La imagen de la vieja Europa: procesos de cambios
La recuperación de centros históricos ha constituido por lo general una parte importante de las estrategias de promoción urbana y de proyectos de renovación de gran envergadura llevados a cabo durante las últimas décadas en ciudades de diferentes regiones del planeta. El fomento del turismo y las actividades culturales asociadas a dicha actividad ha sido uno de los principales motores para ello. En el contexto europeo concretamente esto se ha visto como un importante recurso con el que hacer frente tanto a la crisis industrial vivida a partir de los años setenta en numerosas regiones del norte, como a la dependencia excesiva de la actividad agropecuaria en amplias zonas del sur.
En casos como los de antiguas ciudades industriales que no cuentan con paisajes urbanos y arquitectónicos armónicos y presumiblemente destacados, como Bradford, Birmingham, Liverpool o Manchester en el Reino Unido, o Duisburg en Alemania, se ha tenido que recurrir también para ello a la construcción de una nueva imagen para inversores, visitantes y residentes con el objetivo de reemplazar connotaciones negativas preexistentes. En este sentido destacan especialmente casos como el de Glasgow en Escocia, donde junto a la aplicación de medidas para la recuperación de zonas como la Merchant City, uno de los máximos exponentes de la arquitectura victoriana del Reino Unido, su equipo de gobierno optó por la elaboración de una imagen sofisticada de la ciudad como capital cultural. Con ello se trató de paliar la visión negativa que se tenía sobre la misma por los elevados índices de desempleo y de conflicto urbano existentes, produciéndose con ello una ruptura consciente con el pasado al dejarse fuera del nuevo imaginario construido al grupo obrero-industrial que le imprime un carácter distintivo. Esto se logró en buena medida mediante la celebración de acontecimientos de gran alcance internacional y nacional, tras su nombramiento como ‘Ciudad Europea de la Cultura’ en 1990 y la ‘UK City of Architecture and Design’ en 1999. La imagen poco real pero vendible de la ciudad que se construyó desde el gobierno local fue duramente criticada entonces por colectivos como el de los ‘Worker’s city’.
Por otra parte, los países que conformaron el antiguo bloque comunista han visto también en el turismo cultural una vía con la que mejorar sus economías, dado el gran potencial con el cuentan los monumentales centros históricos de muchas de sus ciudades. Algunas como Budapest han aplicado en este sentido una inserción controlada de las actividades turísticas en su centro histórico. Otras como Varsovia aspira con el desarrollo de iniciativas como el Proyecto de Ruta Real, que pretende la regeneración de los recursos culturales del centro de la capital, a la mejora de la competitividad de la región dentro del mercado turístico europeo.
Junto al turismo y el desarrollo de actividades culturales, otro aspecto que ha impulsado la recuperación de centros históricos en Europa ha sido el interés de los sectores medios y altos por residir en dichos espacios, atraídos tanto por el carácter histórico que les caracteriza como por la conveniencia de la localización. También es destacable la revalorización de algunas áreas antiguas urbanas a partir de la conformación de espacios con viviendas, comercios y negocios orientados al público homosexual. Es el caso de Canal Street en Manchester o del barrio de Chueca en Madrid. Este último era durante la década de 1980 uno de los espacios más conflictivos del centro tradicional de la capital española, con problemas de prostitución y tráfico de drogas. Tras el establecimiento de la comunidad gay en la zona se han abierto numerosos negocios, se han rehabilitado numerosas viviendas y se ha conformado una intensa actividad comunitaria.
Países como Italia, España o Francia destacan especialmente en la puesta en marcha de proyectos de actuaciones de rehabilitación integral con equipamiento urbano, vivienda, programas sociales y zonas verdes, que han incluido medidas enfocadas a la mejora de las condiciones de vida de sus habitantes. Entre este tipo de experiencias las más difundidas han sido posiblemente las de Bolonia y la de Barcelona, modelos que se han convertido, pese a algunos problemas surgidos, en referentes internacionales por su carácter integral al abordar en ambos casos de manera conjunta cuestiones de índole política, económica, social y cultural. También merecen ser destacadas otras quizás no tan conocidas, como la desarrollada para la revitalización del centro histórico de Lyon en Francia, donde el «Plan de Salvaguarda y Puesta en valor del viejo Lyon» se enfoca al mantenimiento de la autenticidad del barrio, contemplando tanto el aspecto patrimonial como humano de la zona. O Málaga en España, cuyo Programa para la Mejora del Medio Ambiente Urbano fue galardonado con el premio HABITAT II de buenas prácticas en 1998, por desarrollar medidas de sostenibilidad urbana y sensibilizar a la población sobre las cuestiones ambientales.
