La Experiencia Estética
La reflexión trascendental sobre la experiencia estética examina las condiciones que la hacen posible. La estética, cuyo término proviene del griego «aisthesis» (sensación, percepción sensible), es una rama de la filosofía que estudia la experiencia estética, la belleza y su expresión privilegiada en el arte. Esta experiencia puede vivirse de manera contemplativa, creativa y filosófica o crítica, abarcando así diferentes modos de interacción con el arte y la belleza.
En 1750, el filósofo alemán Alexander Baumgarten publicó un libro titulado «Estética», estableciendo las bases para el estudio filosófico del arte y lo bello. A lo largo de la historia, los filósofos han planteado preguntas fundamentales como: ¿Qué es lo bello? ¿Cómo distinguimos la belleza de la fealdad? ¿Existen criterios objetivos para valorar la calidad artística? Estas preguntas han dado lugar a dos grandes teorías estéticas: el objetivismo y el subjetivismo.
Objetivismo Estético
El objetivismo estético sostiene que la belleza es una propiedad intrínseca y objetiva de la obra de arte. Por ejemplo, el «Guernica» de Picasso es considerado bello por sus propiedades inherentes como la composición, estructura, técnica y temática. Según esta perspectiva, la obra de arte posee cualidades que la hacen excepcional por sí misma, independientemente de la percepción del espectador.
Subjetivismo Estético
En contraste, el subjetivismo estético afirma que la belleza reside en la percepción del observador. Según esta teoría, una obra de arte no es intrínsecamente bella o fea, sino que son los espectadores quienes la califican basándose en los sentimientos que les provoca. Así, el «Guernica» es considerado una obra maestra porque muchas personas, incluidas aquellas con sensibilidad y conocimientos artísticos, lo aprecian y valoran.
La Interpretación de la Obra de Arte
Las obras de arte se pueden apreciar por su forma, por lo que expresan y por lo que simbolizan. Reflejan la vida del creador, su contexto social, cultural e histórico. La interpretación de una obra de arte también depende del receptor, cuya biografía y entorno influyen en su comprensión. La obra de arte es, por tanto, un signo de su tiempo y una interacción entre el creador y el espectador, cada uno aportando su propio contexto a la experiencia estética.
El Dualismo Ontológico y Epistemológico de Platón
Junto a la fisis se ve obligado a afirmar la existencia de otra realidad (dualismo ontológico): el divino mundo de las Ideas donde se hallan esos conceptos universales de los que hablaba su maestro no ya como conceptos mentales sino como la auténtica realidad.
-Platón distingue dos niveles de conocimiento:
- El conocimiento de la fisis (conocimiento sensible) está ligado a los sentidos y genera la opinión o dóxa.
- El conocimiento del mundo de las Ideas (conocimiento inteligible) está ligado a la razón y genera el auténtico y valioso saber o epistemé. Existe una relación entre el dualismo ontológico (IDEAS/fisis) y el dualismo epistemológico (RAZÓN/sentidos) que plantea Platón.
¿Cómo se alcanza este conocimiento universal de los seres particulares de la fisis?
El proceso del conocimiento se inicia a través de los sentidos que perciben los seres particulares de la fisis y sus sensaciones. Esas percepciones se almacenan en la memoria y pueden ser evocadas gracias a la imaginación.
Por la vía de la abstracción (abstraer, extraer) el entendimiento de manera activa y dinámica prescindiendo de los rasgos secundarios y particulares de los seres y objetos de la fisis abstrae lo universal, lo común, la esencia, aquello que constituye un ser y una cosa como lo que es. El entendimiento elabora entonces un concepto que contiene la esencia de lo que las cosas son y con él podemos nombrar la realidad y manejarnos en ella con cierto éxito.
Felicidad Según Epicuro y Aristóteles
Epicuro de Samos
Epicuro sostiene que la felicidad es el objetivo principal de la vida y se alcanza mediante el placer, que define como la ausencia de dolor físico (aponía) y perturbación mental (ataraxia). Para Epicuro, los placeres verdaderos son los naturales y necesarios, como alimentarse y cultivar la amistad. Los excesos, aunque proporcionan placer momentáneo, conducen al sufrimiento, por lo que propone una vida sencilla y moderada. La clave para alcanzar la felicidad es perder el miedo al dolor y a la muerte, mediante el uso de la razón.
Aristóteles
Aristóteles define la felicidad (eudaimonía) como el desarrollo pleno de nuestras capacidades y vivir de acuerdo con la virtud (areté). La felicidad no es un estado transitorio, sino una forma de vida lograda a través de la excelencia en nuestras acciones. La vida más plena es la del sabio que busca la verdad y la contemplación, aunque reconoce que no todos pueden dedicarse exclusivamente a ello. En la vida práctica, la felicidad se alcanza mediante el hábito de elegir correctamente, siguiendo el término medio entre los excesos, guiados por la virtud de la prudencia.