El problema social no era el único al que tuvo que hacer frente el Gobierno de 1917. A él se agregaron el malestar existente en el Ejército y el descontento por la situación política.
Factores que incidieron en la crisis de 1917
- Alteración económica como consecuencia de la neutralidad española en la I Guerra Mundial.
- Malestar militar: Existía una burocratización excesiva, muchos cuadros militares, y un decreto para primar los ascensos por méritos de guerra. En definitiva, provenía de la precaria situación económica en la que se encontraba el Ejército y de la política de ascensos realizados por los gobiernos, demasiado propensa al favoritismo. Existía también un enfrentamiento entre los militares «africanistas», partidarios de los ascensos por méritos de guerra, y los «peninsulares», defensores de los ascensos por antigüedad.
- Juntas Militares de Defensa: La situación derivó en la creación, a partir de 1916, de las Juntas Militares de Defensa, una especie de sindicato militar ilegal formado por los oficiales de las escalas intermedias (coroneles, comandantes, capitanes) que llegó a contar con 9000 miembros. Los militares se unieron para defender sus regulaciones profesionales y económicas. Se reconocieron las Juntas como órganos representativos del ejército y solicitaron la formación de un gobierno de concentración para regenerar el país. En mayo de 1917, el gobierno ordenó su disolución. Su negativa provocó la caída del gabinete. La crisis fue superada, pero el Ejército había demostrado su fuerza ante el poder civil.
- Asamblea de Parlamentarios: Las Cortes estaban clausuradas desde febrero. Un grupo de políticos (republicanos, reformistas y socialistas) muy críticos con el sistema de la Restauración, dirigidos por Francesc Cambó (líder de la Lliga), convocaron en Barcelona, el 19 de julio de 1917, una Asamblea de Parlamentarios fuera de los cauces legales, con la intención de exigir una nueva Constitución para España que sustituyera la de 1876. Así, se convocó a todos los senadores y diputados españoles a una Asamblea provisional y a la celebración de Cortes Constituyentes. Se produjeron detenciones de parlamentarios. Por supuesto, se debía admitir un régimen autonómico para Cataluña, pero la esencia del proyecto consistía en democratizar el sistema político abriendo nuevos cauces a la participación de los españoles. Se consideró, en suma, hacer realidad el programa regeneracionista tan recurrente desde 1898.
- Huelga general revolucionaria: Un cuarto elemento, el problema obrero, se sumó a la crisis militar y política: el ejemplo revolucionario de Rusia. Los anarquistas y el sector más radical de los socialistas declararon el 13 de agosto de 1917 la huelga general revolucionaria en toda España, animados por la caída del gobierno zarista en el Imperio ruso. Su objetivo era la proclamación de la República. El precedente fue la huelga de ferroviarios de Valencia, que devino en la huelga general. El intento fracasó y el saldo final fue de varias decenas de muertos, más de la mitad en Barcelona.
Soluciones a la crisis: gobiernos de concentración
El principal logro de los revolucionarios consistió, paradójicamente, en desactivar la protesta militar y la política, ya que, ante la amenaza de descomposición social, los ejércitos se alinearon con el gobierno para combatir a los huelguistas, mientras que los parlamentarios de Barcelona, asistidos por la amenaza del proletariado, deponían su actitud para prevenir males mayores. A finales de año, la Lliga acepta integrarse en un Gobierno de concentración presidido por García Prieto.
Barcelona se había convertido en el centro de todas las protestas, y no solo de los catalanistas descontentos, ya que la Ciudad Condal contaba con el proletariado más numeroso y concienciado políticamente del país, y su guarnición fue la que lideró el movimiento de las Juntas Militares. Barcelona se erigía en el símbolo de la España real que pugnaba por emerger mientras que Madrid lo era de la vieja España oficial que se resistía a desaparecer.
La triple crisis de 1917 dejó herido de muerte al régimen de la Restauración. Sin embargo, su final no se produjo porque sus múltiples enemigos perseguían fines demasiado contrapuestos. Para sacar al país adelante, Francesc Cambó sugirió la idea de un Gobierno de concentración nacional, al estilo de los que se habían constituido por entonces en Europa para hacer frente a la crisis bélica.
En 1918 se formó un Gobierno que integraba a representantes de todos los partidos, presidido por Antonio Maura, recuperado de su ostracismo. La gran novedad de esta fórmula fue la modificación del gabinete con un ministro de la Lliga y, poco después, del propio Cambó, al frente de la cartera de Fomento. El gobierno, saludado como necesario por la opinión pública, significó que el sistema del turno pacífico establecido por Cánovas se había roto por primera vez desde 1876.
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