Historia de Roma
Los Reyes de Roma
Rómulo (753 a. C. – 716 a. C.)
Rómulo, fundador de la ciudad a la que llamó Roma por su nombre, acogió a una multitud de vecinos. Eligió a cien de los más ancianos y los nombró senadores por su vejez. Como él y su pueblo no tenían mujeres, invitaron a los pueblos vecinos al espectáculo y raptaron a sus muchachas.
Numa Pompilio (715 a. C. – 673 a. C.)
Sucede a Rómulo, Numa, al cual recurrieron los romanos por su célebre sentido de la religión. Este enseñó ritos sagrados, ceremonias y todo el culto de los dioses. Creó los pontífices, los augures y los restantes sacerdocios, y distribuyó el año en 12 meses. Finalmente, sometió al feroz pueblo con sentido de la religión y la justicia.
Tarquinio Prisco (616 a. C. – 579 a. C.)
Después, Tarquinio Prisco tomó el reino. Duplicó el número de senadores, construyó el circo de Roma e instituyó los juegos Romanos, que permanecen en nuestra memoria. También venció a los sabinos y entró el primero triunfante en la ciudad. En el trigésimo octavo año de gobierno fue asesinado por los hijos de Anco, su rey, al que él mismo había sucedido.
Servio Tulio (578 a. C. – 535 a. C.)
Información no disponible en el texto original.
Tarquinio el Soberbio (535 a. C. – 509 a. C.)
Pues al haber violado su hijo a la nobilísima y casta Lucrecia, esposa de Colatino, y al haberse lamentado esta de la injuria a su marido, su padre y sus amigos, se mató en presencia de todos. Por esta causa, Brutus levantó al pueblo y le arrebató el poder a Tarquinio. Así, en Roma se reinó por siete reyes durante doscientos cuarenta y tres años.
La República Romana (509 a. C. – 27 a. C.)
Los primeros cónsules
A partir de este momento empezaron los cónsules, dos en lugar de uno, nombrados por esta causa: si uno fuera malo, el otro lo refrenaría. Y se acordó que no tuvieran el poder más de un año. Así pues, fueron en el primer año desde la expulsión de los reyes, cónsules Lucio Junio Bruto y Tarquinio Colatino, marido de Lucrecia.
El espíritu militar romano
Ya en este momento, la juventud, en cuanto era sufridora de guerra, aprendía en el campamento a través del trabajo el uso de la milicia y tenían más deseo en hermosas armas y en caballos militares que en prostitutas y en los banquetes. Así pues, el insólito esfuerzo no es tal como los hombres; ningún lugar es áspero o difícil, los soldados miedosos no son equipados.
Aníbal (247 a. C. – 183 a. C.)
Aníbal era, con diferencia, el primero de la caballería y de la infantería. Iba al combate el primero; trabado el combate, se retiraba el último. A estas grandes virtudes del hombre las igualaban grandes vicios: una crueldad inhumana, una deslealtad más que púnica, ninguna verdad, nada de sagrado, ningún miedo a los dioses, ningún juramento, ninguna religión.
Aníbal, abandonado su hermano Asdrúbal en Hispania, atravesó los Pirineos. Se abrió paso por los Alpes, intransitables todavía en esa parte. Se dice que llevó a Italia 80 mil soldados de infantería, 10 mil jinetes y 37 elefantes. Mientras tanto, muchos ligures y galos se unieron a Aníbal. Sempronio Graco trasladó su ejército desde Sicilia a Rimini.
Viriato (180 a. C. – 139 a. C.)
Viriato fue asesinado por los suyos, al haber movido las Hispanias durante 14 años contra los romanos. Primero fue pastor, luego jefe de ladrones, finalmente incitó a tantos pueblos a la guerra que es considerado libertador de Hispania contra los romanos. Y al pedir sus asesinos la recompensa al cónsul Cepión, se respondió que nunca había agradado a los romanos que los generales fueran asesinados por sus soldados.
Quinto Sertorio (123 a. C. – 72 a. C.)
Siendo Marco Emilio Lépido y Quinto Catulo cónsules, al haber formado el Estado, surgieron nuevas guerras. Pues Sertorio, que había sido del partido de Mario, temiendo la suerte de los demás que habían sido asesinados, incitó a las Hispanias a la guerra. Precisamente en el octavo año fue asesinado por los suyos.
Espartaco (111 a. C. – 71 a. C.)
En efecto, 74 gladiadores, siendo jefes Espartaco, Crixo y Enomao, forzada la escuela de Capua, huyeron. Y vagando por Italia prepararon una guerra casi no más leve que la que Aníbal había promovido. Pues, vencidos al mismo tiempo muchos jefes y dos cónsules de los romanos, reunieron un ejército de más o menos setenta mil hombres armados.
Lucius Catilina (108 a. C. – 62 a. C.)
Lucio Catilina, nacido de noble linaje, fue de gran fuerza no solo de espíritu sino también de cuerpo, pero de carácter malo y depravado. Su cuerpo era sufridor del hambre, del frío y de la vigilia más de lo que es creíble para cualquiera. Su espíritu era audaz, astuto, incierto, simulador y disimulador de cualquier cosa, envidioso de lo ajeno, derrochador de lo suyo, apasionado en sus deseos; tenía bastante elocuencia y poca sabiduría.
