Francisco de Goya: Evolución Artística y Legado en la Pintura


Vida y Obra de Francisco de Goya

Francisco de Goya es uno de los grandes genios de la historia de la pintura. Su estilo evolucionó durante toda su vida, por lo que no podemos hablar de un Goya, sino de muchos Goyas. Entre las influencias que recibe, destacan la propia naturaleza, Velázquez y Rembrandt. Es un pintor atento a la realidad que le rodea y nadie como él antes había retratado la crueldad de la guerra. Tres hechos históricos marcarán su trayectoria vital y artística.

Primera Etapa: Goya Ilustrado, el Reinado de Carlos III

Durante el reinado de Carlos III, Goya vive plenamente el ambiente de la Ilustración, relacionándose con pensadores ilustrados. Nacido en Fuendetodos, se forma primero en Zaragoza, viaja a Italia y regresa a España con una mayor formación. Se casa con una hermana de Bayeu, un pintor de la época, hecho que le abrirá muchas puertas.

Obras destacadas de esta etapa:

  • Trabajos en Zaragoza: Pinturas en bóvedas del Pilar y de la Cartuja de Aula Dei.
  • Trabajos como cartonista en la Real Fábrica de Tapices: Realiza modelos para tapices destinados a decorar las grandes salas de las residencias reales. En ellos encontramos un Goya alegre y amable, con influencias velazqueñas y un carácter narrativo y costumbrista. La elección de estos temas responde a una corriente de exaltación de lo popular entre los círculos aristocráticos, conocida como “majismo”. Utiliza una pincelada suelta y gran luminosidad. Entre los cartones más famosos se encuentran El quitasol, El cacharrero y La gallina ciega.
  • Retratos: Se convierte en el mejor retratista de su tiempo, lo que le proporciona éxito, fortuna y contactos con las casas familiares más importantes de su tiempo, como los Alba y los Osuna. Combina la representación de la posición social del retratado con su captación psicológica. Ejemplo de ello es La familia de Osuna.

Segunda Etapa: El Reinado de Carlos IV

El monarca Carlos IV nombra a Goya pintor de cámara, pero una enfermedad, la sordera, cambia su carácter. Tres serán las líneas principales de su obra en esta etapa:

  • Continúa con los retratos: Destacan los dos retratos de la duquesa de Alba, una de las mujeres más notables de su tiempo y protectora de artistas. Son dibujos hechos a la aguada, técnica revolucionaria en ese momento. También en torno a 1800 realiza el de La Condesa de Chinchón, en el que retrata a una mujer dulce abandonada por su marido Godoy. Igualmente, son de esa época Las Majas, en las que probablemente la vestida escondiera a la otra, y el célebre retrato de La familia de Carlos IV, en el que la captación psicológica de cada uno de sus miembros llega a unas cotas inimaginables.
  • La decoración de la capilla de San Antonio de la Florida: Lugar muy querido por los madrileños. El tema es un milagro de San Antonio: la resurrección de un asesinado para dar testimonio de la inocencia del padre del santo, acusado de homicidio. Goya traslada al aire libre el episodio y coloca en una balaustrada al pueblo de Madrid que contempla la escena, con actitudes variadísimas.
  • Su obra gráfica de dibujos y grabados: Tendrá una influencia decisiva en el siglo XIX. Comienza en este momento Los Caprichos, quizás influido por su enfermedad. En ellos, Goya refleja a la perfección las preocupaciones básicas del pensamiento ilustrado, satirizando vicios universales como la avaricia, la lujuria y el estado de superstición y oscurantismo del pueblo español, así como los privilegios de la nobleza, el clero y el poder de la Inquisición. Ataca la defectuosa educación de los niños, la prostitución y los matrimonios por interés. Aunque se anuncia su venta en el Diario de Madrid, Goya toma la precaución de ofrecer la serie al rey Carlos IV para ponerse a salvo de la Inquisición, y el rey la acepta. Mantiene la postura de que todas las locuras de la razón pueden corregirse.

Tercera Etapa: La Guerra de la Independencia y el Reinado Absolutista de Fernando VII

Será, sobre todo, la Guerra de la Independencia, con todas sus secuelas de barbarie y crueldad, la que cause una fuerte impresión en su ánimo, llevándole a un profundo desengaño y a una amarga reflexión sobre la condición humana. Goya refleja su visión de los hechos en dos obras al óleo: El dos de mayo y Los fusilamientos del 3 de mayo, y en una serie de grabados, Los desastres de la guerra, en los que nos ofrece imágenes impresionantes, denunciando los horrores y la tremenda crueldad de la guerra, las atrocidades cometidas y las secuelas de hambre y destrucción. En esta serie, Goya combina la aguada con aguafuerte y aguatinta, y establece violentos contrastes de luces y sombras para acentuar el terrible efecto que nos producen las escenas. Es un verdadero alegato antibelicista de 82 estampas.

El reinado de Fernando VII no hace sino aumentar su desencanto. Adquiere una casa a orillas del Manzanares, “La Quinta del Sordo”, en cuyas paredes pinta el impresionante ciclo de las Pinturas Negras, auténticas imágenes de pesadilla y verdaderas imágenes de horror que nos muestran el lado más oscuro de la naturaleza humana. Aquelarre es una de ellas, otra es Saturno devorando a sus hijos, que decoraba el comedor. La deformación de esta imagen se anticipa al expresionismo, estética que se ajusta a un Goya que sabe que cuando no triunfa la razón, lo hace la animalidad y la monstruosidad, e impera entonces el sueño.

Realiza por último dos series nuevas de grabados: La Tauromaquia y Los disparates. La Tauromaquia, que será su tercera serie, se pinta en esta etapa de amargo desencanto en la que se refugia en su afición a los toros. En cuanto a Los Disparates –conocidos también como Proverbios–, son la serie más difícil de interpretar y la más enigmática. Es evidente que traducen un clima espiritual muy próximo al de las Pinturas Negras, desde el desencanto que el artista vive en los años de la restauración absolutista. Son visiones de pesadilla, escenas absurdas, personajes que no son de este mundo, reflejo del subconsciente atormentado de un hombre que contempla la vida con profunda amargura y pesimismo.

Abandona España y se va a Burdeos, donde muere cinco años más tarde. Su personalidad artística es muy poderosa, resulta difícil de clasificar y su obra anticipa tendencias del arte contemporáneo: el romanticismo, el impresionismo, el expresionismo o el surrealismo.

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