La dialéctica de la mujer y el esclavo


Lectura feminista de la dialéctica hegeliana del amo y el esclavo


La mujer como otro
en la sociedad patriarcal.
Simone de Beauvoir hace uso de la relación que utiliza Hegel de amos y esclavos para
explicar la dependencia que se ha establecido tradicionalmente entre hombres y mujeres.
Se produce una falta de simetría entre ambos, lo que produce una desigualdad, y hace que
las mujeres tengan que presentarse como “mujeres” antes de cualquier otra carácterística.
Por lo tanto se considera a la mujer con un punto de vista parcial y específico, por ello con
una perspectiva singular, mientras que al hombre se le posiciona en la perspectiva del
humano, con un punto de vista general y objetivo. Un ejemplo de este caso son las mujeres
que dirigen películas o escriben literatura, se les trata como cine de mujeres o literatura de
mujeres, en cambio en el caso de los hombres se trata de cine o de literatura.
Podemos ver como desde siempre, la mujer ha sido considerada como la Otra, la Alteridad,
mientras que el hombre se considera el elemento positivo o neutral. Por eso el hombre se
llama el Mismo, mientras que la mujer será la Otra.
Se observa que en todas las sociedades conocidas, se han construido dos categorías de
individuos que se relacionan por las posiciones de poder desiguales e injustas, y en el caso
de mujeres-hombres, la posición de la mujer es de dependencia e inferioridad.
La categoría de Otro es igual de originaria que la conciencia y es fundamental para el
desarrollo del pensamiento humano. Todos lo humanos tienen conciencia de sí y
consideran a los demás Los Otros, pero siguen siendo relaciones igualitarias, ya que el
reconocimiento es mutuo. El problema se encuentra en el momento en el que los hombres
se afirman como sujetos y dejan a las mujeres con el papel de Las Otras, y las mujeres no
realizan la misma operación, sino que se someten a esa vida.
Simone de Beauvoir utiliza el ejemplo de la relación entre amos-esclavos para explicar la
relación entre hombres-mujeres. Los hombres someten a otros seres por la fuerza para que
trabajen para ellos, y estos esclavizados, reconocerán el poder del amo y trabajarán a
cambio de protección. Aquí se puede observar que la filosofía de Hegel introduce a la
hostilidad en la constitución de la conciencia misma, así pues todo sujeto toma conciencia
cuando niega a las otras conciencias. Se ve que la operación es reversible: el otro será
sujeto cuando se adopte su punto de vista, pero lo que ocurre en el caso hombre-mujer es
que esa reversibilidad ha desaparecido y la mujer no se afirma como sujeto, sino como una
conciencia dependiente y esclava.
Esto se puede explicar gracias al planteamiento hegeliano del amo-
esclavo, que explica que
aunque el amo necesita al esclavo para identificarse como amo poderoso, el esclavo no
utiliza esa necesidad para liberarse, sino que interioriza la necesidad que tiene del amo y
continúa reconociendo el prestigio del amo. Si ocurriera que el esclavo no reconoce el poder
y prestigio del amo, ocurriría la rebelión.
Esto aplicado a la relación entre hombres y mujeres sería que el poder que obtiene el
hombre por sus acciones, es la que provoca que pueda ejercer su poder sobre las mujeres
que están sometidas. Para ello, los hombres necesitan el reconocimiento de las mujeres y
para conseguirlo asumirán las tareas de protección y así compensarán que las desventajas
de las mujeres sufren.
Podemos afirmar que existen tres momentos en la relación hombre-mujer:
En primer lugar los hombres arriesgan su vida en acciones peligrosas, elegidas libremente.
El segundo momento, las mujeres que no pueden participar en esas acciones, reconocerán
el valor y prestigio del hombre. Ellas no puede participar en esas acciones ya que son las
que dan la vida y por tanto el hombre la reconoce como la otra y no como una igual.
El tercer momento es cuando los hombres someten a las mujeres, ya que disfrutan con el
poder y el prestigio, les prometen protección para no perder esas virtudes.
Como consecuencia de este sistema las mujeres viven con desventaja y al no encontrarse
en una situación de igualdad, la alianza que forman los hombres y las mujeres, les permite a
ellas adquirir ciertas ventajas que tendrían que renunciar si rechazan
el papel de alteridad propio de relación de vasallaje.
Esta relación de vasallaje de las mujeres no es fácil de abolir por varias razones.
Primero porque la situación de vasallaje se prolonga ya mucho tiempo y las mujeres no
tienen una historia común y carecen de elementos de identidad como colectivo. Al estar
durante siglos vinculadas al hogar, se encuentran aisladas y dispersas.
Además, el vínculo de las mujeres con sus opresores no es comparable con el que existe
entre otros oprimidos con sus opresores. La mujer vive en una extraña simbiosis con su
opresor. Muchas veces las mujeres tienen dificultades para eliminar a los hombres que les
hacen daño.
Por último, la propia relación de subordinación tiene algunas ventajas que la mujer perdería
si se liberase. Las ventajas no son sólo materiales, sino también existenciales. Liberarse
significa hacerse responsable de uno mismo por completo y eso requiere valor, autenticidad
y decisión.

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