Historia del Teatro Español Tras la Guerra Civil


Tras la Guerra Civil, la situación del teatro se puede calificar de catastrófica. Se convierte en un arma de propaganda ideológica del régimen y también en un modo de evasión durante los primeros años cuarenta. El gobierno franquista ejerció una severa censura, que influyó de manera muy negativa en la propia creación dramática. Además, la grave situación económica hacía que sólo los poderosos pudieran acudir al teatro. A esta situación habrá que añadir la muerte de los grandes autores teatrales que estrenaban antes de la contienda: Lorca, Valle-Inclán o Unamuno.

Años Cuarenta

Durante los años inmediatamente posteriores a la guerra civil, tenemos un teatro en el exilio. Entre ellos destaca Max Aub con su sentido documental y la estética realista y, sobre todo, Alejandro Casona, con su eterno conflicto entre la realidad y la fantasía mediante símbolos en obras como La dama del alba. Dentro de nuestras fronteras, el panorama de los años cuarenta está protagonizado por dos formas de teatro bastante distintas:

a) Alta comedia o comedia burguesa

De influencia benaventina. Son obras bien construidas con una mezcla de intriga y sentimentalidad muy del gusto del público, pues defienden los valores tradicionales, en escenarios domésticos y temática repetitiva: celos, infidelidades, etc. Destacan con gran éxito de público los Entremeses de los hermanos Álvarez Quintero, José María Pemán (El divino impaciente) o Joaquín Calvo Sotelo (La plaza de Oriente).

b) Teatro de humor

Su máximo representante es Enrique Jardiel Poncela, que alejado de los escenarios realistas encuentra en las situaciones disparatadas y cómicas un cauce de expresión moderna y de renovación teatral. Éxitos destacables suyos son Eloísa está debajo de un almendro y Cuatro corazones con freno y marcha atrás.

Pero quizá es Miguel Mihura, el que mejor represente el humor absurdo y algo existencialista. En su mejor obra, Tres sombreros de copa, plantea el conflicto universal del hombre: vivir conforme a lo que le conviene o conforme a sus deseos. En esta obra anticipa el teatro del absurdo, aportando la transgresión en las situaciones y en el lenguaje, que parecen disparatados.

Años Cincuenta

a) Posibilismo

Crítica indirecta mediante alegorías, símbolos o alusiones para que llegue a una mayor cantidad de público y sean representadas. Su autor más importante es Antonio Buero Vallejo, quien irrumpe en el panorama teatral en 1949 con Historia de una escalera, donde plantea con pesimismo la imposibilidad del hombre llano de prosperar y salir de su pobreza. Su obra pasa por tres etapas:

  • Teatro existencial, durante los años cincuenta (Historia de una escalera; Las cartas boca abajo; En la ardiente oscuridad).
  • Teatro de crítica social, hasta 1970: Un soñador para un pueblo; El tragaluz.
  • Teatro de pretensión experimental, con obras como La fundación o La detonación.

Sus temas recurrentes son la libertad, la justicia y la verdad. Suele ahondar en aspectos de la naturaleza humana: soledad, felicidad, amor, libertad… Se trata de un teatro alegórico, donde los problemas de los personajes adquieren dimensión genérica: representan los del hombre moderno.

b) Teatro de agitación social

Su creador y máximo representante es Alfonso Sastre. Es un teatro de crítica social directa y libre, expuesto a la censura franquista. Así, su teatro inicial se centra en las consecuencias del poder injusto sobre los individuos, como se aprecia en Escuadra hacia la muerte (1952). Posteriormente desarrollaría unas obras a las que él denominaba tragedias complejas como La taberna fantástica. En ellas aparecen elementos trágicos y grotescos, con objeto de mostrar lo absurdo de la realidad y crear una conciencia crítica mediante el humor.

En la vertiente cómica de esta generación, encontramos al exitoso Alfonso Paso con Usted puede ser el asesino.

Años Sesenta y Setenta

Durante esta década, continúan los estrenos de obras de carácter realista y disfrutamos de autores, como Lauro Olmo (La camisa), José María Rodríguez Méndez (Los inocentes de la Moncloa), pero sobre todo, Antonio Gala (Anillos para una dama), quien acapara las salas teatrales de estas dos décadas.

Pero desde los años cincuenta, con muchas dificultades para estrenar y siempre en un cauce minoritario, se desarrollará el teatro experimental. Entienden el teatro como un espectáculo total donde el texto es solo un elemento más junto a la importancia de los efectos especiales, la escenografía, el vestuario y maquillaje.

Elementos surrealistas, lenguaje ingenuo e infantil y ruptura de la lógica definen el teatro de Fernando Arrabal. Sobresalen El triciclo y Pic-Nic, un teatro del absurdo ingenuo y el teatro pánico, que persigue la provocación (Una cabra sobre una nube). Por su parte, la obra de Francisco Nieva, transgresor e irónico, constituye una crítica a la Iglesia y a la moral a través de su “teatro furioso” con títulos como Pelo de tormenta y La señora tártara.

Conclusión

Con la llegada de la democracia, el panorama actual del teatro se vuelve bastante heterogéneo. Existe, por un lado, un circuito comercial que se identifica con el teatro de humor y los dramas costumbristas, más bien poco valorado. A su vez, hay una sólida red de teatro institucional con obras clásicas y contemporáneas. En general se aprecia un retroceso del teatro experimental. Algunos autores que estrenan desde los años ochenta regularmente y con éxito son José Luis Alonso de Santos (Bajarse al moro), José Sanchís Sinisterra (¡Ay, Carmela!), Fernando Fernán Gómez (Las bicicletas son para el verano) o más recientemente Fermín Cabal (Esta noche gran velada).

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