A partir del XIX la pintura de Velázquez se convirtió en fuente de inspiración de los impresionistas, concretamente Manet. En España Goya se inspiro en “Las Meninas” para pintar “La familia de Carlos IV”. En el Siglo XX su obra ha sido motivo de reflexión y reinterpretación por artistas como Bacón, Picasso y El Equipo Crónica.Acercarnos a las Meninas nos supone recordar las cerca de 50 recreaciones que Picasso realizó de esta célebre composición. La pincelada de Velázquez, lo mismo que la de Tiziano, se han señalado como antecedentes del movimiento impresionista. Desconocida por el pintor sevillano fue sin duda El artista en su talle, trabajo del holandés Jan Vermeer, tela en la que aparece este artista ante su caballete. No fue un caso únicos de este Vermeer, pues otros artífices de la pintura se representaron a si mismos a otros en pleno trabajo, tal es el caso de Juan Bautista Martínez Mazo. Mazo sería el autor de una copia reducida de las Meninas.Plasmaciones ante un lienzo, ahora posteriores, realizaron el pintor ROMántico alemán Friedrich y el realista Courbet. Si nos acercamos a los antecedentes, numerosos fueron las pinturas que recrearon el recurso del cuadro y el espejo dentro del cuadro. El propio Velázquez, realizó la afamada Venus del espejo. El conocido Matrimonio Arnolfini, creado por van Eyck y en posesión de la Corona hispana entonces nos ofrece igual recurso; en el lienzo no aparece el pintor, que si se percibe en el espejo.Materia pictórica: Óleo sobre lienzo.Color: en esta obra es cuando se llega al cenit de la vaporosidad con una pintura donde abundan los tonos rosados y marfil.El pintor no repasa una y otra vez los colores superponiendo capas sobre capas de color, sino que definía con escasa materia y unas pocas pinceladas lo que deseaba expresar.Las Meninas es el hito de lo que algunos han llamado “pintura tonal”. Si Velázquez hubiese elegido colores más vivos y brillantes, no hubiese resultado un cuadro igualmente verosímil. Al colocar los colores sujetos a una tonalidad general, éstos liberan momentáneamente al pintor y le permiten abordar un problema no menos complejo: la iluminación dentro del cuadro.
La luz: la escena tiene lugar es una estancia del palacio, iluminada por la derecha y con cuadros que forran las paredes. Al fondo se abre una puerta por donde entra la luz.Perspectiva: el autor domina con perfección la perspectiva aérea, de manera que con la pincelada suelta y con el tratamiento abocetado de las figuras proporciona una mayor sensación de captación de la atmósfera y el ambiente. Esta pincelada abocetada acentúa la sensación de realidad, de modo que las figuras parecen tener vida.Composición: aparece en el centro de la infanta Margarita, hija de Felipe IV y Mariana de Austria, quienes están reflejados en el espejo del fondo. La infanta recibe la atención de sus dos Meninas, Mª Agustina Sarmiento e Isabel de Velasco, una de ellas comienza a hacer una reverencia a los reyes. En segundo plano se encuentra Dª Marcela de Ulloa. Al fondo, el mayordomo del palacio, José Nieto. La zona izquierda la ocupa un enorme lienzo y, ante él, el propio pintor. Los personajes más próximos a nosotros son dos bufones de la corte, Mari Bárbola y Nícolás Pertusato y un perro.En esta obra Velázquez nos da una nueva interpretación de la pintura al presentar lo acontecido “al otro lado del cuadro”, ya que las figuras ocupan el ligar del pintor y observan a los reyes –reflejados en el espejo- que se encuentran “junto al espectador”.Las composiciones de Velázquez no poseen movimiento, pero las figuras se hallan dispuestas para obligarnos a contemplarlas a “golpes de vista”, generando tensión en su observación. La acción transcurre en la pieza principal del apartamento del segundo piso de Alcázar de Madrid. En la pared del fondo hay dos copias pintadas por Juan Bautista de Mazo de dos cuadros mitológicos de Rubens y de Jordaens.Observando los gestos, actitudes y miradas de los personajes, nos damos cuenta que domina la sensación de movimiento paralizado; además, tres de ellos dirigen la mirada hacia fuera del cuadro. Combinando ambas observaciones, y siguiendo la explicación de Soehner, parece que Las Meninas describe la acción de un grupo que está haciendo alguna cosa que es interrumpida por otro acontecimiento que sucede fuera de los límites de la pintura.
