T.18 – 1. Los cuatro amores
Llamamos amor en su sentido más amplio a toda inclinación del afecto y, propiamente, a la inclinación de la voluntad. en cuanto inclinación o deseo, se puede hablar de un amor a las cosas.
Cuatro tipos de amor
Toda convivencia humana, si es satisfactoria, genera un cierto afecto y espíritu de cuerpo, una cierta conciencia de ser parte unos de otros. Nos guiamos por la clasificación que hizo C. S. Lewis.
El afecto familiar. Esta solidaridad es mucho mayor cuando hay lazos de sangre y cuando se ha convivido en el mismo hogar. Además, hay un tipo de amor específico de los padres hacia los hijos y de los hijos hacia los padres.
La amistad. Es una intensificación particular de la camaradería. Se forja porque se comparte algún interés. Un amigo es, un alter ego, otro yo, alguien que piensa como yo. Sus elementos fundamentales son un afecto mutuo y una sintonía, por lo menos en algunos puntos de mentalidad y de aficiones.
El amor conyugal (eros). Es el amor que se crea por el trato entre hombre y mujer. Une el afecto mutuo, la convivencia de vida y el trato sexual.
Todo crea unos lazos muy fuertes y con los años, este amor se consolida y se fundamenta en el agradecimiento. Ayuda la calidad de la convivencia, la buena educación y los detalles.
La caridad cristiana (agapé). Está fundada en el mandato de Jesucristo a sus Apóstoles: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Este amor está dirigido a todos los hombres, incluso a los enemigos. Porque se los considera hijos de Dios. A todos se pide dar signos de benevolencia.
T.19 – 2. La sexualidad humana
La sexualidad humana
No deja de ser curioso que una realidad personal y social tan importante esté ligada a algo tan aparentemente físico y externo como el sexo. Pero es así. El hombre es y comparte una manera de procrear que necesita el trato sexual de macho y hembra, y un largo periodo de gestación. La inclinación a la relación sexual es una fuerza instintiva que se conserva claramente en el ser humano. El instinto sexual se manifiesta en la conciencia como impulso; y como reacción ante la presencia de estímulos, pero en el hombre el comportamiento sexual no viene regulado por instinto, sino voluntariamente.
La función sexual está biológicamente ordenada a la procreación y se refleja en la configuración de los órganos sexuales y en el papel del interés sexual. Las funciones sexuales y el ejercicio de la sexualidad están ordenadas a la transmisión de la vida.
Pero el sexo no es una realidad externa y periférica sino que afecta íntimamente a la personalidad. El ser humano es varón o mujer. Y esto no significa sólo unas pequeñas diferencias fisiológicas, sino profundos rasgos de personalidad. Todos los estratos de la persona están afectados. Además, la inclinación sexual humana no consiste sólo en el deseo del acto sexual. Está relacionado con el interés por las personas del otro sexo.
El sexo como pasión
El impulso sexual es muy aparatoso y fuerte. Exige mucha disciplina y cierto cuidado. En las personas normales, está bajo la propia voluntad desatar la pasión sexual, contenerla o satisfacerla de un modo u otro. La sexualidad es por tanto un fenómeno natural y el impulso que generamos lo debemos controlar. El ámbito propio de la sexualidad humana es la amistad conyugal.. La auténtica sexualidad humana está integrada de estos elementos que respetan su estructura: relación personal, manifestación del vínculo, apertura a la vida.
La homosexualidad La homosexualidad es un fenómeno complejo y delicado. Se caracteriza porque la inclinación sexual no se corresponde con la estructura orgánica -física- de la sexualidad. Desde este punto de vista, suponen una anomalía funcional. Los estudios indican que se trata inclinación adquirida. Pero acaba siendo una inclinación permanente. Las personas deben ser siempre tratadas con respeto.
T20 – 3. El existencialismo ateo y la propuesta de Viktor Frankl
El vacío existencialista
Ningún siglo ha sido tan traumático como el último, con dos enormes guerras mundiales, la experiencia histórica de los totalitarismos políticos además de otras docenas de guerras menores. Esta dolorosa toma de conciencia, produjo una tremenda resaca cultural, que se expresa en la literatura y el pensamiento. Especialmente en el existencialismo filosófico. Martin Heidegger es el pensador existencialista más representativo. Dedicó su vida y su obra a tomar conciencia de que lo propio del ser humano es “estar allí”, arrojado desde su nacimiento a un mundo al que no puede pedir sentido. Descubrir esto y asumirlo es una liberación. Darse cuenta de que no se espera nada de nosotros es alcanzar la verdadera libertad. Precisamente porque no hay orientación para la libertad humana, el sentido no puede venir de fuera, hay que ponerlo voluntariamente.
La propuesta de Victor Frankl
En el extremo opuesto, nos encontramos con otro libro emblemático y representativo de una época de tragedias, el testimonio de un protagonista de los campos de concentración, su libro no es una invitación a la desesperación, sino a la esperanza. Frankl se dio cuenta de la fuerza que daba a los prisioneros tener un sentido de la vida para soportar las penalidades.Y recuerda la frase de Nietzsche: “Quien tiene un porqué, es capaz de soportar cualquier cómo”. Analizando, llega a la conclusión que el sentido de la vida humana es el servicio, el servir o haber servido a algo, a una persona o a una tarea. Y funda la logoterapia. Concluye que la pregunta importante es qué espera la vida espera de nosotros Esto puede dar sentido a la vida incluso en las situaciones más desesperadas. Mientras las aspiraciones de triunfo dan sentido a la vida que queda por vivir, el trabajo bien hecho y las relaciones humanas dan sentido a la vida ya vivida. Y permiten mirar la muerte con la serenidad de haber hecho algo. Es el caso de la vieja mujer judía que cuenta Frankl: descubrió que el sentido de su vida era haberla vivido sirviendo a su hijo enfermo. Si ella hubiera faltado, nadie le hubiera podido tratar igual.