Cneo Pompeyo Magno y Marco Licinio Craso
Decididos estos asuntos, la caballería y las tropas auxiliares son exigidas a toda Lusitania por Petreyo, a la Celtiberia, los cántabros y a todos los bárbaros que se extienden hacia el océano son exigidos por Afranio. Reunidos estos, Petreyo llega rápidamente hacia Afranio y deciden en común acuerdo hacer la guerra junto a Lérida por la ventaja del mismo.
Julio César (100 a. C. – 44 a. C.)
Sucede también una desgracia imprevista. En efecto, se levanta una tormenta tan grande que nunca había existido mayores aguas en aquellos lugares. Entonces, arrastró las nieves de todas las montañas y rebasó las riberas más altas del río y destruyó en un día los dos puentes que Cayo Fabio había hecho. Esta circunstancia causó grandes dificultades al ejército de César.
Entretanto, los oscenses y calagurritanos, que estaban unidos con los oscenses, envían legados a este y prometen que ellos van a hacer las órdenes. Los tarraconenses, jacetanos, ausetanos y pocos días después los ilurgavonenses, que limitan con el río Ebro, persiguen a estos. Pide a todos estos que le ayuden con el trigo.
Por ello, César, finalizadas las guerras civiles por todo el orbe, regresó a Roma. Comenzó a actuar insolemnemente y en contra de la costumbre de la libertad romana. Al hacer cosas casi tiránicas, se conspiró contra él por 60 o incluso más senadores y caballeros romanos. Así pues, César, al haber acudido a la curia entre otros el día del senado, fue atravesado por 23 puñaladas.
El Imperio Romano (27 a. C. – 476 d. C.)
Augusto (63 a. C. – 14 d. C.)
Rechazada la hermana de Octavio, Antonio tomó como esposa a Cleopatra, reina de Egipto. Fue vencido por Augusto en la lucha naval, famosa e ilustre junto a Accio, lugar que está en Egipto. De esta huyó a Egipto y por su situación desesperada, al pasarse a Augusto, él mismo se suicidó. Cleopatra se acercó un áspid y fue asesinada por el veneno de este.
Los escitas y los indios, para quienes antes el nombre de los romanos había sido desconocido, enviaron regalos y legados hacia él. Además, estuvo junto a los bárbaros con tanto amor que los reyes, amigos del pueblo romano, fundaban en su honor las ciudades que llamaban Cesáreas, como en Mauritania por el rey Juba y en Palestina.
Tiberio (42 a. C. – 37 d. C.)
Tiberio administró el imperio con gran estupidez, con rigurosa crueldad, malvada avaricia e indecente conjura. Pues él mismo no combatió en ninguna ocasión, llevó a cabo las guerras a través de sus legados. En el vigésimo tercer año de gobierno, en su septuagésimo octavo año de vida, este murió en Campania con gran satisfacción de todos.
Calígula (12 d. C. – 41 d. C.)
Sucedió a este Calígula, muy malvado y muy desgraciado, y quien incluso llegó a excusar los actos deshonrados de Tiberio. Emprendió la guerra contra los germanos y habiendo entrado en el territorio de los suevos, no hizo nada activamente. Llevó a cabo el incesto con sus hermanas. Incluso conoció a la hija de una. Al enfurecerse contra todos por su enorme avaricia, lascivia y crueldad, fue asesinado en el palacio en su vigésimo noveno año de vida.
Claudio (10 a. C. – 54 d. C.)
Después de este, fue Claudio, tío paterno de Calígula. Este gobernó con mediocridad, llevado a cabo muchas cosas tranquilas y moderadamente algunas con crueldad y estupidez. Llevó a la guerra a Britania, a la cual ninguno de los romanos había llegado después de Julio César, y sometida esta por Sencio y Anco, ilustres y nobles varones, consiguió un célebre triunfo.
Nerón (37 d. C. – 68 d. C.)
Sucede a este Nerón, quien no solo degradó el imperio romano sino también lo debilitó. Asesinó a la gran parte del senado, fue enemigo para los hombres de bien. Finalmente, se prostituyó con tanta deshonra que no solo bailaba sino también cantaba en escena con vestimenta de tocados de cítara o de actor trágico. Incendió la ciudad de Roma para contemplar la imagen de ese espectáculo tal como en otro tiempo había ardido Troya una vez capturada.
Trajano (53 d. C. – 117 d. C.)
A este le sucedió Ulpio Trajano, nacido en Itálica, en Hispania, de una familia más antigua que ilustre. Amplió a lo largo y ancho las fronteras del imperio romano, que después de Augusto, había sido más defendido que ampliado. Reconstruyó ciudades más allá del Rin, vencido a Decebalo sometió a la Dacia. Se formó una provincia en estos territorios más allá del Danubio.
Se ha conservado tan gran recuerdo de este que hasta nuestro tiempo no se aclama de otro modo en el senado a los príncipes sino (diciendo) más afortunado que Augusto, mejor que Trajano. Hasta tal punto prevaleció en él la fama de su bondad que ofrece la ocasión de ser el más destacado ejemplo para los aduladores o para los que alaban sinceramente.