La deshumanización del arte Ortega y Gasset descargar



Más interesantes se consideraron sus ensayos (“En torno al casticismo”, “Vida de don Quijote y Sancho”) donde introducen conceptos tan universales hoy como el de “intrahistoria”. Quizá sean sus novelas lo más leído de su obra.
Fueron importantes “Niebla”, donde enfrenta al personaje protagonista con el autor, el propio Miguel de Unamuno, para hablar del papel de la literatura, o “San Manuel Bueno, mártir”, de nuevo alrededor del tema de la falta de fe.El gran narrador, no obstante, de la generación fue Pío Baroja, autor de más de 60 novelas. Quizá las más importantes fueran las de su primera época, hasta los años 20. Títulos como “La busca” o el “El árbol de la ciencia” muestran una feliz síntesis entre el realismo al estilo de Galdós (escenas cotidianas y costumbristas, de la clase media o baja) con las novedades del siglo XX: descripciones impresionistas, diálogos ágiles, acción trepidante, estructura episódica, digresiones ensayísticas, final abierto…Antonio Machado es, por otro lado, el mejor poeta de este grupo. Su primer libro, “Soledades”, de 1907, respira un tono modernista, con inquietud por el cromatismo, los versos audaces, pero en un clima más íntimo y moderado, alejado de los cisnes y princesas de Rubén Darío. Al contacto con la tierra Soriana, donde fue destinado como profesor de francés y donde se enamoró y casó, y en breve tiempo perdió a su mujer, su poesía derivó hacia temáticas menos íntimas, en su fundamental obra “Campos de Castilla”. El paisaje como motivo para la reflexión sobre España y sus gentes o la nostalgia de Leonor, su joven amada perdida para siempre, son sus temas predilectos.Por último, Ramón María del Valle-Inclán fue un genial novelista y dramaturgo. Partiendo de un refinado modernismo con sus “Sonatas”, cultivó también una literatura llamada “mítica”, alrededor de una Galicia mágica y brutal. Pero su hallazgo más feliz fue el Esperpento, género bautizado así por él, que la crítica asocia al movimiento expresionista, en él que se sirve de la deformación caricaturesca de sus personajes y situaciones para hacer una labor de denuncia no solo histórica y circunstancial, sino existencial.Otros autores importantes a los que al menos hay que mencionar son Ángel Ganivet, Ramiro de Maeztu o incluso un primer Jacinto Benavente. Ambos, modernistas y noventayochistas, encontraron en el simplón y prosaico Realismo un enemigo común. Su ansia renovadora y regeneradora, además de dejar grandes obras en el camino, anticipó el vendaval experimental que se cernía sobre Europa: las Vanguardias.

Novecenstismo (o Generación del 14)

Bajo este rótulo se conoce un movimiento cultural formado por autores nacidos en los años 80 del s. XIX, que buscan reafirmar lo propio del nuevo siglo XX rechazando lo característico del anterior: romanticismo, realismo e incluso el modernismo.Varios acontecimientos políticos van a protagonizar las primeras décadas del siglo. En Europa, la 1ª Guerra Mundial y la Revolución Rusa; en España, el final del la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera y el advenimiento de la Primera República. Junto a ello, se vive también un periodo de efervescencia cultural y artística agrupado con el nombre de Vanguardias. Son movimientos de gran trascendencia futura que inauguran una nueva forma de entender el arte:
Ruptura radical, originalidad y deshumanización.
Expresionismo en Alemania, Futurismo en Italia, Constructivismo en Rusia, Cubismo, Dadá y más tarde Surrealismo en Francia, Creacionismo o Ultraísmo en España, todos contribuyen crear una nueva sensibilidad contemporánea.Pese a la aparente espiral innovadora de los ismos, lo que caracteriza a los autores novecentistas es, en primer lugar, el gusto por un arte racional, riguroso y analítico. Desprecian, por tanto, todo lo que recuerde a los excesos románticos, incluidas las nostalgias noventayochistas o el exceso de fantasía modernista. Defienden el arte puro, que Ortega llamará deshumanizado, desprovisto de sentimentalismo, autónomo, válido por sí mismo. Un arte que será además minoritario, dirigido a una élite que lo comprende y disfruta, lejos del arte para el gran público que fueron el romántico y el realista. Poseen, por último, un estilo cuidado, elegante, que busca la “obra bien hecha”, con un lenguaje pulcro y riguroso, sin dejar por ello de ser brillante.De este movimiento destacan, quizá antes que los escritores de ficción, pensadores y ensayistas. De entre figuras como Eugenio DÓrs, Manuel Azaña o Gregorio Marañón sobresale José Ortega y Gasset. Ensayos como “Meditaciones del Quijote” o “La España invertebrada” le dieron pronto fama y quizá es “La deshumanización del arte” su obra sobre estética más importante.
En ella describe el arte joven como un arte deliberadamente difícil, creador y no imitador, artístico en oposición a sentimental, deshumanizado frente al anterior arte naturalista. Las características que él vio con lucidez en el arte de vanguardia. Su estilo elegante y claro, con frecuentes metáforas y otros recursos retóricos, han hecho ver en él antes a un escritor que a un filósofo. No obstante, se puede hablar de algunos grandes novelistas en esta Generación. Hay que mencionar a Gabriel Miró, quien cultivó en títulos como “Nuestro padre San Damián” o “El obispo leproso” lo que se llamó novela lírica: obras en las que la trama cede terreno a una elaborada descripción de ambientes y a un exquisito tratamiento de la psicología de los personajes. También fue importante Ramón Pérez de Ayala, cuyo afán innovador dio lugar a la llamada novela intelectual (“Tigre Juan”, “Belarmino y Apolonio”), donde la acción no es lo más importante sino los diálogos y las ideas que en ellos se defienden, así como el carácter alegórico de sus personajes. Merece ser recordado Ramón Gómez de la Serna, prolífico autor que introdujo el espíritu vanguardista y trasgresor en nuestro país. Aunque sus obras puedan parecer algo joviales (“Las greguerías”, por ejemplo), y de un cosmopolitismo superficial (las novelas) laten en ellas un espíritu trágico que tiene como protagonista la soledad radical del individuo.Por último, hay que hacer referencia al gran poeta Juan Ramón Jiménez, que si por edad y por algunos rasgos puede pertenecer a este grupo, la importancia de su obra desborda del todo sus fronteras. Andaluz, hipersensible y volcado hacia la poesía en cuerpo y alma, su larga trayectoria suele dividirse en tres etapas. Hasta 1915 cultivó un estilo próximo al Modernismo, de largos versos, sonoras y rimas y lenguaje lujoso. Títulos significativos son “Arias tristes” o “La soledad sonora”. Luego se inclinó hacia la poesía pura, intelectual, sin anécdota, estilizada y perfecta, más cerca del verso libre, de la austeridad de recursos y de las innovaciones vanguardistas (“Diario de un poeta recién casado”). A partir de la guerra y el exilio cultivó la que él llamó “poesía suficiente”, en títulos como “La estación total” o “Dios deseado y deseante”, una poesía de carácter metafísico, hermética y personal, presidida por un Dios que a veces es la naturaleza y otras la conciencia del poeta. En definitiva, podemos considerar el Novecentismo como un movimiento inaugural de lo específico del siglo XX, quizá sin figuras de primer orden, salvo el inclasificable Juan Ramón, con más brillo por su esfuerzo teórico que por sus frutos literarios. A caballo entre el 98 y el 27, un poco oscurecido por ambas, sentó las bases de lo que será nuestra época contemporánea.

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