1. Religión: La Búsqueda Humana de lo Divino
La religión es un fenómeno universal, presente en todas las épocas y culturas. Todas las religiones comparten elementos comunes, reflejando la naturaleza religiosa del ser humano. Algunos de estos elementos son la fe, el alma, Dios, los templos, etc.
La religión representa un intento del ser humano por establecer una relación con Dios. A través de la inteligencia, el hombre busca conectar con lo divino mediante la adoración, la oración y los sacrificios. Cicerón, filósofo romano del siglo I a.C., definió la religión como «poner una ley». Según él, al reconocer la existencia de Dios y su ley natural, el hombre acepta obedecerla con su voluntad.
Lactancio, en su libro del año 313 a.C., afirma que la religión proviene de «unir». Al conocer la existencia de Dios, el hombre acepta su existencia, y su inteligencia reconoce y acepta a Dios. La palabra «religión» es una mezcla de inteligencia y voluntad.
San Pablo, apóstol del siglo II, viajó a Atenas y se encontró con muchos pensadores. En Grecia, les habló de Cristo y muchos se convirtieron gracias a sus discursos. Entre otras cosas, les habló de la ley natural y del pecado. San Pablo observó que los griegos adoraban a un Dios desconocido y le ofrecían sacrificios.
2. Revelación: Dios se Muestra al Hombre
Gracias a la revelación de Dios, es más fácil comprenderlo y entender su mensaje. Dios se muestra al hombre de forma progresiva, respetando nuestra capacidad de conocimiento. Se nos hace cercano poco a poco, revelándose a través de la naturaleza, la creación, y la elección de ciertos hombres como Noé, Abraham, Moisés y los profetas del Antiguo Testamento.
En Jesús, Dios se revela plenamente, siendo Él mismo la revelación. La Revolución Francesa, con figuras como Voltaire y Hobbes, propuso una visión diferente, hablando de un Dios creador que luego se desentendió del mundo. Hobbes utiliza la metáfora del relojero que crea un reloj y luego se va.
Sin embargo, la realidad es que Dios nos mantiene en el ser, nos mira, nos llama, nos ayuda con su gracia y nos cuida. La Ilustración afirma que Dios nos abandonó y ya no conocemos su ley, por lo que cualquier religión sería válida. Pero la revelación de Dios en Jesús demuestra que no es así, ya que Él es la plenitud de la revelación.
Jesús es el hijo de Adán y el nuevo Adán, quien nos da descendencia. Él es el heredero de todos los monarcas y profetas, y con Él, Dios ya lo ha dicho todo. Jesús es la autorrevelación, la palabra eterna del Padre. La Sagrada Escritura forma parte de la revelación, y todo apunta a Jesús.
Ejemplos de la Revelación de Dios en el Evangelio
El Evangelio nos presenta ejemplos de la revelación de Dios en la vida de Jesús:
- Jesús sanó a diez leprosos mientras viajaba de Galilea a Jerusalén. Solo uno de ellos regresó para agradecerle.
- Jesús, hablando a una multitud, se cansó y pidió a sus discípulos algo para comer. Solo tenían cinco peces y un pan, pero al repartirlos, no se acababan. Jesús dio la Eucaristía y dijo: «El pan de vida eterna». La mayoría huyó, pero los apóstoles se quedaron.
- La parábola del buen samaritano, donde Jesús enseña que debemos perdonar siempre (70 veces 7).
- El paralítico descendido del techo.
- La parábola del hijo pródigo.
3. ¿Qué es la Fe?
La fe es la respuesta del hombre a la revelación de Dios. Es confiar en Dios, creer en su existencia y en lo que nos ha revelado. Abraham, un hombre rico de Mesopotamia, dejó su vida cómoda para seguir la voz de Dios y recorrer 2.300 km hacia la Tierra Santa, confiando en Dios.
