Nihilismo
Estado de pesimismo, de desorientación, de duda en el que se encuentra la civilización occidental motivado por la muerte de Dios y la desintegración de los valores que se consideraban importantes.
Dionisíaco/Apolíneo
Conceptos que Nietzsche contrapone como facetas opuestas del espíritu humano. Con el concepto apolíneo hace referencia al componente armónico, luminoso y sereno del espíritu griego, en oposición a la figura de Dionisos que muestra la embriaguez, el entusiasmo y el desenfreno pasional. El espíritu dionisíaco impulsa a gozar de la vida, de la sensualidad y del placer carnal. El espíritu apolíneo, por el contrario, nos lleva a una vida racional y ordenada, armónica y equilibrada.
Transmutación de valores
Es la propuesta nietzscheana de hacer una inversión de los valores que hasta ahora se consideraban supremos sustituyéndolos por valores dionisíacos que afirman una vida “ascendente”, en la que predominan la pasión, la intensidad y el valor.
Inocencia del devenir
Con esta expresión, Nietzsche pretende hacer una defensa a ultranza del cambio y del movimiento frente a los intentos racionalistas y metafísicos de darle una connotación absolutamente negativa
Pedro Lezcano Montalvo nacíó en Madrid en el año 1920. A los nueve años, se mudó junto a su familia a la isla de Gran Canaria. Inicia sus estudios en el instituto Pérez Galdós, donde consiguió ganar su primer premio literario escolar con el poema
Canción de Castilla. Siempre tuvo buena relación con pintores bastante prestigiosos como Miró Mainou y Felo Monzón, los cuales eran artistas muy valorados en dicha época. Pero a Lezcano no solo le gustaba el dibujo, sino que también se vio atraído por el ajedrez en el momento que su padre viajó a Barcelona y, nunca iba a alejarse de este deporte, incluso llegó a escribir un pequeño libro, Cartilla de ajedrez, en el que se explicaba a los más jóvenes las reglas necesarias para poder jugar. Pedro Lezcano comienza a escribir sus primeros versos y poemas durante el periodo de la Guerra Civil Española. Realizó las carreras de Filosofía y Letras en La Laguna (Tenerife) y Madrid pero, decidíó dejar su tesis e incorporarse rápidamente como impresor y editor.
Durante los años universitarios que pasó en la ciudad de Madrid, hizo varias amistades con otros literarios de alto prestigio como Eugenio de Nora, Dámaso Alonso y Cela.
Tras terminar sus estudios en la capital de España, Pedro Lezcano volvíó a las islas y desde ese instante, sus obras han tenido bastante relación con el mar. Se casó con Carmen Jaén y comenzó a vivir cerca de la playa de las Canteras.
Pedro Lezcano no solo destacó en la poesía, también tenía buenas sensaciones en la narración, de ahí que escribiera varios libros importantes como el cuento El pescador en el año 1964, el cual, fue ilustrado por él mismo.
Hubo varias ocasiones en las que la policía secreta entró en el establecimiento de imprenta del que era duelo Lezcano e inspecciónó sobre la posible existencia de octavillas antifranquistas, es decir, papeles del tamaño de la mitad de una cuartilla y en los cuales se escribía en contra del sistema del gobierno de esta época. Este dato era falso, debido a que Pedro Lezcano, en su momento, no era simpatizante de ningún partido político. Todo esto se debíó a su poema Consejo de Paz, donde habla de las injusticias de la sociedad y hace una crítica al militarismo del país. Tiempo más tarde, cerca de los años 80, desempeña su faceta de político en distintos partidos de izquierdas hasta que, en 1991 consiguió llegar a la Presidencia del Cabildo de Gran Canaria, procedente del partido ICAN.
Finalmente, Pedro Lezcano muere en la isla de Gran Canaria en el año 2002 dejando una gran huella en nuestra literatura y sobre todo, en el mar, fuente a la que debe gran parte de sus versos.
La Chabola, es una obra que nos invita a compartir la cena de la familia de Juan, un pescador del arte del chinchorro que habita en una infravivienda. En esta además se nos ofrece con ello un sombrío testimonio del que se sospecha sea el día a día de esta familia trabajadora.
Al pequeño cuento de Pedro Lezcano se le puede considerar que tiene una temática referida a la estampa cotidiana de la pobreza de una familia de la clase trabajadora. A nivel formal, y por su temática local y social, este relato se acerca a la pintura de costumbres. Además, por su planteamiento y la manera peculiar que tiene el autor para describir tanto el ambiente, como los personajes, hace que el cuento se acerque a una verdadera escena teatral.
Es una narración breve pero pese a ello aparecen un cierto número de personajes. En primer lugar el protagonista llamado Juan, en segundo lugar, y como personajes secundarios tenemos a la abuela Juanita, la esposa María y los hijos. También encontramos como antagonista a un misterioso extranjero. El narrador es omnisciente en tercera persona ya que todo lo conoce o sabe.
Podemos situar la escena en la época en la que se llevaban a cabo misiones espaciales de seguimiento y apoyo al Apolo en la estación de Maspalomas (por ello la presencia del personaje extranjero). Y, parece tener lugar en Canarias por el lenguaje empleado, además de otros elementos como la gastronomía: “gofio”, “papas”.
Dentro de la simbología que se presenta en el texto podemos encontrar el nombre de “Juanitita”, este expresa la vejez de la anciana a causa de su desarrollo de “Juanona” al que posee ahora, lo que muestra su deterioro. Además encontramos el elemento principal, la chabola, con su significado propio de pobreza. Por otro lado, las mareas del pino, que corresponden específicamente a Gran Canaria.
Pedro Lezcano emplea una serie de recursos estilísticos con la finalidad de adornar su obra. Sitúa al comienzo del texto un caso de metáfora: “hermanas celestes”. Más adelante emplea la hipérbole para el color rojizo de las estrellas “estrellas marinas color sangre”. Por otro lado, durante la explicación del nombre menguante de la abuela, aparece un asíndeton “A juanitita la llamaban juanona” cuando niña, “juana” siendo mujer hermosa, “juanita” al enviudar ya entrada en años, y ahora, la llaman “juanitita”. Como si su nombre, menguante año tras año, no fuese el de ella misma, sino el de su futuro cada vez más chico”. Y por último, una personificación “como sus hermanas palidecerán” y un paralelismo dispuesto en “que Pepa…, que justo…”.
Durante el transcurso de la obra es destacable el uso de lenguaje coloquial combinado con el irónico, caracterizado por el léxico y expresiones Canarias empleadas, introduciendo aún más la sensación del escenario canario: las mareas del pino, específicas de la isla, volador, carburo, choza, papas, gofio, arrebujar o berrea entre otros
Nos encontramos ante el poema “Me busco y no me encuentro” que pertenece a Marzo Incompleto, una de las obras más conocidas de Josefina de la Torre. Estaautora canaria nacíó en 1907 en Las Palmas de Gran Canaria, en el seno de una familia acomodada y vinculada al mundo artístico, lo que propició que ella sintiera pasión por ese mundo. De esta manera, publicó su primer libro “Versos y estampas” en 1927, por lo que, gracias a ello y a sus buenas relaciones con muchos de los autores de la Generación del 27, Josefina es considerada, entre otras, como perteneciente al grupo de las mujeres de esta generación.
Como era de esperar, Josefina acabó por instalarse en Madrid, en busca de la vida cultural y es ahí donde, a pesar de su carácter polifacético, fue destacada principalmente como escritora.
En cuanto a su producción literaria (poética), observamos que está marcada por un doble vínculo: el primero es la tradición modernista insular (especialmente Saulo Torón) que aparece reflejada en su gusto por la sensorialidad del mundo natural; el segundo, los logros de la vanguardia en la que maduró su voz
Así pues, hemos de esperar al año 1968 para conocer su tercer poemario Marzo incompleto, donde, sin abandonar el tono intimista carácterístico de la autora, plantea, desde otra perspectiva aún más trágica, su reflexión y su itinerario por algunas de las cuestiones universales del pensamiento lírico. De esta manera, el poema “Me busco y no me encuentro” se puede leer casi como un torturado diario interior en el que Josefina de la Torre parte de la niñez y desemboca en su propio funeral.
El tema principal de este poema es la insatisfacción de la poetisa consigo misma. De esta manera, podemos ubicarlo a lo largo de todo su poemario debido a la frustración que siente la autora en relación con su fertilidad, lo que manifiesta lamentándose por no poder desarrollarse como mujer. Josefina de la Torre busca así un sentido a la vida, pero a pesar de sus continuas interrogaciones, no es capaz de encontrar la respuesta que ansía, por lo que se adentra en un camino de tristeza, inseguridad y rebeldía que se justifica por la constante presencia del “no”.
En lo concerniente a la estructura externa, este poema está formado por 13 versos de arte mayor y menor, ya que son alejandrinos y heptasílabos. En estos últimos, situados en el primer y quinto verso, se encierra el tema del poema y se manifiesta la búsqueda personal de una autora desolada que no logra su objetivo (“Me busco y no me encuentro” y “No me encuentro a mí misma”), cautivando así la atención del lector tanto métricamente como desde el punto de vista semántico.
Por otro lado, cabe destacar que se trata de una composición estrófica libre que, debido a la influencia de las vanguardias, lo que manifiesta su tenencia eclética, no se sustenta a ninguna estructura métrica fija. Los cinco primeros versos se asemejan a la lira, pues Josefina de la Torre hace uso del habitual heptasílabo (v. 1 y 5), así como del alejandrino (v. 2-4), a fin de evidenciar su herencia modernista. A partir de ahí, se suceden, hasta el final, solo versos alejandrinos agrupados en pareados.
El eclecticismo de la autora se deja ver además en la preferencia por la regularidad en la medida frente a una mayor libertad en la rima. Es por ello que el poema presenta una rima variante, pudiéndonos encontrar tanto rima consonante en los versos segundo, quinto y duodécimo; como rima asonante en los versos primero, séptimo, octavo, noveno y undécimo o como versos sueltos en los restantes.
Desde el punto de vista del contenido, este poema se divide en dos bloques perfectamente identificables. En el primero de ellos (v. 1-5), la autora expone el tema anteriormente mencionado de una manera íntima, lo que recuerda a Bécquer y a Rosalía de Castro; y en el segundo (v. 6-11), expresa su frustración por no poder ser una mujer creadora de vida. En los dos últimos versos del poema, Josefina de la Torre retoma la idea inicial, es decir, la búsqueda de sí misma, por lo que podemos deducir que se trata de un tipo de estructura circular.
Al tratarse de un relato lírico, se caracteriza por una serie de rasgos comunes a todos los géneros literarios como son, entre otros, su función poética, el carácter connotativo, y el interés estético. A su vez, destaca la carencia de acción, el empleo del verso y el predominio de las figuras literaria. Así pues, se hace especial hincapié en la función emotiva o expresiva, ya que se transmiten sentimientos. Junto a ella, la poética, manifestada por el uso de la versificación y el empleo de recursos estilísticos.
Además, es necesario recalcar la perspectiva subjetiva que presenta la obra, pues el poema gira en torno al “yo” poético a fin de dejar claro la intención de la autora de describir su tortura interior. Al tratarse de un género lírico, Josefina evoca los estados del alma, razón por la cual el poema presenta una estética muy cuidada en la que abundan los recursos estilísticos. Destaca así la antítesis situada tanto en el primer como en el quinto verso, que expresa la idea central de la obra que nos ocupa. Diversas metáforas distribuidas a lo largo del poema que giran en torno al dolor, la angustia, el desasosiego y el misterio: “oscuras paredes” y “sordas paredes” refiriéndose al vientre inerte de la poetisa; “No pude ser tierra, ni esencia, ni armónía, que son fruto, sonido, creación, universo”, versos que reflejan su ansia de ser madre, y explican su sentimiento de insatisfacción personal. Se observa en ellos, a su vez, una enumeración polisindética- polisíndeton- (tierra, ni esencia, ni armónía) que se corresponde con otra enumeración, ahora asindética- asíndeton- (fruto, sonido, creación, universo). Observamos un símil “ahora voy como dormida en las tinieblas” para remarcar su frustración y sus defectos. Por otro lado, la aliteración de la consonante r dota de especial sonoridad en los versos iniciales. Asimismo, podemos ubicar un encabalgamiento en el décimo y undécimo verso cuya intención es causar un ritmo lento favoreciendo el sentido del poema. Frecuentes son también las anáforas: “y”, ”no”, recurso que le permite recalcar su sensación de confusión, y de completa incertidumbre.
El tono de la obra es enigmático y el uso de alejandrinos hace pensar que la autora está más cerca de la prosa que del verso. Además, la memoria cobrará bastante importancia, especialmente durante su infancia y adolescencia isleña, así como el uso de un léxico sencillo con alto valor connotativo para expresar sus sentimientos más profundos. Para ello, la autora utiliza una serie de sustantivos abstractos como “incertidumbre”, “esencia” o “armónía”, que acentúan el desasosiego de su mundo interior. Estos sustantivos los podemos clasificar en dos campos semánticos: el que hace referencia a la noche como “tinieblas”, “sombras”, “vacío”, etc., y el de la creación, que lo localizamos en palabras como “universo”, “tierra” y “fruto”. Por otro lado, los adjetivos, mayoritariamente explicativos, son usados como epítetos (“oscuras paredes”, “torpe vacío” o “sordas paredes”) que aportan sugerentes connotaciones de soledad, frustración y tristeza.
Con respecto al tiempo verbal empleado destaca el uso del presente de indicativo (“me busco”, “rondo”, “interrogo”…), que se ubican en un sutil crescendo (ascenso) en intensidad. De esta forma, los verbos principales son “busco” y “encuentro” que estructuran todo el poema. En el ya mencionado segundo bloque de esta obra abunda el uso de gerundios (“tanteando” o “esperando”) para remarcar esa tristeza que siente la autora y que nunca finaliza. A su vez, es importante destacar el pretérito perfecto simple como el verbo «pude´´ encontrado en el octavo verso que implica la posibilidad personal anhelada que nunca se cumplíó, es decir, hace referencia a su maternidad frustrada. Para reflejar el carácter intimista que nos aporta el uso del “yo” poético, la autora utiliza la primera persona del singular (“busco”, “voy” o “encuentro”), así como oraciones tanto afirmativas como negativas.
Este poema, altamente literario, es un magnífico ejemplo de lo que significó para las letras hispánicas la figura de la canaria Josefina de la Torre.
Marzo incompleto marca así un momento especialmente dramático en la vida de la autora, al mismo tiempo que rompe con el tradicional tono de sus libros anteriores. Su frustrada maternidad la lleva a interrogarse constantemente a sí misma, pues para ella ya nada tiene sentido. Ilusoriamente creemos que a la poetisa le queda al final un soplo de esperanza, pues sigue esperando ese momento mágico que ilumine su vida, pero se trata, solo, de un espejismo de su sombra.