Es destacable asimismo la adopción de medidas encaminadas a la peatonalización de calles y plazas, la construcción de aparcamientos subterráneos en los alrededores (aunque también en puntos centrales), la recuperación del uso del tranvía o la instalación de peajes para el acceso a los centros de algunas ciudades, destacando en este último aspecto ciudades como Londres. Con el objetivo de regular el movimiento de vehículos, ciudades como Barcelona, Bolonia, Dublín, Marsella y Trondheim colaboran asimismo con el proyecto Gaudí del programa DRIVE2 de la Dirección General XIII de la Comisión Europea, empleándose para ello una tecnología de tarjeta inteligente con bolardos retráctiles gobernables desde el Centro de Control de Tráfico.
Por último debemos destacar los avances conseguidos en la conformación de una conciencia más generalizada sobre la cuestión patrimonial entre la población europea a través de la puesta en marcha de diferentes programas que han dado como resultado una mayor sensibilización social.
Cambios y retos en los espacios turísticos
Los Centros Históricos y los espacios patrimoniales condensan la memoria viva y sintetizan la evolución socio-cultural de pueblos y ciudades. Debemos reconocer su carácter histórico, tomando en cuenta su dinamismo como zona habitada, clave en la vida económica, política y social, expuesta a la constante problemática urbana cotidiana. Se requiere de instrumentos flexibles que, respetando la autonomía local y el sentido plural de nuestros territorios y espacios, proporcionen cursos estratégicos y herramientas para propiciar una adecuada gestión.
Los Retos:
- La presión social y política.
- Composición cultural.
- Los recursos limitados.
- El tipo de estructuras creadas para gestión del CH y espacios patrimoniales.
- El patrimonio cultural:
- Conservación y preservación
- Aprovechamiento para el turismo
- Vivir y crear la ciudad
Itinerarios culturales y recorridos urbanos
Una herramienta fundamental y orientativa es la Carta de Itinerarios Culturales, ratificada por la Asamblea General del ICOMOS en 2008 en la ciudad de Québec. A destacar su preámbulo: “Fruto del desarrollo de las ciencias de la conservación del patrimonio, el concepto de Itinerario Cultural evidencia la evolución de las ideas respecto a la visión de éste, así como la importancia creciente de los valores del entorno y de la escala territorial, y pone de manifiesto la macro estructura del patrimonio a diferentes niveles.” Este concepto lanza un modelo para una nueva ética de la conservación que considera dichos valores como un bien común y abierto más allá de las fronteras, y que exige esfuerzos conjuntos. Respetando el valor intrínseco de cada elemento, el Itinerario Cultural rescata y enfatiza el de todos y cada uno de los que lo componen, como partes sustantivas del conjunto. También contribuye a ilustrar la concepción social contemporánea de los valores del patrimonio cultural como un recurso para un desarrollo social y económico sostenible.
Los Itinerarios Culturales representan procesos interactivos, dinámicos, y evolutivos de las relaciones humanas interculturales que reflejan la rica diversidad de las aportaciones de los distintos pueblos al patrimonio cultural. El reconocimiento de los Itinerarios Culturales como un nuevo concepto o categoría patrimonial guarda armonía y no se solapa con otras categorías o tipos de bienes (monumentos, ciudades, paisajes culturales, patrimonio industrial, etc.) que pueden existir en su seno. Simplemente los enmarca en un sistema conjunto que realza su significado y los interrelaciona a través de una perspectiva científica que proporciona una visión plural, más completa y justa de la historia. De esta forma, no sólo favorece la comprensión y la comunicación entre los pueblos, sino también la cooperación para la conservación del patrimonio.
