La Caída de Atenas: El Asedio y la Rendición


II.2.3.

En Atenas, cuando llegó la Páralos de noche, se contó la desgracia, y un alarido de dolor recorrió desde el Pireo, a través de los muros largos, hasta la ciudad, al tiempo que uno se lo contaba a otro, de tal manera que aquella noche nadie concilió el sueño, no sólo llorando por los aniquilados, sino mucho más todavía cada uno por sí mismo, porque consideraban que iban a sufrir aquello que hicieron a los melios, que eran colonos de los lacedemonios, cuando los redujeron en asedio, a los istieos, a los escioneos, a los toroneos, a los eginetas y a muchos otros de los griegos.

II.2.4.

Al día siguiente realizaron una asamblea, en la que se decidió poner diques a los puertos, excepto a uno, reparar los muros, establecer guarniciones y preparar la ciudad en todo lo demás como para un asedio. Y ellos se ocuparon en estas tareas.

II.2.5.

Por su parte, Lisandro llegó a Lesbos procedente del Helesponto con 200 naves y organizó Mitilene y el resto de ciudades del lugar. Envió a las regiones de Tracia a Eteónico, con 10 trirremes, el cual trastocó toda la zona de allí en favor de los lacedemonios.

II.2.6.

De manera inmediata también el resto de Grecia se separó de los atenienses después de la batalla naval, excepción hecha de los samios. Éstos controlaron la ciudad cortando el cuello a los aristócratas.

II.2.7.

Lisandro, después de esto, envió un mensaje a Agis, a Decelia y a Lacedemonia, diciendo que llegaba con 200 naves. Los lacedemonios y el resto de peloponesios salvo los argivos salieron en tropel, a las órdenes de Pausanias, el otro rey de los lacedemonios.

II.2.8.

Cuando todos estuvieron reunidos, los llevó ante la ciudad y acampó en la Academia, el así llamado gimnasio.

II.2.9.

Cuando llegó a Egina, Lisandro entregó la ciudad a los eginetas, al máximo número de ellos que consiguió reunir, y así igualmente con los melios y el resto de cuantos habían sido privados de sus propias posesiones. Después de esto devastó Salamina y se posicionó frente al Pireo con 150 naves, y bloqueó a los buques su entrada.

II.2.10.

Los atenienses, cercados por tierra y por mar, no sabían qué debían hacer, sin naves, sin aliados y sin comida. Consideraron que no había salvación alguna, si no era sufrir lo que ellos habían hecho, no por defenderse, sino por la soberbia con que habían sido injustos con habitantes de ciudades pequeñas, y no por ningún otro motivo, sino porque tenían una alianza militar con aquellos.

II.2.11.

Por ello restauraron en sus derechos a los privados de los mismos y resistieron, pese a que en el interior de la ciudad iban muriendo muchos de hambre, no dialogaron sobre una reconciliación. Pero ya cuando el grano se agotó completamente, enviaron embajadores a Agis, queriendo ser aliados de los lacedemonios, pero conservando los muros y el Pireo, y cerrar pactos bajo estas condiciones.

II.2.12.

Éste, sin embargo, les ordenó que se dirigieran a Lacedemonia, dado que él personalmente no tenía competencias. Cuando los embajadores comunicaron esto a los atenienses, los enviaron a Lacedemonia.

II.2.13.

Cuando ellos estuvieron en Selasia, cerca de la Laconia, y los éforos conocieron de su parte lo que decían, que era tal cual precisamente también le dijeron a Agis, al punto les ordenaron que marcharan, y si de algún modo era la paz lo que solicitaban, que mejor fuera que vinieran una vez tomado consejo.

II.2.14.

Cuando los embajadores llegaron a casa y comunicaron esto a la ciudad, una desazón sobrevino a todos, pues creyeron que serían convertidos en esclavos y que, en tanto que enviaban nuevos embajadores, muchos morirían de hambre.

II.2.15.

En lo que al derrumbamiento de los muros se refiere, nadie quería deliberar, pues Arquéstrato, que había dicho en el consejo que lo mejor era concertar la paz con los lacedemonios en los términos que propusieran, fue encarcelado. Y lo que proponían era derribar sobre 10 estadios de cada uno de los muros largos. Se aprobó un decreto por el que no era posible deliberar sobre estos asuntos.

II.2.16.

Así las cosas, Terámenes dijo en la asamblea que, si querían enviarlo a él ante Lisandro, volvería sabiendo, respecto de los lacedemonios, si persistían en lo que a los muros se refiere, porque querían esclavizar la ciudad o por confianza. Fue enviado y pasó junto a Lisandro 3 meses y más, a la espera de cuándo los atenienses, por estar el grano todo agotado, fueran a estar de acuerdo con cualquier cosa que uno dijera.

II.2.17.

Cuando regresó al cuarto mes, comunicó en la asamblea que Lisandro lo había retenido hasta entonces, que luego le ordenó ir a Lacedemonia, dado que no era suya la competencia sobre lo inquirido por él, sino de los éforos. Después de esto, fue elegido embajador plenipotenciario ante Lacedemonia de un total de 10.

II.2.18.

Lisandro envió a Aristóteles, que era un tránsfuga ateniense, a que comunicara, en compañía de otros lacedemonios, a los éforos que se había contestado a Terámenes que aquellos eran competentes en asuntos de paz y de guerra.

II.2.19.

Cuando Terámenes y el resto de embajadores estuvieron en Selasia y, preguntados en razón de qué venían, dijeron que como plenipotenciarios en asuntos de paz, después de ello los éforos ordenaron convocarlos. Una vez que llegaron, realizaron una asamblea en la que los corintios y, en particular, los tebanos se opusieron, así como también muchos otros de los griegos, a pactar con los atenienses, pero no a destruirlos.

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