El teatro es el género más afectado negativamente por la Guerra Civil: han muerto los grandes renovadores (Valle-Inclán y Lorca) y se imponen mayores restricciones de posguerra que en otros géneros por su necesidad de ser representado en público. Durante el régimen franquista diferentes tendencias reflejan la evolución política e intelectual del país: teatro del exilio, conservador, de humor, realista, experimental y vanguardista. Con la democracia se estrena de todo según dos tendencias: la neorrealista y la neovanguardista.
Teatro de posguerra
Los autores del teatro en el exilio no podrán ver sus obras representadas en España hasta finales de los 60. Destacan Rafael Alberti tanto con un teatro político (Noche de guerra en el Museo del Prado) como poético (El trébol florido). Max Aub escribe contra el antisemitismo europeo (A la deriva) y la vida de los desterrados (El puerto). Alejandro Casona compone el llamado teatro de evasión (La dama del alba). Pedro Salinas apuesta por una estructura sencilla, poca acción dramática y humanismo (Judit y el tirano).
Hasta los años 50 predomina un teatro conservador que pretende entretener y moralizar. Se cultiva la alta comedia benaventina, el sainete costumbrista y el drama burgués. La crítica de las costumbres es muy superficial y nunca hiere al espectador con títulos como ¿Dónde vas, Alfonso XII? Y la continuación ¿Dónde vas, triste de ti? de Juan Ignacio Luca de Tena. Si se abordan temas escabrosos para la época se hace desde fuera y así José María Pemán habla del adulterio (La verdad) o de la discriminación de un diplomático casado con una republicana (Callados como muertos) o Joaquín Calvo Sotelo refleja, pero no critica, los abusos de poder y el catolicismo superficial en La muralla.
Cierta innovación representa el teatro del humor sin acidez y bienpensante de Jardiel Poncela, cuyo teatro de lo inverosímil fue muy criticado; destaca con Eloísa está debajo de un almendro. Miguel Mihura escribe Tres sombreros de copa, considerada una joya del teatro del absurdo.
El teatro del compromiso (realista) surge a finales de los 40 con Historia de una escalera (1949) de Antonio Buero Vallejo que supone una síntesis entre Realismo y simbolismo. Este autor es posibilista, centrando la importancia de su obra en que sea estrenada. Por su parte, Alfonso Sastre es imposibilista -considera más urgente escribir que estrenar- y trata de mover conciencias con Escuadra hacia la muerte. El teatro realista cristaliza en los 60 con autores como Lauro Olmo (La camisa); José María Rodríguez Méndez (Los inocentes de la Moncloa, o Carlos Muñiz.
A finales de los años 60, se desarrolla el teatro vanguardista con dos tendencias. En la tendencia experimental, Francisco Nieva, incluye erotismo, absurdo y técnicas cinematográficas y surrealistas (Pelo de tormenta; Sombra y quimera de Larra). Fernando Arrabal se exilia voluntariamente a Francia para dar rienda suelta a su creatividad y escribe un teatro absurdo, después teatro pánico (mezcla de lo absurdo con lo cruel) sobre política, religión y sexualidad (Pic-nic; El cementerio de automóviles; El Arquitecto y el emperador de Asiria). En la tendencia simbolista apuesta por un simbolismo universal, provocador, vanguardista y pesimista incluyendo simbología animal. Con frecuencia se presenta el tema del poder opresor con autores como José Ruibal (La máquina de pedir), Miguel Romero Esteo (Pontifical)
Desde finales de los 70 surge el teatro independiente, menos comercial que, sin dejar de ser crítico, busca nuevas formas de expresión a nivel textual y escénico. Hacia fines de los 70 se impuso el teatro de calle, el de objetos, con más espectáculo que texto. La temática coincide con la de la posmodernidad. Surgen grupos que se profesionalizan entre los que podemos destacar Los Goliardos, La Fura dels Baus.
En la democracia, confluyen todas las tendencias. Hay un teatro alternativo, que o no se representa o lo hace en salas pequeñas. Además, se funda en 1983 la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Se adaptan novelas conocidas (Cinco horas con Mario, de Delibes) y surgen nuevos autores-actores: Fernando Fernán Gómez (Las bicicletas son para el verano) o se recupera a los exiliados (Alberti, Arrabal) y olvidados (Lorca, Valle-Inclán). Los realistas consagrados siguen teniendo éxito: Alfonso Sastre (La taberna fantástica) o Antonio Gala (Petra Regalada). También mantiene su éxito la comedia burguesa.