La innovación introducida por el concepto de Itinerarios Culturales nos descubre el contenido patrimonial de un fenómeno específico de movilidad e intercambios humanos desarrollado a través de unas vías de comunicación que facilitaron su flujo y que fueron utilizadas o deliberadamente puestas al servicio de un fin concreto y determinado. Un Itinerario Cultural puede basarse en un camino que fue trazado expresamente para servir a dicha finalidad específica o en una ruta que se sirvió, en todo o en parte, de caminos preexistentes utilizados para diversos fines. Pero, más allá de su carácter de vía de comunicación o transporte, su existencia y significado como Itinerario Cultural propiamente dicho se explica únicamente por su utilización histórica para un fin específico y determinado y por haber generado elementos patrimoniales asociados a dicho fin que, surgidos del devenir de su propia y singular dinámica, reflejen inequívocamente la existencia de influencias recíprocas entre distintos grupos culturales durante un extenso período de la historia.
Los itinerarios culturales no son, por tanto, simples vías históricas de comunicación que incluyan o conecten diversos elementos patrimoniales, sino singulares fenómenos históricos que no pueden crearse con la imaginación y la voluntad de establecer conjuntos asociativos de bienes culturales que posean rasgos comunes.
A veces, los Itinerarios Culturales han surgido como un proyecto trazado de forma apriorística por la voluntad humana que ha contado con poder suficiente para dar curso a un propósito determinado (por ejemplo, el Camino de los Incas o las calzadas del Imperio Romano). Otras veces, son el resultado de un largo proceso evolutivo en el que intervienen de forma colectiva distintos factores humanos que coinciden y se encauzan hacia un mismo fin (caso del Camino de Santiago, las rutas de caravanas comerciales africanas, o la Ruta de la Seda). En ambos casos se trata de procesos surgidos deliberadamente de la voluntad humana para alcanzar un objetivo concreto.
Los Itinerarios Culturales pueden clasificarse del siguiente modo:
- Atendiendo a su dimensión territorial: local, nacional, regional, continental o intercontinental.
- De acuerdo con su dimensión cultural: dentro de una región cultural determinada o a lo largo de diversas áreas geográficas que hayan compartido o sigan compartiendo un proceso de influencias recíprocas en la formación o evolución de sus valores culturales.
- Por su objetivo o función: social, económico, político o cultural. Estas características pueden tener una naturaleza compartida en un contexto multidimensional.
- Por lo que se refiere a su duración temporal: Los que ya no se utilizan, o los que continúan desarrollándose bajo las influencias de intercambios socioeconómicos, políticos, y culturales.
- Por su configuración estructural: lineal, circular, cruciforme, radial, o en red.
- En cuanto a su marco natural: terrestre, acuático, mixto o de otra naturaleza física.
En el proceso de identificación de un Itinerario Cultural será necesario tener en cuenta su funcionalidad específica al servicio de un fin concreto y determinado, los valores patrimoniales tangibles e intangibles generados por su dinámica como resultado de las influencias culturales recíprocas, su configuración estructural, su contexto geográfico e histórico, su entorno natural y cultural, sea éste urbano o rural, y sus correspondientes valores ambientales característicos, sus relaciones con el paisaje, su duración temporal y su dimensión simbólica y espiritual, todo lo cual contribuirá a identificar y explicar su significado.
Los contenidos intangibles de un Itinerario Cultural son fundamentales para comprender su sentido y sus valores patrimoniales de carácter asociativo. Por tanto, los aspectos materiales deben relacionarse siempre con otros valores de naturaleza intangible. A efectos de su valoración comparativa, también deben tenerse en cuenta la duración temporal y la importancia histórica que revistan sus diferentes tramos con relación al conjunto del Itinerario.
En el caso de un Itinerario Cultural vivo, deben mantenerse las relaciones y las funciones dinámicas al servicio del fin concreto y determinado que dio lugar a su existencia y que sirve para caracterizarlo e identificarlo, aún en el caso de que los procesos que lo originaron hayan sufrido una evolución incorporando nuevos componentes al mismo. Estos nuevos componentes deberán ser evaluados en el marco de su relación funcional con el Itinerario Cultural, y podrá darse el caso de que existan bienes que, aun ostentando valores patrimoniales en sí mismos, no puedan ser considerados como componentes del Itinerario Cultural por no formar parte del mismo.
Todo Itinerario Cultural debe responder a criterios de autenticidad que expresen de forma fehaciente y creíble su valor, tanto en lo que respecta a su entorno natural como cultural, y tanto en lo que se refiere a sus elementos definitorios como a sus componentes distintivos de orden material e inmaterial:
- En cada tramo objeto de estudio deben aplicarse estos criterios para valorar su significado con relación al sentido global del Itinerario a lo largo de su desarrollo histórico, así como para verificar la autenticidad de su configuración estructural a través de los vestigios de su trazado.
