En 1902, durante el reinado de Alfonso XIII, España se enfrentaba a una profunda crisis. La llamada «España oficial» y la «España real» parecían dos mundos distintos, lo que generaba una gran distancia entre la clase política y la ciudadanía. En este contexto, surge un movimiento intelectual conocido como Regeneracionismo, impulsado por figuras como Joaquín Costa, que abogaba por una profunda reforma del país.
El Regeneracionismo y la Generación del 98
El Regeneracionismo, con Costa a la cabeza, denunciaba la oligarquía y el caciquismo como males endémicos de España. Para Costa, la educación era la clave para la regeneración, ya que el 80% de la población era analfabeta. Intelectuales de la Generación del 98, como Unamuno, Azorín o Baroja, se sumaron a esta corriente crítica, cuestionando la sociedad y el sistema político de la época. Las generaciones posteriores, como la del 14 y la del 27, también se vieron influenciadas por este espíritu reformista.
Los Gobiernos de Maura y Canalejas
Tras la crisis política que supuso la retirada de Cánovas y Sagasta, Antonio Maura (1902-1910) asumió el liderazgo del gobierno con un programa regeneracionista. Sus principales medidas se centraron en:
- Reconstrucción de la flota: Tras la destrucción de la flota española en la Guerra Hispano-Estadounidense, Maura impulsó la construcción de una nueva flota, tanto para el comercio como para la defensa.
- Reforma del ejército: El ejército español era considerado «macrocéfalo», con un exceso de oficiales y pocos soldados. Maura intentó reducir el número de altos mandos y modernizar la institución.
- Reforma de la administración: Con el objetivo de combatir el caciquismo, Maura impulsó la elección directa de los ayuntamientos y la propuesta de concejales por parte de los vecinos. También se estableció el voto obligatorio.
En 1905, una viñeta satírica publicada en la revista ¡Cu-Cut!, que se burlaba del ejército, provocó un grave incidente. Un grupo de militares asaltó la redacción de la revista, lo que llevó al gobierno a aprobar la Ley de Jurisdicciones en 1906. Esta ley establecía que cualquier ofensa al ejército o a la patria sería juzgada por un tribunal militar.
Tras el gobierno de Maura, José Canalejas (1910-1912) continuó con la línea reformista, aunque con un enfoque más radical. Canalejas se enfrentó a diferentes sectores de la sociedad:
- Ejército: Suprimió la redención en metálico del servicio militar, lo que provocó la oposición de las clases altas y del propio ejército.
- Iglesia: Aprobó la «Ley del Candado», que establecía que cualquier congregación religiosa que quisiera establecerse en España debía contar con la autorización del gobierno. Esta medida generó un fuerte rechazo por parte de la Iglesia Católica y del Vaticano.
- Burguesía: Estableció un impuesto sobre la riqueza, lo que perjudicaba a las clases más adineradas y a la burguesía.
- Obreros: Tras la Semana Trágica de Barcelona (1909), prohibió el derecho de huelga y estableció la obligatoriedad de un convenio entre empresarios y trabajadores, con la intervención del Estado en caso de conflicto.
Canalejas también impulsó la Ley de Mancomunidades, que permitía a las provincias limítrofes unirse para crear un gobierno común con cierta autonomía. Esta medida fue criticada por los sectores más centralistas, que veían en ella un peligro para la unidad de España.
En 1912, Canalejas fue asesinado por un anarquista, lo que sumió al país en una nueva crisis política. Los partidos Conservador y Liberal se dividieron internamente, lo que dificultó la gobernabilidad.
La Primera Guerra Mundial y sus consecuencias
Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), España se mantuvo neutral. Esta neutralidad supuso un gran beneficio económico para el país, ya que se convirtió en proveedor de materias primas y productos industriales para los países beligerantes. La producción de carbón se multiplicó por ocho, la de hierro por catorce, y la producción agrícola también experimentó un importante crecimiento. Sin embargo, esta bonanza económica no benefició a todos por igual. Las clases bajas sufrieron una fuerte inflación debido al aumento de los precios, mientras que los salarios se mantenían estancados.
Crisis social y política
La Revolución Rusa de 1917 tuvo un fuerte impacto en España. El triunfo del comunismo y la creación de la Unión Soviética impulsaron el crecimiento de los movimientos obreros, como la UGT, que llegó a tener 147.000 afiliados. La crisis social se agravó por la inflación y el descontento popular. En este contexto, el gobierno de Eduardo Dato (1917-1918) se enfrentó a una serie de protestas y huelgas. Dato respondió con la clausura de las Cortes y la implantación de un gobierno por decreto-ley. La crisis culminó con la creación de la Junta de Defensa Nacional por parte del ejército, que exigía mejoras salariales y un sistema de ascensos más justo. El ejército se encontraba dividido entre los «españolistas», que defendían el ascenso por antigüedad, y los «africanistas», que abogaban por el ascenso por méritos de guerra.
En definitiva, la España de principios del siglo XX estuvo marcada por una profunda crisis política, social y económica. El Regeneracionismo intentó impulsar una serie de reformas para modernizar el país, pero la resistencia de las élites, la conflictividad social y la inestabilidad política impidieron una transformación profunda. La Primera Guerra Mundial, a pesar de suponer un periodo de bonanza económica, agudizó las desigualdades sociales y sentó las bases para la crisis definitiva del sistema de la Restauración.