La fe es creer en la palabra de Jesús, aunque no la entendamos completamente. Es confiar en que lo que Dios ha dicho a través de Jesús es verdad. La fe no solo es creer, sino también confiar.
En el Nuevo Testamento, la carta a los Hebreos habla de la fe y menciona a nuestros antepasados con fe, como Abraham, Moisés, la Virgen María y los apóstoles. También destaca la importancia de los santos como San Benito, San Francisco, Santa Teresa y San Ignacio de Loyola.
San Benito, en el siglo VI, fundó un monasterio y abrió muchos otros, contribuyendo a la formación de nuestra cultura. San Francisco, en los siglos XI y XII, se dedicó a los pobres. Santa Teresa, en el siglo XVII, se dedicó a la oración y a la reforma de la Iglesia. San Ignacio de Loyola, un soldado que se convirtió tras una experiencia cercana a la muerte, predicó el Evangelio.
Edith Stein, una atea que se convirtió al leer un libro de Santa Teresa, se hizo monja y fue asesinada por los nazis. El Papa San Juan Pablo II creó la Jornada Mundial de la Juventud. San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, enseñó que podemos ser santos en nuestra vida cotidiana, en el trabajo, la familia y los actos.
Características de la Fe
- La fe es confiar en Dios.
- La fe es un don de Dios: un regalo, una virtud que nos ayuda a creer. Es nuestra responsabilidad cuidarla, y se fortalece a través de la oración y los sacramentos.
- La fe es luz de nuestra inteligencia: nos permite reconocer a Jesús como Dios, aunque tenga forma humana. Dios nos da la fuerza, como a los mártires.
- La fe es llamada de Dios: Dios llama a todos, y debemos responder con nuestra voluntad, como la Virgen María: «Hágase en mí».
- La fe es garantía de lo que se espera, prenda de lo que se ve: el Cielo. La prenda es el aval que se deja en garantía de un bien. Si estamos en gracia, tenemos la entrada al Cielo. Para perder la entrada, están las blasfemias, dejar de creer y los pecados mortales.
Tener fe es algo humano. Todos tenemos fe, por ejemplo, en nuestros padres. Si no es así, es un signo de enfermedad. Es lógico tener fe en Dios. El ser humano es frágil, nuestra inteligencia es imperfecta y, con el pecado, pueden surgir dudas de fe. Puede parecer que Dios no nos escuchó, y la gente deja de rezar.
Podemos tener tentaciones contra la esperanza (si pese a mi esfuerzo, para qué voy a rezar) y contra la fe (dudar de la existencia de Dios). De ahí surge la caridad. También puede surgir la tentación de no amar a Dios. Si en vez de eso, lo aceptamos y lo queremos como Padre, rezamos y confiamos en la oración con fe, estamos dispuestos a lo que Él quiere.
Lo que debemos creer de Dios está a la distancia justa para creer, siendo libres de elegir si creemos o no. Para creer hace falta un acto libre de la voluntad. El «estar dispuestos a creer» es un acto poderoso. Santa Teresa de Jesús, mientras rezaba distraída, escuchó a Jesús decirle: «Solo de escuchar una vez más que me quieres, crearía de nuevo todo el universo». San Juan de la Cruz dijo: «Buscad leyendo, y hallareis meditando». Santiago dice: «Si la fe no va acompañada de obras, está muerta». Muéstrame tu fe sin obras (no se puede).
Dios se ha encargado de fundar la Iglesia. La fe es razonable por la inteligencia que nos da Dios. El acto de fe no es una opinión personal. Pascal, un matemático, decía: «Evaluemos lo que representa ganar o perder a quien lanza una moneda al aire para ver si Dios existe». Si ganas la apuesta, lo ganas todo; si pierdes, no pierdes nada.
Einstein, un físico, dijo: «Hay dos maneras de vivir la vida: 1) pensar que nada es un milagro, 2) pensar que todo es un milagro. De lo que sí estoy seguro, es que Dios existe».