En nuestro días, no hay novedades significativas, salvo que el texto se revaloriza y se produce un boom inusitado del género musical. Hay dos líneas diferenciadas: la realista (teatro asunto) y la vanguardista (teatro imagen). Los neorrealistas proceden del teatro independiente y ambientan sus obras tanto en el presente como en el pasado histórico: Fermín Cabal (Caballito del diablo); Ignacio Amestoy (De Jerusalén a Jericó) y José Sanchís Sinisterra (¡Ay, Carmela!;Terror y miseria en el primer franquismo y Flechas del ángel del olvido). Las últimas promociones también recrean el pasado: Ernesto Caballero (En la roca); hablan de la ‘guerra de sexos’: Paloma Pedrero (La llamada de Lauren; Loca de amor); Carmen Resino (Los eróticos sueños de Isabel Tudor); J. L. Alonso de Santos (Cuadros de amor y humor, al fresco) y expresan el fracaso y desencanto contemporáneos: Juan Mayorga (La paz perpetua); Antonio Álamo (Cantando bajo las balas). Los neovanguardistas hacen montajes espectáculo, por ejemplo, La Fura dels Baus.
La lírica española de los primeros años de posguerra no puede entenderse sin tener en cuenta la situación histórico-política y social del momento. Tras la Guerra Civil, la sociedad española queda dividida en dos bandos, el de los vencedores y el de los vencidos y la brecha que los separa afectará de forma muy particular al ámbito cultural. El exilio exterior de buena parte de los escritores vivos, afines a la República como los malagueños Emilio Prados y Manuel Altolaguirre. El asesinato de Federico García Lorca y el encarcelamiento del joven Miguel Hernández dejarán apenas sin modelos a las nuevas generaciones poéticas y la producción lírica de aquellos que se quedan en el llamado exilio interior deberá esquivar la fuerte presión de la censura.
Poesía del exilio. El tema recurrente de los poetas exiliados es el de la patria dejada atrás: una patria ocupada por el bando vencedor hacia la que, en un primer momento, se siente rechazo. Con el tiempo, esta visión se va matizando y va surgiendo un sentimiento de añoranza de una tierra donde los poetas vivieron su infancia y juventud.
Década de los 40: La poesía testimonial. La producción lírica de los poetas que se quedan en España girará, principalmente, en torno a las revistas literarias.
– La revista Garcilaso agrupará a los escritores afines al régimen oficial, la llamada «juventud creadora» (Luis Rosales, Leopoldo Panero o Luis Felipe de Vivanco, entre otros) que practicará lo que Dámaso Alonso llamó poesía arraigada: una poesía que presentaba un mundo coherente, ordenado y sereno, inclinada hacia temas como Dios, la patria y la familia y formalmente caracterizada por una perfección de corte clásico.
– Como contrapunto a Garcilaso nace en León la revista Espadaña, que reúne a los poetas contrarios al régimen cuya visión del mundo está marcada por el pesimismo ante el caos y la injusticia. Se trata de una poesía desarraigada, la de aquellos para quienes «el mundo nos es un caos, una angustia y la poesía una frenética búsqueda de ordenación y de ancla» (en palabras de Dámaso Alonso). Se trataba de una poesía de corte existencialista y de tono trágico, más preocupada por indagar en las causas del sufrimiento humano que por los primores estéticos y La religiosidad, también presente. Sin duda, en el año 1944 con la publicación de Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre e Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, se alcanza el esplendor.
Década de los 50: La poesía social. El tono individualista de la lírica anterior irá dejando paso a una poesía concebida como comunicación, en la que el poeta se erigirá portavoz del sufrimiento colectivo. De la poesía de indagación del dolor humano se pasa a la poesía de denuncia directa de los males sociales: es lo que se conoce como poesía social, una poesía que debe tomar partido ante los problemas del mundo y ser instrumento de cambio político y social, para lo cual es necesario un lenguaje sencillo y directo con el que llegar a la inmensa mayoría. Seguirá la estela de poetas como Miguel Hernández o Antonio Machado.
Son poetas importantes de esta tendencia Gabriel Celaya (Cantos Íberos) y Blas de Otero.
La obra de Blas de Otero tiene como núcleo la angustia existencial y la búsqueda de una respuesta para combatir el dolor. Sus obras más conocidas son Ángel fieramente humano y Redoble de conciencia. En 1952, año importante en la biografía y escritura de Otero, con la venta de casi toda su biblioteca se sufraga un viaje a París. Tras largos diálogos con Jorge Semprún, ingresa en el Partido Comunista de España. Mantendrá la militancia durante el resto de su vida. El poeta que gritaba en vano a la divinidad encuentra cierto alivio en las explicaciones marxistas. Nos comunica su lema en un verso: “Definitivamente, cantaré para el hombre”. Posteriormente publica Pido la paz y la palabra que representa un cambio drástico en su literatura. Otero abandona su agónico deseo de liberación individual y las preguntas religiosas. Elige participar en la actividad política. Convertido en modelo de poeta social, frecuenta a Gabriel Celaya, Jorge Oteiza, los hermanos Goytisolo, Jaime Gil de Biedma, Claudio Rodríguez o Agustín García Calvo.
