La conflictividad social y la oposición al Franquismo en la década de 1960


El desarrollo económico de la década de 1960 propició un mayor bienestar en España, pero también el surgimiento de una gran conflictividad social. La Ley de Prensa de 1966, aunque con limitaciones, proporcionó una información más fluida. La universidad vivió en permanente protesta desde 1964, denunciando la carencia de legitimidad democrática del régimen franquista. Las huelgas obreras, prohibidas y reprimidas, se hicieron cotidianas. El nacionalismo volvió a emerger con fuerza, especialmente en el País Vasco y Cataluña. Sectores de la Iglesia Católica también manifestaron su disconformidad con la falta de libertades, como el clero vasco y algunos sacerdotes en contacto con el mundo obrero. Se observaba un proceso de secularización, una “crisis de vocaciones” y una mayor defensa de los derechos civiles. La Iglesia y el Estado iniciaron un proceso de separación, culminado en 1978 con la Constitución.

De hacer caso a los comunicados de los gobiernos de Franco, la única oposición existente era la del Partido Comunista de España (PCE). Todo aquel que de una forma u otra se manifestaba contra el régimen era tildado de comunista. Realmente, la oposición era más amplia, aunque poco eficaz por la división. Muchos sectores reclamaban libertades democráticas, pero el régimen respondió con la creación de Tribunales especiales, condenas, cierres de universidades y estados de excepción.

Movimientos estudiantiles

En febrero de 1956 se inició una recogida de firmas para celebrar un Congreso de Estudiantes Libre, sin contar con el Sindicato Español Universitario (SEU), el sindicato oficialista. Los dirigentes fueron detenidos y Franco, tan dado al equilibrio, cesó al Ministro de Educación (el democristiano Joaquín Ruiz-Giménez) y al Secretario General del Movimiento (el falangista José Luis Arrese). Las manifestaciones estudiantiles no supusieron un peligro real para el régimen, pero tuvieron un gran valor simbólico.

La represión hizo que la oposición estudiantil no volviese a manifestarse abiertamente hasta la década de 1960. En febrero de 1965 hubo manifestaciones contra la falta de libertad en la universidad, encabezadas por profesores (que fueron separados de la cátedra). Se produjo una atomización y radicalización de los sindicatos estudiantiles, más cercanos a la extrema izquierda, como la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT) o la Liga Comunista Revolucionaria (LCR). Las revueltas fueron tan numerosas que, al coincidir con las huelgas obreras, llevaron al régimen a proclamar el estado de excepción en 1969. La alteración del orden público llevó a una mayor represión, que a su vez encontró cada vez mayor rechazo social. De algunos de estos grupos estudiantiles surgirán cuadros políticos tras la muerte de Franco.

Movimientos políticos

Las protestas estudiantiles convencieron a la oposición del exterior de la necesidad de actuar dentro del país. Un momento clave fue la reunión de Múnich en 1962, de la que se excluyó a los comunistas, con el pretexto del problema de la inclusión de España en la Comunidad Económica Europea (CEE). En Múnich se reunieron un centenar de dirigentes, tanto de la oposición interior como del exilio, que propusieron coordinar sus esfuerzos para acabar con la dictadura. Pero no se logró el consenso de toda la oposición y, ante la inoperancia de la oposición política, se optó por la movilización social.

Conflictos sociales

Los conflictos sociales fueron promovidos principalmente por los obreros. La huelga fue el “arma de subversión” más utilizada. Los convenios colectivos no eran como en el resto de Europa y la organización sindical existente, vertical y controlada por el régimen, suplantaba la representación obrera real. Los conflictos tenían un origen laboral, pero se politizaban por la actitud de la patronal y por el inmovilismo del franquismo, con lo que la intervención policial era inevitable. Estas huelgas se situaron principalmente en zonas industriales, con obreros de empresas metalúrgicas y de más de 100 trabajadores.

La Iglesia Católica había creado las Hermandades Obreras de Acción Católica (HOAC) con fines evangélicos, pero terminaron convirtiéndose en un movimiento social y reivindicativo. El régimen tuvo temor a reprimir una institución teóricamente de derechas. Cuando las HOAC fueron suprimidas, sus componentes se integraron en organizaciones como Comisiones Obreras (CC.OO.).

Al comenzar la década de 1960, el régimen franquista empezó a permitir la celebración de elecciones sindicales. El PCE mantenía que actuando dentro de la legalidad del régimen era más fácil acabar con él, y promovió la participación en esas elecciones. Para ello creó Comisiones Obreras (CC.OO.) para llevar a cabo una política de reivindicaciones. En 1966, CC.OO. era el grupo sindical de mayor implantación. Las Comisiones Obreras hacían una petición y luego se disolvían, pero fueron defendiendo los intereses materiales y políticos de los trabajadores, y fueron adquiriendo una gran capacidad movilizadora (aunque escasa en términos organizativos).

El franquismo reaccionó con una campaña de desprestigio y de injurias contra los participantes en las movilizaciones obreras. En definitiva, cuando murió Franco en 1975 se multiplicaron las huelgas, ampliándose al sector terciario, y destacaron las “huelgas por solidaridad” para indicar que el principal factor de conflictividad no era solo el trabajo, sino el régimen franquista en sí mismo. La represión se hizo menos violenta y más “legal”. También aparecieron movimientos vecinales (asociaciones en las barriadas obreras reivindicando infraestructuras básicas), y muchos de sus activistas serán luego elegidos en las corporaciones locales en las elecciones municipales de 1979.

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