos habla de dioses con el servicio popular, dando por buenas estas creencias.
Ética de Aristóteles
Para Aristóteles, la moral sigue un esquema teleológico, pues los seres tienden a un fin que en los seres humanos es la felicidad y, por ello, su ética se denomina Eudemonismo. Según Aristóteles, la felicidad consiste en desarrollar y cumplir lo propio de cada ser de acuerdo a su esencia. Esto en los seres humanos es la actividad intelectual, la vida contemplativa, pues la facultad intelectiva es lo característico del ser humano, que lleva al conocimiento de los seres y especialmente del ser supremo, el motor inmóvil.
Por ello, lo fundamental será perfeccionar esta característica racional y con ella las virtudes dianoéticas o intelectuales, que son aquellas que perfeccionan el entendimiento: la sabiduría o la contemplación, la reflexión,… Pero el hombre no es sólo una sustancia con entendimiento, sino que tiene necesidades corporales y sociales resultándole imposible conseguir la plena felicidad pues no puede ejercer plenamente la vida contemplativa (que sería estar permanentemente pensando) siendo la felicidad absoluta exclusivamente propia del Primer Motor. Así, la felicidad humana es limitada.
Precisamente, para cumplir estas necesidades sociales están las virtudes éticas o prácticas, las más humanas (frente a las dianoéticas que serían «divinas») y que deben organizar nuestras vidas de forma que podamos dedicarnos a lo que nos es propio (el desarrollo de la facultad intelectiva). La virtud ética se define en Aristóteles como un hábito (disposición adquirida por la práctica frecuente) de determinar con prudencia (utilizando la facultad intelectiva o entendimiento) el término medio entre dos extremos viciosos (uno por defecto y otro por exceso) de forma personal. El término medio es personal, no universal.
Ser Humano en Platón
Platón defenderá el dualismo: alma y cuerpo forman una unión accidental. Ambos están en continua lucha pues el alma pertenece al mundo de las ideas y el cuerpo al mundo material siendo así el cuerpo una cárcel para el alma. Esta alma racional es la esencia del hombre y el principio del conocimiento racional, pues nos permite llegar a conocer las ideas del mundo trascendente. Así, según el dualismo platónico, frente a la materialidad y corruptibilidad del cuerpo, el alma inteligible es inmortal y espiritual.
El alma transmigra de cuerpo en cuerpo hasta que consigue purificarse, mediante la virtud con su desarrollo perfecto, para poder acceder de nuevo al mundo de las ideas y conseguir la felicidad. Platón presenta varias demostraciones de la inmortalidad del alma, destacando la de la reminiscencia (solo podemos conocer el mundo de las ideas por la preexistencia del alma en él) y la de la simplicidad (el alma es simple, pues no es material, y por lo tanto no puede descomponerse y morir).
Además, distinguió tres tipos de alma o tres partes del alma en el hombre. La racional, esencial y propia del hombre, que posibilita el conocimiento racional, debiendo gobernar el desarrollo de las otras dos y siendo inmortal. La irascible, proporciona la capacidad del esfuerzo, la voluntad y el vigor, y es mortal. La concupiscible, ofrece la capacidad del deseo y las pasiones sensuales, y también es mortal.
La virtud se fundamenta en el desarrollo del bien propio del hombre, su esencia racional, y por lo tanto, es universal. Distingue tres virtudes de acuerdo a la división del alma: la sabiduría o la prudencia, se consigue con el desarrollo del alma racional; la valentía, se realiza con el desarrollo prudente del alma irascible; y la templanza, que se realiza con el desarrollo prudente del alma concupiscible.
Con el desarrollo armonioso de las tres virtudes en el hombre se consigue la Justicia, el orden estable y perfecto de las tres partes del alma, cuando cada parte cumple su función específica.
Política en Aristóteles
El hombre es un ser social por naturaleza, un zoon politikon, y en su esencia se encuentra implícita su sociabilidad ya que posee el logos que le permite comunicarse racionalmente con los demás seres racionales. La sociedad, pues, no es producto de la convención sino que entra dentro del esquema teleológico siendo la polis el fin último de todo el proceso de unión social.
La felicidad humana sólo se puede conseguir, así, dentro de una sociedad cuyas leyes posibiliten el desarrollo de las virtudes prácticas en todos los ciudadanos. Por esto el legislador o el político debe ser alguien que no sólo tenga conocimientos teóricos, sino que debe haberse habituado a la aplicación práctica de su intelecto, ser prudente.
La Justicia social se da cuando el gobierno no busca intereses particulares y posibilita la realización de la virtud en todos los ciudadanos. Aristóteles distingue tres formas justas de gobierno, frente a sus respectivas corrupciones: la Monarquía, el gobierno de uno solo, su corrupción es la Tiranía; la Aristocracia, el gobierno de los mejores, frente a Oligarquía; y la Democracia, considerada la mejor por Aristóteles, es el gobierno del pueblo, su corrupción es la Demagogia.