- La autenticidad debe ser también evidente en el contexto natural y cultural de cada tramo del Itinerario sometido a análisis y valoración, así como en los demás elementos patrimoniales tangibles e intangibles integrados dentro de la funcionalidad histórica del conjunto y en su entorno.
- Aunque algunos tramos materiales del Itinerario Cultural no aparezcan claramente conservados, su existencia en esas áreas puede resultar evidente a través de la documentación historiográfica, las fuentes y los elementos inmateriales que se conserven, siempre que atestigüen la imbricación de dichos tramos en el significado conjunto del Itinerario y demuestren su autenticidad.
- Las técnicas y los métodos empleados para la protección, la conservación y la gestión de los Itinerarios Culturales, ya sean tradicionales o de nueva implantación, deben respetar los criterios de autenticidad.
Metodología
El concepto de Itinerario Cultural exige una metodología específica para su investigación, valoración, protección, conservación, uso y gestión. Teniendo en cuenta su envergadura y su valor de conjunto, así como sus dimensiones territoriales, dicha metodología requiere establecer un sistema de actividades coordinadas y gestionadas de forma integral. Es fundamental partir de la identificación global del Itinerario y la de sus diversos tramos, acompañada de la confección de inventarios de los bienes que comprende, así como realizar un diagnóstico de su situación que sirva para la posterior elaboración de un plan estratégico destinado a su salvaguarda y conservación. Dicho plan debe incluir, necesariamente, medidas dirigidas a promover el conocimiento y la conciencia social sobre el Itinerario Cultural y a despertar el interés de las entidades públicas y los particulares. Igualmente, requiere la adopción de medidas que garanticen una actuación coordinada y unos instrumentos legales específicos para la protección, uso y gestión de todos sus elementos, puesto que son partes sustantivas del valor y significado del Itinerario Cultural en su conjunto.
1. Investigación
El estudio de los Itinerarios Culturales puede abarcar diferentes áreas geográficas, incluso muy distantes entre sí. Por ello, es conveniente organizar diversos equipos de investigación en los principales puntos característicos de la ruta. La metodología de investigación, así como el desarrollo de medidas y la fijación de indicadores para la identificación y estimación de los valores de un Itinerario Cultural en sus diferentes tramos, no deberá perder de vista su valor de conjunto, evitando que se pierda su sentido y significado histórico.
Los equipos de investigación que trabajen sobre esta categoría patrimonial deben tener un carácter multidisciplinar y participativo. Deben establecerse criterios comunes de trabajo, bajo el principio de partir de la investigación de las partes sin perder de vista la totalidad del proyecto. Asimismo, deben emplearse instrumentos metodológicos comunes, previamente normalizados, para el levantamiento de datos. Deben establecerse mecanismos de coordinación que faciliten la comunicación y la cooperación entre los distintos investigadores para hacer posible la transmisión de datos sobre los trabajos y avances de cada equipo.
Los investigadores deberán tener presente que el hecho de que exista una diversidad de clases de bienes patrimoniales en el trazado de un Itinerario Cultural no convierte a éstos, de por sí, en elementos integrantes del mismo y propios de su investigación. Los únicos elementos que se deben destacar en la investigación científica de un Itinerario Cultural son aquellos relacionados con su específica finalidad y las influencias surgidas de su dinámica funcional histórica.
2. Financiación
Dada la amplitud de las tareas que supone la identificación y valoración de un Itinerario Cultural de considerable extensión, su financiación debe hacerse por etapas que permitan conseguir un avance equilibrado y armónico en las investigaciones y en los proyectos relativos a la conservación, uso y gestión de sus diversos tramos. Es aconsejable establecer una base estimativa conjunta de los valores a conservar que permita fijar una escala de prioridades de acción y desarrollar las correspondientes estrategias. Ello requiere establecer mecanismos de financiación a través de convenios de cooperación bilateral o multilateral, así como la creación de organismos específicamente consagrados a su investigación y valoración. Los organismos de integración regional cuyas jurisdicciones coincidan total o parcialmente con el trazado histórico de un Itinerario Cultural deberían estudiar, de igual manera, el modo de incentivar el interés de los Estados implicados y obtener su colaboración. Es también importante procurar atraer la cooperación de instituciones filantrópicas y de donantes particulares.
