Francisco de Goya: Un Maestro Entre Luces y Sombras
Goya pintó lo bello con delicadeza, pero supo también destacar lo feo y terrible con crudeza.
Su pintura transita del idealismo de los cartones al expresionismo de las pinturas negras. Su obra abre las puertas a muchos movimientos del siglo XIX y, en parte, del XX, anunciando el impresionismo (Lechera de Burdeos), el expresionismo (Pinturas Negras) y el surrealismo (Los Caprichos).
Primera Etapa: Pintor de Cámara
En esta etapa, Goya estuvo influenciado por Mengs (arte academicista) y Francisco Bayeu. Sus cuadros son casi rococós, muy luminosos, de colores brillantes, pincelada apretada y retratos sin profundidad psicológica.
- Retratos de la nobleza y de cámara: Goya fue en este campo un pintor de habilidad excepcional a la hora de plasmar la personalidad del modelo y la situación social. Es uno de los pintores que mejor supo captar las transparencias, la ligereza de los tejidos y su voluminosidad. De esta etapa destaca el Retrato familiar de la Familia de Osuna, que copia el modelo inglés de retrato familiar. Estos retratos le darán fama y, por ello, será llamado a la Corte por Carlos III, quien le convierte en su pintor de cámara (Retrato de Carlos III, Museo del Prado).
- Diseñador de cartones: Goya realizó cartones para tapices que decorarían los nuevos palacios. Uno de sus primeros encargos fueron los cartones para que con ellos se tejieran tapices en la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara. Al principio, los operarios se quejaron de la dificultad técnica de sus cuadros, pero al final se impuso su estilo, como podemos ver en El Quitasol y El Pelele.
Etapa de Madurez (Carlos IV) – Siglo XIX
Características: Pincelada suelta, la luz se intensifica creando contrastes lumínicos y colores intensos (influencia de Velázquez y Rembrandt). Retratos con profundidad psicológica y crítica personal, donde intensifica las virtudes y los defectos, según su relación con el retratado.
- Retratos de cámara: La familia de Carlos IV (1800-1801). La familia real es retratada como si fuera una fotografía al instante, haciendo una crítica al rey, viéndolo ausente, y a una reina orgullosa y caprichosa que ocupa el centro de la composición. Siguiendo los pasos de Velázquez, se autorretrata pintando un lienzo, detrás de la Familia Real. La riqueza cromática de esta obra es excepcional. Al contrario que los modelos neoclásicos, aquí todo es una explosión de colores, dorados, azules y rojos de vivos contrastes.
- Desnudo femenino: Las Majas son obras polémicas, pues no se sabe qué representan, aunque algunos estudiosos sostienen que se trata de la duquesa de Alba. La desnuda nos mira con una sonrisa irónica.
- Grabado: Los Caprichos (influencia de Delacroix). Aguafuerte (aguatinta). Serie de grabados destinada a ser vendida por fascículos, suponen el comienzo de su ruptura con el arte academicista. El artista plasma sus propias vivencias, en las que hace una crítica de las costumbres y supersticiones populares (la mojigatería, las malas lenguas…), pero también de algunos personajes públicos (los amoríos de la reina, el rápido ascenso de Godoy…).
Etapa Final (Gobierno de José Bonaparte y Fernando VII)
Características: Pincelada expresiva y suelta.
La gama de color se reduce y los cuadros se oscurecen. Por primera vez, un testimonio gráfico y crítico de la Guerra.
- Guerra de la Independencia: La carga de los Mamelucos o 2 de Mayo, masacre del enfrentamiento de la Moncloa o 3 de Mayo, alegato moral a favor de los vencidos. El protagonista del cuadro son los héroes colectivos y anónimos del pueblo español.
- Grabados: Los desastres de la Guerra. En España no ha existido, hasta la llegada de Goya, una gran tradición en la técnica del grabado al aguafuerte. El grabado conocido como Y no hay remedio es un grito de protesta contra la estupidez, la opresión y la crueldad humanas. Estos grabados serán referentes de los futuros reporteros gráficos de guerra en el siglo XX.
- Pinturas negras de la «Quinta del Sordo», Madrid: Las Pinturas negras fueron pintadas por Goya en 1819 en la casa que compró cerca del Manzanares, conocida como la Quinta del Sordo. En este momento de su vida, la sordera le había llevado a encerrarse en sí mismo, desesperanzado, sombrío y sórdido. Los colores que emplea ahora son el negro, el marrón y verdes muy oscuros. El dolor y la muerte son temas predominantes, siendo considerada antecedente del Expresionismo. De este momento es El Aquelarre, una crítica a la superchería y a la irracionalidad que tanto arraigo tuvieron en España; y Saturno devorando a sus hijos, alegoría de la destrucción del pueblo español.
Exilio en Burdeos
En 1823, la situación en España era insufrible para él por la represión que ejercía la monarquía, por lo que decide abandonar el país e instalarse en Francia, donde moriría en 1828. Allí pintó La lechera de Burdeos, una de las más bellas creaciones y un importante punto de referencia para el impresionismo. En esta obra, los colores primarios están destinados a fundirse en la retina del espectador.