Década de los 60: La poesía del conocimiento o literatura experimental. Desengañados por la imposibilidad de llegar a esa inmensa mayoría, muchos poetas irán abandonando los preceptos de la llamada poesía social a la que se acusaba de haber caído en el panfleto y de convertir la literatura en un medio de cambio político, devaluando así su condición artística. Algunos autores de este grupo son: Jaime Gil de Biedma (Moralidades), José Agustín Goytisolo (Palabras para Julia), José Manuel Caballero Bonald (Las adivinaciones); además, el asturiano Ángel González (Áspero mundo) y el gallego José Ángel Valente (Poemas a Lázaro). Su poesía se caracteriza por
Una visión algo más distanciada que sus mayores en lo que se refiere a la Guerra Civil y, sin la urgencia de lo útil que éstos acusaban -pero sin olvidar al mismo tiempo el compromiso cívico y humano-
Serán los responsables de elevar la calidad artística de este género literario.
La poesía pasará, así, de considerarse forma de comunicación a entenderse como una forma conocimiento del mundo que nos rodea.
El retorno de los temas íntimos: la evocación de la infancia, la familia y, sobre todo, la recuperación de temas como la amistad, el amor o el erotismo (con presencia de la homosexualidad).
Estilísticamente, se rechaza tanto el patetismo «desarraigado» como el prosaísmo de los poetas sociales y se busca un estilo aparentemente coloquial y conversacional no exento de ironía.
EL Imperio COLONIAL ESPAÑOL ANTES DEL 98 |
Durante el s. XVIII, los territorios de ultramar dio lugar a una etapa próspera con la reactivación del comercio y explotación de las plantaciones coloniales con esclavos, propiciando la aparición de un grupo burgués criollo, con ideas de emancipación e independencia. La Guerra de la Independencia española (1808-1814), trajo incertidumbre sobre la autoridad efectiva que gobernaba España. Ante la ausencia de dicha autoridad y el cautiverio de Fernando VIl, los criollos no aceptaron las órdenes de José I Bonaparte y crearon Juntas que asumieron el poder de esos territorios, En 1810 muchas regiones se declaran autónomas. Las Cortes de Cádiz fueron incapaces de intervenir en el movimiento independentista y en 1814, Fernando VIl niega la legitimidad de las Juntas. Responde con el ejército y pacífica Nueva Granada y México. Paraguay y Argentina son ya independientes. Poco a poco se independizaron las colonias: Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, México, Panamá, Perú y Venezuela. Los ejércitos insurrectos (libertadores) derrotaron a las tropas españolas (realistas) en la batalla de Ayacucho de 1824. Estados Unidos fuerza la compra de Florida por cinco millones de dólares en 1821. Además, Estados Unidos anexa a su territorio Texas y se une a su territorio México. Solo permanecen españolas Cuba, Puerto Rico y Filipinas (perdidas en 1898).
ANTECEDENTES DE LA CRISIS 1898 |
El 10 de Octubre 1868 un grupo de hacendados liderado por Céspedes proclamó la libertad e independencia de Cuba. El primer encuentro armado con los españoles (Grito de Yara), dio comienzo a la guerra de los Diez Años, hasta que el general Martínez Campos y el general insurrecto Vicente García firmaron la Paz de Zanjón. Los cubanos esperaban reformas, pero ninguna fue aceptada debido a la oposición de grandes propietarios, negreros y comerciantes peninsulares, dando lugar a una nueva insurrección, la Guerra Chiquita que supuso la derrota cubana. Se crearon en Cuba dos grandes partidos: Partido Autonomista (mayoría cubana): pedía autonomía para la isla y reformas políticas y económicas sin llegar a la independencia. Constitucional (partido españolista). Aunque Sagasta intentó introducir mejoras en la isla en 1888 (abolición de la esclavitud y proyecto de reforma), no prosperaron debido a los intereses económicos españoles, por lo que estimuló los deseos de emancipación y el independentismo. En 1892 (Cánovas), se elevan las tarifas arancelarias para productos Importados a la isla, lo cual perjudica a Estados Unidos, por lo que el presidente norteamericano William McKinley amenazó con cerrar las puertas al mercado si el gobierno español no modifica su política arancelaria. En 1893 José Martí funda el Partido Revolucionario Cubano, con el objetivo de lograr la independencia, consiguiendo el apoyo exterior, especialmente de EEUU, infundiendo temor al gobierno español
DESASTRE DEL 98 |
El 24 de Febrero de 1895 estalló la Guerra de la Independencia en Cuba con el Grito de Baire. El desastre se desencadena durante la regencia de M° Cristina de Habsburgo con Sagasta como presidente del gobierno, pero tras las elecciones, Cánovas accede de nuevo al poder. La rebelión comienza en Santiago de Cuba, extendíéndose rápidamente y Cánovas envía un ejército al mando del general Martínez Campos, que no consigue controlar la rebelión por medio de pactos.
