INTRODUCCIÓN
Entre 1808-1833, España estuvo embarcada en una crisis debido al antiguo régimen. El reinado de Carlos IV terminó con el despotismo ilustrado y condujo a la guerra de la independencia, luchando contra la invasión francesa, organizándose políticamente de forma autónoma y luchando entre las diferentes ideas. En este proceso se descubrieron los conceptos de nación, ideología política, representación, libertad e igualdad encarnados en las Cortes de Cádiz, donde se diseñó la Constitución del 1812, la primera de nuestra historia, que sirvió como programa esencial del liberalismo político y produjo el desmantelamiento de la sociedad estamental y la supresión de los privilegios. Durante el reinado de Fernando VII, las políticas liberales sufrieron avances y retrocesos debido a los enfrentamientos entre los partidos que apoyaban la monarquía tradicional y los que apoyaban una revolución más democrática. Además, en este tiempo España perdió la mayor parte de sus dominios en América.
LA CRISIS DEL DESPOTISMO ILUSTRADO, REINADO DE CARLOS IV
Carlos IV intentó continuar la política autoritaria de su padre, el rey Carlos III; no obstante, su reinado constituyó el inicio de la crisis del antiguo régimen. En 1789 estalló la revolución francesa y España comenzó a dividirse. El Conde de Floridablanca quiso evitar que las ideas revolucionarias llegaran a España, estableciendo un férreo control en las aduanas entre estos países y una estricta censura. Tras un corto período de Gobierno del Conde Aranda, el cual era más conciliador con Francia y que fracasó en sus gestiones para salvar la vida de Luis XVI, Carlos IV nombró ministro a Manuel Godoy en 1792, que fue la figura clave el resto de su reinado. España participó en la denominada guerra de convención contra Francia, frente al inminente fracaso, España retornó a la tradicional alianza con Francia frente al Reino Unido.
Se iniciaba así una deriva diplomática en la que el ascenso al poder de Napoleón primero en 1799 y la debilidad del Gobierno de Godoy condujo a España a una creciente dependencia de la política exterior francesa y con consiguiente al enfrentamiento con Gran Bretaña. La consecuencia pronto se hicieron notar: la victoria sobre Portugal, fiel aliado de Gran Bretaña, en 1801 en la guerra de las naranjas y la consiguiente anexión española de Olivenza en Badajoz no compensaron la catástrofe de la Armada invencible en 1805.
Godoy se había granjeado una fuerte oposición entre los grupos privilegiados. La conjura del Escorial en octubre de 1807 trató de aupar al Príncipe de Asturias al trono, pero el asunto fue destapado por Godoy. Con esta creciente oposición a Godoy, Napoleón primero propuso a Godoy un plan dentro de su política de bloqueo continental a Gran Bretaña. En 1807, se trataba de invadir Portugal, país alcanzado con los ingleses y que los españoles no habían podido conquistar solos. Para ello, ofreció a Godoy un futuro Principado en el Algarve, sur de Portugal, tras su conquista. Godoy, sabiendo de su popularidad y ante la tentadora oferta, sucumbió por el tratado de Fontainebleau en 1807. Las tropas napoleónicas penetraron en España con unos 100,000 soldados, donde lo acordado solamente eran 25,000. Comenzaron a expandirse hacia Portugal, pero también lo hicieron hacia el País Vasco, Cataluña, Madrid, etcétera, con el intento de invadir España, estando éste sin oposición. Tras el tratado, cuando Godoy vio las verdaderas intenciones de Napoleón, ordenó trasladar la corte de Andalucía y, si el avance francés lo hiciese necesario, embarcarla rumbo a América. La familia real hizo un alto en el camino en el Palacio Real de Aranjuez, allí ocurrió el llamado motín de Aranjuez el 17 de marzo de 1808. Así se produjo la caída de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo, desde entonces Fernando séptimo. El triunfo del motín del té llevó a Carlos IV a escribir a Napoleón primero para comunicarle lo sucedido y solicitar su ayuda para recuperar el trono que le había arrebatado su hijo. Napoleón convocó a Carlos IV y Fernando séptimo en Bayona, una vez allí logró que ambos monarcas renunciaran a la corona española y se la ofreció a su hermano José Bonaparte. Se aprobó el Estatuto de Bayona, una carta otorgada presentada por el emperador a unas cortes españolas reducidas convocadas en el suelo francés. El Estatuto establecía la igualdad de los españoles ante la ley, ante los impuestos y ante las que cesó a los cargos públicos, la abolición de los derechos señoriales y la Inquisición, y un proyecto de reforma de la administración. La subida al trono de José Bonaparte se hizo para implantar las necesarias reformas y reforzar la alianza entre Francia y España en marzo y mayo de 1808.