3. Valoración –Protección –Conservación
El Itinerario Cultural, junto con su entorno, requiere nuevos instrumentos para su valoración, protección y conservación. No es suficiente garantizar la protección de sus elementos patrimoniales de forma parcial o aleatoria. Debe llevarse a cabo una elaboración rigurosa de inventarios de dichos elementos, así como una constatación de su autenticidad e integridad, para poder identificar posibles impactos negativos en los valores del Itinerario Cultural que también constituirían un impacto en su significado. Es preciso también controlar los procesos de deterioro y desarrollar una estrategia contra los efectos adversos del desarrollo y la negligencia. Todo ello exige el establecimiento de un sistema coordinado de medidas legales e instrumentos adecuados que garanticen la conservación y valoración integral de su estructura, de su significado y del conjunto de su sistema de valores auténticos. Es fundamental comprender los valores patrimoniales antes de realizar intervenciones que puedan producir impactos negativos en los Itinerarios Culturales o alterar su significado.
4. Uso durable – relación con la actividad turística
Por lo que se refiere a su utilización, el Itinerario Cultural puede servir para promover una actividad de interés social y económico de extraordinaria importancia para el desarrollo estable. Debe ponerse especial atención en evitar la confusión conceptual entre rutas turísticas, aún las de interés cultural, e Itinerarios Culturales. Sin embargo, también es preciso reconocer que un Itinerario Cultural es una realidad que puede tener gran importancia para la cohesión territorial y el desarrollo sostenible. Desde este punto de vista, debe fomentarse el conocimiento, así como el uso adecuado y sostenible de los Itinerarios Culturales, adoptando medidas en lo que respecta a la eliminación de riesgos y a la correcta preparación para la visita turística. A este fin, la protección y la promoción de un Itinerario Cultural deben integrar, de forma armónica, una infraestructura suplementaria – turística, de vías de acceso, de información, de presentación y de interpretación – con la condición esencial de no atentar contra el significado, la autenticidad y la integridad de los valores históricos del Itinerario Cultural, como los elementos esenciales a ser transmitidos a los visitantes.
La visita turística deberá ser racionalmente administrada de acuerdo con estudios previos de impacto ambiental, planes de uso público y participación social, así como con medidas de control y seguimiento destinadas a evitar los impactos negativos del turismo.
La promoción turística de un Itinerario Cultural debe garantizar en todo caso la participación prioritaria de la población local y de empresas turísticas locales y regionales. No deben crearse sistemas de monopolio de grandes empresas transnacionales o de empresas fuertes de los países con mayor desarrollo por los que atraviese el trazado histórico del Itinerario.
Considerando que un Itinerario Cultural es un instrumento de cooperación y entendimiento que nos proporciona una visión integral del encuentro de las culturas y civilizaciones que conforman dicho Itinerario, debemos tener en cuenta que, con independencia de la importancia relativa de sus partes dentro del conjunto, la promoción de desarrollos positivos en cualquiera de ellas incrementa el interés por el Itinerario produciendo un efecto multiplicador y beneficioso para el resto.
5. Gestión
«Comprender el Significado de los Itinerarios Culturales” es el principio fundamental en el que ha de basarse su gestión. Ello implica garantizar el desarrollo armónico de todas las actividades relacionadas con su investigación y valoración, así como con la difusión social de su conocimiento. La gestión de los Itinerarios Culturales requiere también una coordinación transversal que garantice la conjunción de las políticas relativas a su protección, uso y conservación, a la ordenación del territorio, al desarrollo sostenible y al turismo. Por tanto, es preciso elaborar proyectos concertados que aseguren el desarrollo estable a escala nacional –en el marco local, comarcal, provincial, etc. – e internacional, así como planes específicos de gestión que incluyan una protección contra los desastres naturales y todo tipo de riesgos que puedan causar impactos negativos en la autenticidad y la integridad de los valores del Itinerario Cultural y, por tanto, en su significado.
6. Participación pública
La protección, conservación / preservación, promoción y gestión de un Itinerario Cultural requiere del estímulo de la conciencia social y la participación de los habitantes de las áreas concernidas que comprenda el Itinerario.