Se enfrenta a una guerra de guerrillas. En la península se vive una euforia nacionalista, miles de soldados parten a la isla, los más pobres que no podían pagar el precio que costaba librarse del servicio militar (1500 pesetas).
Martínez Campos es sustituido por el general Valeriano Weyler, que inicia una fuerte represión, para ganar lo antes posible la guerra ante el temor de una intervención de EEUU, recluyendo campesinos en campos de concentración para que no hubiera contacto con los combatientes, donde murieron unos cien mil cubanos. La prensa de EEUU describíó a Weyler como un militar sanguinario. Weyler trató duramente a los rebeldes y a la población civil. Además, reforzó las trochas para dividir la isla en cuatro y así aislar las rebeliones parciales e impedir la comunicación entre ellas. La guerra no era favorable a los soldados españoles, ya que se desarrollaba en plena selva y no estaban entrenados. Muchos de ellos murieron debido al mal aprovisionamiento y las enfermedades tropicales.
En 1897 asesinan a Cánovas. El nuevo gobierno liberal destituyó a Weyler y encargó al general Blanco, que inició una estrategia de conciliación: buscan un pacto para no entrar en guerra con EEUU, declarándose el sufragio universal masculino, igualdad de derechos entre insulares y peninsulares y autonomía arancelaria. EEUU realizó distintas proposiciones de compra por Cuba, siempre rechazadas por España. En 1895, Mckinley envió armas por vía marítima a los insurrectos. Maine, un acorazado de EEUU que estalló en el puerto de la Habana en Abril 1898. EEUU culpó falsamente a agentes españoles, ofreciendo recompensa al que encontrase al español autor de los hechos (explosión del Maine fue un accidente) y envía a España un ultimátum donde exige la retirada de Cuba, acordando:
Cuba es y debe ser libre e independiente.
El gobierno español debe retirar sus fuerzas.
Se autoriza a Estados Unidos para llevar a efecto estos acuerdos,
Pero España negó cualquier vinculación con el Maine y rechazó el ultimátum, amenazando con declarar la guerra en caso de invasión de la isla. Comienza la guerra hispano-americana.
Una escuadra comandada por el almirante Cervera parte hacia Cuba, pero es derrotada en la batalla de Santiago. Se firma la Paz de París (1898) en la que España abandona Cuba (pasa a ser protectorado de EEUU), Puerto Rico y Filipinas
FILIPINAS |
En 1896 comienza la rebelión en las Islas Filipinas, donde la presencia militar es más débil. El independentismo fraguó en la Liga Filipina (Rizal 1892) y la organización clandestina Katipunan, con apoyo de la burguésía mestiza y grupos indígenas. La insurrección se extendíó y el capitán general Polavieja llevó a cabo una política represiva.
Con el nuevo gobierno liberal en 1897, se nombró capitán general a Primo de Rivera, que consiguió una pacificación momentánea. EEUU derrotó a la escuadra española en Filipinas en la batalla de Cavite.
CONSECUENCIAS |
El concepto «desastre» es tomado del almirante Montojo, que comandaba en Filipinas. Supuso un duro golpe con el Tratado de París, ya que España al perder sus últimas colonias pasaba a ser una potencia de segundo orden.
Tras esta catástrofe, la sociedad española vivíó una crisis moral e Ideológica, pues se ha destruido el mito del Imperio español: el Imperio donde «nunca se ponía el sol». Esto afectó también a las exportaciones textiles catalanas y a la importación de materias primas baratas.
Se produce una profunda crisis de conciencia. Hubo una reacción intelectual: los españoles se dieron cuenta de que era una nacíón insignificante, internacionalmente pobre y atrasada económica y políticamente, dominada por el caciquismo.
Aparece la Generación del 98 que critica los males de la oligarquía y el caciquismo. Aparece el regeneracionismo; con Joaquín Costa (lema: «escuela y despensa»), que quería mejorar la educación y cultura del país. En 1900 el 60% de la población era analfabeta. Se lleva a cabo una importante reforma de Hacienda, Fernández Villaverde incrementa la recaudación para hacer frente a las deudas mediante mejoras de la economía y educación