La Crisis del 98: El Desastre Colonial y el Nacimiento del Regeneracionismo


El Problema Cubano

Tras la independencia de la mayor parte de las colonias americanas a principios del siglo XIX (1824), solo las islas antillanas de Cuba y Puerto Rico, y el archipiélago de las Filipinas, continuaron formando parte del imperio español. Cuba y Puerto Rico basaban su economía en la exportación de azúcar de caña y tabaco, en la que trabajaba mano de obra negra, sometida a esclavitud. Las duras leyes arancelarias impuestas por el gobierno de Madrid convirtieron estos territorios en un «mercado cautivo» de los textiles catalanes o de la harina castellana. Esta situación perjudicaba claramente a las islas antillanas que podían encontrar productos mejores y más baratos en los vecinos Estados Unidos.

El Movimiento Independentista Cubano

El movimiento independentista cubano se fue fraguando a lo largo del último tercio del siglo XIX y se explica por diferentes factores:

  • a) La creciente conciencia política de los grupos criollos cubanos entre los cuales se van a ir desarrollando ideas de tipo nacionalista.
  • b) Las demandas de grandes grupos sociales cubanos a favor de la abolición de la esclavitud que todavía se mantenía en la isla.
  • c) Los poderosos intereses económicos de los españoles peninsulares contrarios a cualquier movimiento secesionista y defensores del estatus colonial cubano.
  • d) La política colonial española contraria hasta el último momento a cualquier concesión de autonomía a Cuba y partidaria del uso de la fuerza para aplastar el independentismo cubano
  • e) Los grandes vínculos comerciales entre Estados Unidos y Cuba y los crecientes intereses estadounidenses en la isla.

La Guerra de Cuba

La “Guerra de Cuba” fue un largo conflicto que, con distintos intervalos de enfrentamientos y épocas de tregua, se inició durante el Sexenio Democrático y tuvo su desenlace final en la época de la Restauración.

La Guerra de los Diez Años (1868-1878)

La guerra de los Diez Años (1868-1878), fue la primera en estallar poco después de la Revolución Gloriosa cuando Carlos Manuel de Céspedes, uno de sus principales líderes con el “Grito de Yara” proclamó la independencia de Cuba y declaró la liberación de los esclavos de su finca. Poco después, los independentistas cubanos establecieron algunas instituciones propias e iniciaron la lucha bélica contra el dominio de España. La limitación del levantamiento a la zona oriental de la isla junto con las derrotas sufridas por las tropas independentistas frente al Ejército español desde el comienzo de la Restauración, propiciaron la Paz de Zanjón de 1878, que daría lugar al final de esta guerra.

El Grito de Baire y la Intervención Estadounidense

No obstante, en 1895 el conflicto volvió a estallar ya que ni se realizaron reformas para conceder autonomía o mayor autogobierno a Cuba ni se abolió la esclavitud. Esta situación favoreció el estallido de una nueva sublevación independentista en Cuba en febrero de 1895 con el Grito de Baire. En esta ocasión, la insurrección había sido planificada por el Partido Revolucionario Cubano, fundado por José Martí, y los rebeldes lograron extenderse por toda la isla, llegando incluso a las proximidades de La Habana. La respuesta española fue tratar de ahogar la sublevación lo antes posible, por temor a posibles repercusiones internacionales y a una probable intervención de los Estados Unidos. Tanto Cánovas como Sagasta manifestaron rotundamente su voluntad de agotar todos los recursos humanos y económicos en la defensa de la colonia. Tras el fracaso de la política diplomática y negociadora del general Martínez Campos, asumió el mando el general Valeriano Weyler que llevó a cabo una feroz guerra de desgaste basada en la superioridad militar española.

Con el propósito de acabar con los apoyos de los mambises, procedió a concentrar a la población rural en zonas controladas por las tropas españolas y dividió la isla en compartimentos mediante largas líneas fortificadas, las trochas. Esta medida, aunque controló las principales ciudades y vías de comunicación, tuvo un elevadísimo coste humano para la población reconcentrada, que empezó a ser víctima de las enfermedades.

La Explosión del Maine y la Guerra Hispanoamericana

Por otra parte, la opinión pública americana era favorable a la intervención militar en Cuba. Entre ellos destacó Theodor Roosevelt, que tres años más tarde (1901) sería nombrado presidente de los EEUU. Washington ayudó a los insurrectos caribeños esencialmente por los intereses económicos (mineros y agrícolas) que tenían en la isla y por su importancia geoestratégica. En este contexto, la explosión en el navío norteamericano Maine, el 15 de febrero de 1898 en la bahía de La Habana, que costó la vida de 254 marinos estadounidenses, propició una furibunda campaña periodística contra el imperialismo español. Los EEUU atribuyeron toda responsabilidad del accidente a España y el 19 de abril de 1898 el Congreso norteamericano declaraba la guerra a España.

La guerra fue muy breve y se decidió en el mar. Comenzó en Filipinas y siguió posteriormente en Cuba. En junio los estadounidenses desembarcaron en Guantánamo y aunque las tropas españolas retuvieron su avance, el hundimiento de la flota del almirante Cervera en Santiago de Cuba, sentenció el desarrollo de la contienda. España firmó la Paz de París el 10 de diciembre de 1898 en la que cedió a EEUU la isla de Puerto Rico y Filipinas. Cuba alcanzaba la independencia bajo la “protección” estadounidense. Al año siguiente, por el tratado hispano-alemán, el gobierno español vendía sus últimas islas del Pacífico: las islas Carolinas, las Marianas y las Palaos.

El Desastre del 98 y el Regeneracionismo

Desde la perspectiva española, la pérdida de las últimas colonias vino a denominarse el “desastre del 98” y tuvo gran importancia en la conciencia nacional. La irresponsabilidad política de los gobiernos de la Restauración había llevado a una situación que costó la vida a miles de españoles, primero en la guerra contra los insurrectos cubanos, después en una guerra contra Estados Unidos que no se podía afrontar. Además, Cuba había sido una colonia donde se había implantado una nueva forma de explotación basada en el sistema de plantaciones, especialmente de azúcar, tabaco y café.

Desde una perspectiva económica, los industriales textiles catalanes y los cerealistas castellanos se vieron privados de uno de sus principales mercados que tenían asegurados tanto por el dominio colonial como por una política proteccionista. Asimismo, la pérdida de más de 50.000 combatientes provocó una intensa conmoción social en todos los ámbitos. Así, políticos del régimen como Francisco Silvela, que escribió «España sin pulso», o intelectuales como Joaquín Costa protagonizaron “El regeneracionismo”, un movimiento que trataba de reformar y modernizar el país. Los autores que componen la generación del 98 (Azorín, Unamuno, Baroja, Maeztu, Ganivet…) partieron de este punto, y su obra trató de realizar propuestas de reforma y modernización política en una doble vertiente: política y educativa. La derrota de 1898 había puesto de relieve de forma trágica y súbita todas las limitaciones del régimen de la Restauración y su parálisis a la hora de afrontar los problemas sociales y la modernización del país.

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *