La Existencia Divina y el Problema del Mal según Santo Tomás de Aquino


La existencia de Dios fue revelada por Él mismo. Tomás de Aquino cita las Sagradas Escrituras para refutar dos objeciones a su existencia. La primera objeción plantea que si Dios, el bien absoluto, existiera, el mal, su contrario, no podría existir. Sin embargo, el mal existe. La segunda objeción argumenta que la existencia de Dios no es necesaria para explicar lo natural (la naturaleza es suficiente) ni lo intencionado (la razón y la voluntad humanas bastan). La cita se refiere a las palabras de Dios a Moisés en la zarza ardiente (Éxodo 3,14): Yo existo.

El Conocimiento Racional de la Existencia de Dios

Para Tomás de Aquino, la proposición ‘Dios existe’ es evidente en sí misma, pero no para nosotros, por lo que necesita ser demostrada. Considera que la existencia de Dios no puede ser probada por argumentos a causa de ni a simultaneo, sino por argumentos porque. Cualquier causa puede ser demostrada a partir de su efecto: si el efecto existe, necesariamente su causa existe. Así, Tomás de Aquino establece cinco vías que demuestran la existencia de Dios: primer motor, causa eficiente primera, ser necesario, ser perfectísimo e inteligencia ordenadora.

La Esencia de Dios

No solo Dios existe, sino que su esencia es existir, ser. Dios es acto puro, sin potencialidad, ser sumamente perfecto. Dios es el ser necesario por sí; existe, y como su esencia se identifica con su existencia, no puede no existir. Tomás de Aquino piensa que la esencia de Dios, que es existir, se alcanza por la dialéctica racional y por la fe, ya que fue revelada por Dios a los hombres.

La Respuesta de Tomás de Aquino al Problema del Mal

A la primera objeción contra la existencia de Dios, Tomás de Aquino responde remitiéndose a San Agustín. Este sostenía que Dios, siendo el bien sumo, no permitiría ningún mal en sus obras, a menos que, por ser omnipotente y bueno, del mal sacara un bien. El problema del mal preocupó a San Agustín. En su juventud, se adhirió al maniqueísmo, que postula dos principios que rigen el cosmos: el bien y el mal, ambos con naturaleza real y sustancial. Más tarde, asumió la tesis de Plotino: el mal es puro no ser, ausencia de bien. Desde el cristianismo, distinguió entre mal físico y mal moral, afirmando que Dios, bueno y omnipotente, transforma estos males en bienes mayores.

El Mal como Privación

Santo Tomás, siguiendo a San Agustín, sostiene que el mal no es algo positivo, sino una privación, y por tanto, Dios no lo ha creado. Que el mal sea una privación no implica que no exista. Por ejemplo, la ceguera en una piedra es la mera ausencia de un poder incompatible con su naturaleza. Pero la ceguera en el hombre es una privación, la ausencia de algo que corresponde a la plenitud de la naturaleza humana. Esta ceguera no es una entidad positiva, sino una privación de vista; pero la privación existe, es real.

El Mal Físico y el Mal Moral

Respecto a si Dios quiso el mal, hay que considerar el mal físico y el mal moral por separado. Dios no quiere el mal físico por sí mismo, sino per accidens, en razón de la perfección del universo. Al querer la creación de la naturaleza sensitiva, Dios quiso la capacidad de sentir dolor y placer, inseparable de la naturaleza humana. Dios no quiso el sufrimiento, pero quiso que la naturaleza tuviera la capacidad de sufrir. La perfección del universo requiere seres incorruptibles y corruptibles; si hay seres corruptibles, la corrupción y la muerte tendrán su lugar según el orden natural. Dios no quiere el mal moral ni per se ni per accidens, pero lo permite por un bien mayor: la libertad humana. Dios no quiso el desorden moral ni el pecado, pero era imposible un ser humano libre e incapaz de pecar. Dios permitió el mal moral para que el hombre fuera libre y pudiera amar y servir a Dios por su propia elección.

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