Justificación
Las reglas del método suponen someter a crítica todos los saberes que hasta entonces se habían tomado por verdaderos y aceptar sólo aquellos que estén libres de toda duda. Por eso el punto de partida de la filosofía cartesiana es la duda. Descartes pone en cuestión todo conocimiento comúnmente aceptado, ya sea por tradición, por fe o por autoridad, y decide confiar sólo en la razón. Por eso toma la duda como un punto de partida.
La duda cartesiana tiene tres características:
- Es universal y radical: duda de todo, incluso de lo que parece más evidente.
- Es metódica: Descartes duda para poder estar seguro de algo, no porque crea que no es posible estar seguros de nada.
- Es teorética: se refiere solo a la reflexión filosófica, no a las creencias y conducta.
Descartes propone una moral provisional que no cuestiona las creencias comúnmente aceptadas. Dicha moral consiste en cuatro máximas:
- Obedecer las leyes y costumbres del país en el que vives.
- Ser firme y resuelto una vez que hemos formado una opinión sobre algo.
- Tener autodominio y aceptar el destino.
- Elegir la mejor ocupación posible.
Según Descartes, hay varios motivos para la duda:
- El engaño de los sentidos.
- La imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño.
- La hipótesis de un genio maligno que nos engaña incluso en los razonamientos matemáticos.
Cuando la duda cartesiana parecía desembocar en el escepticismo, Descartes tropezó con una primera certeza: la existencia del sujeto que piensa y duda. Esto se convirtió en la primera evidencia que le sirvió como punto de partida de la filosofía que buscaba. A partir de este momento, Descartes estaba en condiciones de construir su metafísica, puesto que había encontrado una primera verdad libre de toda duda.
La metafísica es el estudio de la sustancia. Llamamos sustancia a aquello que existe por sí mismo y la metafísica tradicional distingue tres sustancias: el alma (sustancia pensante), Dios (sustancia infinita) y el mundo (sustancia extensa).
Sustancia pensante
Es posible que todo lo que pienso sea falso, pero hay algo evidente: que yo lo estoy pensando. Esta frase “Pienso, luego existo”, también conocida como el cogito cartesiano, le sirve a Descartes como criterio de certeza, y dirá que todo lo que sea conocido con igual claridad y distinción deberá admitirse igualmente como verdadero. Esta verdad ha sido conocida por intuición, pero ahora empieza la fase deductiva de su pensamiento.
El problema es que del cogito no parece deducirse nada. Sólo puedo estar seguro de que pienso, pero nunca podré saber si a mi pensamiento le corresponde alguna realidad (solipsismo). Cuando pienso, pienso ideas. Las ideas son, por una parte, un acto mental y, en este sentido, todas tienen la misma realidad; pero, por otra parte, representan objetos y, en este sentido, no todas tienen la misma realidad, porque no todas representan lo mismo. Por ejemplo, no es lo mismo la idea de un árbol que la de una sirena. Pero, desde el punto de vista del cogito, yo sólo puedo estar seguro de las ideas como actos mentales, no de la existencia de los objetos que representan.
No obstante, Descartes vence el solipsismo. Para vencerlo, investiga el origen de las ideas y así distingue:
- Adventicias: son las ideas que proceden de las percepciones, por ejemplo, un árbol.
- Facticias: son las ideas que la mente construye a partir de otras ideas, por ejemplo, una sirena.
- Innatas: son las que la mente trae en sí misma. Entre éstas, Descartes cita la idea de infinito.
Sustancia infinita
A partir de la idea de infinito, Descartes demuestra la existencia de Dios. Y lo hace mediante tres argumentos:
- Argumento gnoseológico: si me reconozco como un ser imperfecto, es porque tengo la idea de un Ser Perfecto, es decir, de Dios.
- Argumento de la causalidad: la causa de la idea de un Ser Perfecto no puede estar en un ser imperfecto, sino que tiene que estar en un Ser Perfecto.
- Argumento ontológico: cuando pienso en Dios, pienso en lo más perfecto. La existencia es una perfección. Luego, Dios tiene que existir. Este argumento lo toma Descartes de San Anselmo.
A partir de la existencia de Dios, Descartes demuestra la existencia de la realidad exterior.
Sustancia extensa
Si Dios es infinitamente bueno y veraz, no puede permitir que nos engañemos cuando pensamos que el mundo existe, luego el mundo tiene que existir. Descartes no había podido demostrar a partir del cogito que a mi pensamiento corresponde una realidad, pero sí lo consigue a partir de Dios.
Lo que Dios garantiza del mundo son las cualidades primarias, que son objetivas. Las cualidades primarias son las que se pueden expresar numéricamente, es decir, la extensión. Sin embargo, las cualidades secundarias como el color, el sabor, etc., son subjetivas y por eso las elimina de la física.
En el universo cartesiano todo se reduce a materia y movimiento. Concibe el universo como una máquina, en el que todo funciona según leyes. Esto lo aplica a todos los seres del universo, como plantas y animales. El problema se le vuelve a plantear cuando se refiere al ser humano, porque si el ser humano es una máquina, ¿cómo se explica la libertad? Y si no existe la libertad, ¿qué sentido tiene la moral?
Para resolver esta cuestión, Descartes adopta el modelo platónico según el cual el alma es independiente del cuerpo. El alma es pensamiento, mientras que el cuerpo es extensión. Pero ambas se comunican a través de la glándula pineal.