Parece como si la infanta hubiese entrado en el taller de Velázquez para ver como pintaba. Había pedido agua, que ahora le ofrece la menina de la izquierda; en este momento entran en la habitación el rey y la reina, reflejándose en el espejo del fondo. Isabel de Velasco empieza una reverencia; Velázquez deja de pintar; Mari Bárbola también se ha dado cuenta, aunque todavía no ha reaccionado. La infanta, que miraba a Nícolás Pertusato jugando con el perro, mira súbitamente a la izquierda, en dirección a sus padres. Isabel de Velasco no se ha percatado todavía de la presencia real; Marcela Ulloa, entretenida con la conservación con el guardadamas, tampoco; éste último, sin embargo, parece que acaba de darse cuenta.Esta descripción explicaría el efecto de instantaneidad y clarificaría las actitudes de las figuras; también confirmaría el hecho de que los reyes están presentes físicamente en la habitación, presencia que Velázquez subraya, convirtiéndolos en catalizadores de la acción: casi todos los ojos se dirigen a Felipe IV y su esposa. Alguien ha opinado que Velázquez está pintando lo que refleja el espejo, es decir, un cuadro de los reyes; pero parece imposible, dada la inclinación de la tela y la localización de los reyes: simplemente, no les podía ver si no se desplazaba mucho.Observemos el personaje del aposentador: con capa, pero sin espada ni sombrero. Tiene la función de abrir las puertas a la comitiva real; está de pie ante la puerta que acaba de abrir y por la que, pasaran los reyes. Parece, que Velázquez nos proporcione numerosas y sutiles indicaciones del cuál es el factor crucial de la pintura: la epifanía, la presencia de los reyes.A pesar de su aspecto de improvisación fotográfica, Las Meninas es un cuadro cuidadosamente compuesto. Observamos como la sala tiene una prolongación real con la puerta, una de ideal con el espejo y una de imaginaria con los cuadros pintados al fondo. Cabe subrayar el centro luminoso del primer término, fuera y dentro de la tela, el leve reflejo de la quinta ventana entreabierta después de las tres herméticamente cerradas, el foco violento de la puerta del fondo, y el reflejo pálido del espejo.
toda la obra está estructurada a partir de rectas verticales y horizontales como las del caballete, las paredes, las ventanas, los cuadros, el espejo, la puerta, las escaleras, sobre las cuales se superponen dos curvas irregulares y equivalentes, una formada por las cabezas del pintor, María Agustina y la infanta, y otra dibujada por Isabel y los enanos, respondiendo ambas a la silueta del perro.Si sobre los personajes no existe, prácticamente, ninguna duda, no sucede lo mismo con la acción que se desarrolla: los críticos y analistas no se ponen de acuerdo sobre lo que hacen las figuras o por qué razón se ha formado el grupo. La indecisión se pone en evidencia.Ópticamente, no hay manera de entender el cuadro. El problema reside en el hecho de que en la tela hay un pintor pintado, que nos mira, pincel en mano: esto nos hace suponer que delante de Velázquez hay un espejo, como en cualquier autorretrato; pero no es así, sino que hay las figuras del rey y la reina. La luz que ilumina los reyes es; la luz del espacio ocupado por el espectador, pero el espectador no está reflejado en el espejo del fondo: este cuadro solo tiene sentido óptico si se ve desde las pupilas de los reyes.Al suprimir lo que es esencial, Velázquez muestra que todo es ilusión, que tan falso es el pintor que nos mira, como el grupo que interrumpe su trabajo, como el espejo o la puerta que multiplican los espacios, como las figuras que se reflejan, como el propio espectador, cuya imagen no se refleja en ningún sitio. Nos muestra un acontecimiento extraordinario y sin precedentes: nunca se habían representado juntos un monarca vivo y un pintor en plena actividad. Nos muestra a los reyes indirectamente, por cortesía a su posición; utiliza no su taller, sino una sala de palacio; deja de pintar en el momento en que entran los reyes. Quiere, hacer lo más real posible la presencia de los reyes, y lo resuelve con la mirada de los personajes, con el espejo y con la proyección de un espacio imaginario ante la tela.Las Meninas es, un manifiesto sobre la condición de la pintura como arte liberal y, por extensión, sobre la condición de los artistas, con derecho a disfrutar de las ventajas de una cierta posición social. La presencia de los reyes avala la nobleza del arte pictórico y del artista. Por ello Velázquez tiene interés en hacer notar la llave que cuelga de su cintura, símbolo del cargo de aposentador y de la especial relación del pintor y los reyes. Se trata de un cuadro cuya intención era contribuir a la batalla por la nobleza de la pintura y los pintores.Pintor de retratos: la lucha artística de Velázquez consintió en hacer del “retrato” un método pictórico que no encontrara límites, que pudiera abarcar la retratable y lo no retratable; que diera naturaleza y visualidad a la realidad y a la ficción, a lo visible y a lo imaginario, a lo posible o lo imposible: dándoles la apariencia de realidad.En esa “nueva vida” de la pintura lo que posibilitaba el misterio de esa nueva realidad creada pro la pintura, vivificando la materia a través de la luz y el color